El Radar, El editorial de ANTENA SAN LUIS.

DESTACADOS, RADAR

EL VIVAZ Y COMPULSIVO TRAIDOR.

“El poder intoxica tanto que termina afectando el juicio de los dirigentes.”

David Owen. Neurólogo.

La personalidad, las convicciones, la ambición; podría ser hasta la vocacion de servicio, la oportunidad, las circunstancias o hasta el puro chambismo: hay infinitas razones para que alguien decida dedicarse a la política. ¿Pero qué hay de aquellos que en una mezcla salvaje de muchas condiciones llegan, permanecen y convierten sus posiciones públicas en un estrado para sus propios trastornos y afecciones?

Hay muchos casos, hoy en San Luis uno muy notable, el de Leonel Serrato. Antisocial, juega entre el histrionismo de su capacidad para dilapidar a través de su capacidad discursiva hasta su inédito y confortable auge de extremista de derecha resbalando su misoginia galopante y sus indefiniciones personales. Su inseguridad natural y su ilusión por ser “alguien” terminó deshauciando al brillante analista y motivador de ideas dignas, pero es normal, ocurre con la psicopatía, la sociopatía encarnados en esos déficits profundos de autoestima, que en cualquier manifestación de poder encuentran el mejor antídoto.

Desde la década de los setentas ya el psiquiatra y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid se preguntaba: “¿Cuántos políticos, llevados por factores personales, han cometido errores en sus gestiones? (…) Cuando un político no disfruta de un estado de salud mental aceptable, su conducta rezuma peligrosidad”.

Comenzaban a preguntarse en los circuitos de estudios académicos y científicos, en qué medida podemos anticipar que un padecimiento mental sea puntal de un ecosistema político determinado, o hasta qué grado esa conjunción de exposición pública y poder sobreponen a un perfil ante otro encarnado en el mismo sesgado dentro de una eventual distorsión de la realidad. En el otro extremo: ¿se convierte la política en un factor de riesgo para desarrollar la locura?

La secuencia de la “descomposición” de un personaje como Leonel Serrato es crónica de una tragedia anunciada. El vociferante jóven Navista es sosegado con la mañosa fachada de un fiat notarial, se le incluye en los circuitos sociales de los beligerantes acomodados, aborda el periodismo desde las sobremesas y después encuentra su pluma. Cabalga discretamente del lado de un priísmo Horacista disfuncional en ambos lados del camino y truena cuando un nuevo caudillo aparece como factotum del poder nacional, se encomienda a la única foto de su pasado militante con el ahora Mesías nacional y rompe con la lógica de su trayectoria, desandando dichos y afrentas para insertarse en la razón aplaudidora del inminente triunfo de quien seguro, no lo tenía ni por un micro segundo en la cabeza. Se arrodilla ante quienes fueron su blanco favorito de injurias y maledicencias (La Gallardía) y en un acto de sometimiento extremo reparte apretadas genuflexiones ante un López Obrador distante del estado en el que solo su atención le dio para acomodar en su incipiente estructura a dos militantes, un social climber reconvertido a Chairo y un brigadista de nombre revolucionario.

¿Qué pasó con la danza de millones que sin registro, ni auditoría repartió el intolerante fedatario?

¿Cómo puede suceder que de una elección a otra, (sus candidaturas a la alcaldía capitalina por Morena en 2018 y por el Verde en 2021, compitiendo en el primer turno contra el nieto de Nava y Gallardo padre y en el segundo contra el propio Nava investido en Morenista de ocasión y apoyado sesudamente por el entonces líder de las encuestas a Gobernador Gallardo Cardona?

¿Cómo pasó tanto dinero en sus manos sin fiscalización usando a placer el padrón de beneficiarios de los programas sociales de la federación en la zona metropolitana de la capital?

¿Cuánto de ese dinero de destino “inexplicable” pudo haber quedado en inversiones, remodelaciones de espacios familiares o un cochinito potencial para buscar sin pudor otra nueva posición en 2024?

¿Qué pasó con la petición que en su momento hizo el hoy diputado Antonio Lorca por escrito a través de transparencia de un esquema de rendición de cuentas de ése manejo de recursos, la entrega- recepción de su posición en el gobierno federal y la de su volátil entenado Kevin Aguilar?

Leonel Serrato acusó de estar ligados a grupos criminales facciosos a los Gallardo y no solamente nunca lo probó sino que terminó arrodillado, fue el Navista remiso que se acomodó en la confortable zona del dinero e intimó con los más “elevados” priístas hasta que se cansó, o se cansaron de soportar sus devaneos, hoy es muy probable que después del nuevo escándalo por la publicación de las “encuestas” pro-corcholatas en el wifi del servicio de transporte público que rige, ahora sí tenga las horas contadas en el gabinete Gallardista. Sin embargo logró vender su anodina ronda por el servicio público local “haciendo un servicio” a la Cuarta Transformacion, volviendo una vez más a instaurarse en lo que ha sido siempre, un vivaz y compulsivo traidor.

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