El relevo generacional de cristal

Autor: Kathya Rodríguez

Como cada año el 12 de agosto se conmemora el Día de la Juventud. Lo cierto es que también se dice, y se nos cuestiona, qué somos la juventud de cristal: todo nos duele y todo criticamos. Se dice que somos la generación que sentencia qué las cosas deberían de ser así y no la que siempre culpa al sistema. Estamos convencidos de que la sociedad debe cambiar, ser más abierta, incluyente, respetuosa y tolerante en todas las generaciones y desde todos los espacios de resistencia en los que estamos.

Los jóvenes pertenecemos a los grupos vulnerables por el ninguneo que vivimos. Según el último censo de Coneval que mide la pobreza, el porcentaje de jóvenes en condición de pobreza es de 46.1%, se trata de 17.6 millones de jóvenes entre 12 y 29 años, de un total de 31 millones.  Recordemos que la última fecha del censo del INEGI fue en el año 2020, y que después de ese año nos atravesó la pandemia, la cual marcó un cambio social pero también económico, en el cual el porcentaje de jóvenes pobres aumento. En los años 2021 y 2022 el empleo disminuyó, de acuerdo también con el INEGI, y aunque se ha ido recuperando, las condiciones de pobreza en general en México son muy altas.

Las juventudes que no se encuentran en una posición de privilegios no pueden acceder a un trabajo digno, a espacios de recreación, cultura y, sobre todo, de educación. Frente a ese panorama que les podemos decir: ¿échenle ganas y eres pobre porque quieres? Pues no, nuestra situación se debe a las condiciones desfavorables que enfrentamos para nuestro desarrollo y que, sinceramente, no se debe a un sexenio, es a décadas de malos gobiernos, corrupción y de un sistema económico  que no nos favorece; es un sistema que requiere a las personas pobres para que las elites puedan incrementar su riqueza. Esta generación no es la que culpa sólo al sistema sino la que sabe que la corrección de las desigualdades exige políticas públicas trasversales adecuadas y un mercado competitivo para todas y todos.  

En el tema de la participación política de las juventudes, exigimos un sistema con perspectiva de juventudes en el cual estemos en los espacios de toma de decisión en los tres poderes y en los tres niveles, además de programas y políticas públicas eficaces y con la focalización necesaria. Recordemos que no tenemos ni siquiera una Ley General de Juventudes, la cual fue presentada en la legislatura federal pasada y aún no se ha aprobado (el poder legislativo nos cuesta mucho a todxs por el pago de nuestros impuestos), además en ese poder bajó el número de jóvenes a comparación con la pasada.

En el adultrocentrismo los jóvenes somos mano de obra barata para las campañas; somos los que más votamos en las elecciones y sin embargo somos a los que menos se nos dan los espacios de participación. Por todo ello no podemos celebrar el Día de la Juventud, ya que no ha habido un respaldo político y social para incrementar el porcentaje de nuestros representantes públicos/políticos. Nos piden levantar la mano como votantes, pero la verdadera cuestión es si se ha apoyado a las y los jóvenes activistas, a las organizaciones civiles juveniles políticas y altruistas, a los liderazgos juveniles políticos, a los militantes y simpatizantes de todos los partidos políticos. No se puede celebrar si no tenemos espacios y oportunidades dignas.

Los jóvenes debemos seguir trabajando en alianza y en conjunto para eliminar esas prácticas adultocentristas; sólo con unidad entre nosotrxs podremos generar mejores cambios a la juventud y a las próximas generaciones. No hay relevo generacional de cristal en México, son los mismos problemas que siempre nos han afectado, sin embargo, ahora estamos dispuestas a hacer lo mejor por nuestro país y por las juventudes a través del activismo y la convicción.

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