El Realito: la emergencia crónica

El Radar

Por Jesús Aguilar

El acueducto “El Realito” nació para dar certidumbre. Hoy es, más bien, la fuente de una pesadumbre cotidiana que la ciudad paga dos veces: con dinero y con salud. 

El alcalde Enrique Galindo lo resumió con crudeza: en 2025 la mitad de los días no ha habido abasto constante y, cuando hay, el agua ha llegado fuera de norma

Peor aún: la propia operadora desvía el flujo antes de entrar a los tanques municipales para no contaminar la red; la paradoja es que eso deja a barrios enteros sin agua durante días y, cuando sí llega contaminada, obliga a familias a tirar el líquido, lavar aljibes y gastar más.

En lo contractual, el Ayuntamiento paga por agua potabilizada. No por “agua para potabilizar”. Y en lo sanitario, la norma mexicana de agua potable (NOM-127) no es sugerencia: es obligatoria. Si el líquido llega turbio o con parámetros fuera de especificación, se incumple el objeto mismo del servicio.

Lo que dicen los expertos.

1) Ingeniería hidráulica: continuidad y calidad, no una sin la otra.

Hidrólogos coinciden en que operar sistemas como El Realito exige tres cosas que deben medirse y publicarse todos los días:

• Continuidad (horas de servicio),

• Presión mínima en la red, y

• Calidad (turbidez/NTU, cloro residual libre, coliformes, metales, etc.).

Cuando fallan continuidad o presión, se crean depresiones que “jalan” contaminantes a través de microfisuras. Y si la potabilización falla o es inestable, la propia red se daña: se sedimenta, se corroen ductos y se multiplica el costo de mantenimiento. Por eso, dicen, una “solución” que solo cierra válvulas para evitar la entrega fuera de norma no arregla nada: solo traslada el riesgo a la escasez.

2) Salud pública: riesgo difuso, impacto real.

Epidemiólogos advierten que la exposición intermitente a agua turbia o con desinfección insuficiente aumenta la probabilidad de enfermedades gastrointestinales, especialmente en niñas y niños, adultos mayores y personas inmunosuprimidas. La carga económica se traslada a familias (consultas, medicinas, ausencias laborales) y al sistema de salud. La medida elemental es monitoreo público y oportuno y avisos formales a la población ante cualquier desviación.

3) Economía de servicios: estamos pagando más por menos

Economistas del sector agua recuerdan una regla básica: si el proveedor no cumple métricas de cantidad y calidad, debe operar un esquema de pago por desempeño (no 100% fijo). Con bonos/multas proporcionales a continuidad, presión y cumplimiento de la NOM-127, el incentivo cambia. Hoy, con pagos puntuales del municipio por agua “ya potabilizada”, y con cortes y entregas fuera de norma, la ciudad subsidia la ineficiencia.

4) Derecho administrativo y contratos: la transparencia ya no es opcional

Abogados administrativos señalan tres acciones inmediatas compatibles con la ley:

1. Publicar íntegro el contrato, anexos y pólizas;

2. Activar cláusulas de penalidad, rescisión o “step-in” (intervención temporal) si existen, con fundamento y peritajes;

3. Coeprist/ Cofepris y Conagua deben emitir resoluciones técnicas y medidas correctivas vinculantes.
Además, cuando hay pago por un servicio no prestado en los términos pactados, procede responsabilidad patrimonial y reintegros.

5) Gobernanza del agua: supervisión independiente

Especialistas en gobernanza recomiendan incorporar un peritaje independiente (IMTA, UNAM, IPN u otra instancia acreditada) sobre tres frentes: estado físico del acueducto, estabilidad de la planta potabilizadora y calidad del agua en distintos puntos de la red. Ese informe debe ser público, técnico y comprensible.

La cuenta invisible que ya pagamos

• Hogares: compra de garrafón, filtros, cloro, lavado de tinacos, tiempo perdido, consultas médicas.

• Comercios: paros, mermas, equipos de tratamiento improvisados.

• Gobierno: pipas de emergencia, atención sanitaria por enfermedades hídricas, mantenimiento extraordinario de red.
El resultado: millones al año en costos evitables por una operación inestable.

La promesa incumplida

El Presidente prometió sancionar a la empresa operadora si persistían los incumplimientos. Persisten. Ese compromiso debe traducirse en hechos verificables: multas efectivas, retención de pagos por desempeño deficiente, intervención técnica y, si procede, reestructuración o rescisión ordenada del esquema.

Exhorto a la exigencia ciudadana (10 acciones concretas)

1. Transparencia diaria: tablero público con continuidad, presión y calidad por zona (turbidez, cloro, coliformes, metales).

2. Peritaje independiente y publicación del diagnóstico completo del sistema (presa–planta–acueducto–red).

3. Pago condicionado a desempeño: al menos 20–30% variable ligado a metas mensuales de continuidad y NOM-127.

4. Penalidades automáticas por día y por zona sin servicio o con agua fuera de norma; destino de esas multas a un fondo ciudadano para pipas, filtros comunitarios y lavado de aljibes en colonias afectadas.

5. Aviso sanitario obligatorio (tipo semáforo) cuando el agua no sea apta: qué riesgos hay y qué hacer en casa.

6. Plan de contingencia con horarios y rutas de pipas verificables en tiempo real; priorizar escuelas, hospitales y asilos.

7. Comités de vigilancia vecinal con acceso a muestreos acompañados por laboratorios acreditados (EMA) y actas públicas.

8. Auditoría financiera: revisión de pagos, compensaciones, seguros y garantías del contrato; publicación de resultados y responsabilidades.

9. Ruta legal clara: plazos y responsables para sancionar, exigir reintegros y, en su caso, intervenir la operación.

10. Mesa técnica abierta con universidades locales y nacionales para construir un plan B: reducción de pérdidas físicas en la red, fuentes alternas, potabilización modular y gestión de demanda.

Del discurso a la ejecución

El agua limpia no es un favor: es un derecho humano y un servicio público que se paga puntualmente. Si “El Realito” no garantiza continuidad y potabilidad, la autoridad debe hacer valer el contrato y la ley; y la ciudad, organizada, debe exigir medidas verificablescada semana. Publicar datos, aplicar penalidades, condicionar pagos y abrir la operación al escrutinio técnico no son decisiones políticas: son obligaciones.

¿Qué pueden decir objetivamente y en una sincronía adecuada las dos autoridades que tendrían que coordinarse para resolver el tema?

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