El Radar
Por Jesús Aguilar
@jesusaguilarslp
Hay traiciones que se clavan más hondo que una puñalada. La que vivió la Universidad Autónoma de San Luis Potosí a manos de Fabián Espinosa Díaz de León y su empresa VEM es de esas que no sólo duelen: indignan, contaminan la confianza, y exhiben la vulnerabilidad de una institución que durante más de un siglo ha sido emblema de conocimiento, decencia y servicio público.
Aún peor, es el alma mater de quien hoy más la ha herido.
Astrolabio y Antena San Luis revelamos, con investigaciones certeras y sólidas, que incluso merecieron el Premio Estatal de Periodismo, una historia que de tan grotesca parece inventada: un terreno universitario, ubicado en una de las zonas de mayor valor estratégico de la capital potosina, fue entregado en arrendamiento a una empresa privada, VEM, bajo condiciones que hoy sólo pueden calificarse como leoninas, dolosas y profundamente inmorales.
El representante legal de esa empresa, Fabián Espinosa Díaz de León, tejió una red de omisiones, mentiras y simulaciones contractuales que terminaron por utilizar a la universidad como rehén de un acuerdo opaco, abusivo y diseñado para beneficiar a un pequeño grupo de intereses particulares.
Detrás de esta operación, se asoma la sombra de una parte influyente de la familia Torres Corzo, poderosa por décadas en el ámbito empresarial y político potosino. A ellos, en una maniobra que ofende a la inteligencia, se les “subarrendó” el terreno universitario para guardar los automóviles de sus agencias.
Una institución pública convertida en corralón privado de la élite.
Y a la postre, todo indica que a ellos también los engañaron, porque no aportaron la fianza que hacía sólido el acuerdo y seguramente decidieron distanciarse de su inestable pariente Espinosa Díaz de León.
Todo esto ocurre mientras la universidad enfrenta, como siempre, múltiples necesidades: falta de recursos para infraestructura, becas, investigación y condiciones laborales dignas. Pero mientras cientos de jóvenes buscan aulas, mientras los investigadores pelean por insumos, mientras los docentes luchan por salarios justos, el terreno universitario más valioso se usaba para estacionar autos de lujo.
Hoy la Máxima Casa de Estudios Potosina grita por auxilio a la federación sin eco en el estado que le debe millones de pesos que podrían generar un cataclismo financiero dentro de no más de 4 meses.
Más grave aún: cuando se destapó la cloaca, cuando el periodismo cumplió con su deber, cuando se exhibieron con claridad las pruebas del engaño, vino la segunda traición, sí una traición a la moralidad y a la razón.
Fabián Espinosa respondió con una demanda fantasiosa, burda y llena de sed de venganza, sin sustento y queriendo ser usada como cortina de humo. Ahí señaló al Rector de la UASLP, a la abogada general, al director de Astrolabio y Antena San Luis, y también a quien firma esta columna. En lugar de reconocer su responsabilidad, eligió perseguir a quienes lo expusimos, judicializar la verdad y sembrar el miedo. Pero hasta la materia fecal flota y el cascarón público de Fabían le acompaña.
Ni la justicia se construye en el silencio, ni la dignidad se alquila.
Hoy, el caso sigue en los tribunales estancado. La demanda interpuesta por la UASLP contra la empresa VEM por los daños económicos y patrimoniales causados sigue sin avanzar. El sistema judicial local ha mostrado una pasmosa lentitud, sospechosamente conveniente para quienes se beneficiaron de este esquema. La reciente resolución del Tribunal Electoral del Estado que modificó asignaciones presupuestales al Poder Judicial solo confirma la fragilidad institucional ante los poderes fácticos y la simulación legal.
Este escándalo no sólo debe movernos a la indignación. Debe movernos a la acción. A la exigencia. A la defensa irrestricta de lo público. A la convicción de que la universidad no está sola. Que no puede ser rehén de mafias disfrazadas de empresarios. Que la autonomía no es para proteger a quienes abusan de ella, sino para garantizar que la universidad sirva al pueblo, no a los patrones.
La herida sigue abierta.
Pero si algo enseñan las universidades, y las premisas universales es que la verdad no se rinde. Por eso hoy más que nunca es necesario que la comunidad universitaria, los periodistas honestos, la ciudadanía consciente y las voces libres, levantemos la voz.
Que nadie olvide.
Que no perdonen la traición disfrazada de contrato.
Que no dejen que el terreno de la UASLP se convierta en símbolo de la derrota, sino en punto de partida para una lucha que apenas comienza: la de la dignidad por encima del dinero, y la de la verdad por encima del poder.
¿Quién apuesta ahora por Fabián Espinosa y su tenebrosidad?
Probablemente, ni el mismo…