Texto y fotografías por María Ruiz
A las afueras de la Fiscalía General del Estado, donde normalmente impera el silencio burocrático, el sonido de ruedas sobre el asfalto rompió la quietud. Era el homenaje póstumo a Dariana, la joven skater que encontró una muerte trágica mientras trabajaba como conductora de InDriver. Ese lugar que suele recibir a familiares buscando justicia, por unas horas se convirtió en un parque de skate improvisado. Los amigos de Dariana transformaron el asfalto en un escenario de despedida, recordando a quien brillaba en la pista con cada truco.
Algunos claveles blancos decoraban la entrada, y a su alrededor, un grupo de jóvenes que, entre lágrimas y risas, hacían piruetas en honor a su amiga.
Para ellos, no había mejor manera de despedirla que haciendo lo que más le gustaba. La alegría y la energía que irradiaba Dariana cuando patinaba llenaba el aire de nostalgia.
Luis Fernando, uno de sus amigos más cercanos, dijo que “esto no debería pasarle a nadie. Es difícil despedirse de alguien como ella, sabiendo que jamás la volveremos a ver”.
Luis recordó el último día que patinaron juntos, una tarde en la Media Luna.
“Nos aventamos al agua, después nos pusimos a patinar. Esa fue la última vez que estuvimos juntos. Ahora no puedo creer que ya no la voy a escuchar, ni verla patinar”.
Dariana no sólo era una apasionada del skate, también era una joven que sabía organizar su tiempo entre los estudios, el trabajo y su deporte.
“Era muy trabajadora, siempre encontraba tiempo para todo. Ese día, la asaltaron mientras trabajaba. Se resistió y le dispararon. Eso fue lo último que supe… encontraron su coche, pero ya era demasiado tarde”, añadió Luis Fernando, con los ojos clavados en el pavimento donde sus amigos seguían patinando.
Las lágrimas caían, pero las ruedas seguían rodando. Las y los jóvenes skaters, muchos de ellos apenas adultos, enfrentaban el dolor de la pérdida de una manera que parecía natural para ellos: patinando.
“Esto no es justo”, repetía Luis, “ya nos pasó antes, a otro amigo lo asaltaron y nunca se hizo nada. No quiero que esto siga así”.
El dolor compartido se sintió más fuerte cuando los amigos colocaron sus tablas de skate en círculo, como una especie de altar improvisado. En ese momento, la lucha por justicia resonaba más fuerte que nunca. No sólo querían despedir a su amiga, sino también que su voz, la de Dariana y la de tantos otros, fuera escuchada.
“Lo único que pedimos es que hagan su trabajo. Hay cámaras por todos lados, pero nada pasa. Aquí en San Luis, nadie hace nada. Solo queremos justicia para que esto no siga ocurriendo”, exigió Luis Fernando.
Los claveles blancos, símbolo de la pureza y de la paz, permanecieron en el suelo, mientras las ruedas de las patinetas giraban incansablemente. Así, entre trucos y recuerdos, se despidieron de Dariana. El skate, ese deporte que la definía, fue el medio para canalizar la rabia y el dolor. Un último truco, un último giro, para una joven que, aunque ya no esté físicamente, siempre seguirá rodando en el corazón de sus amigos.
“Ni una menos sobre ruedas”.
También Diablas sobre Ruedas transformó este espacio en un santuario de resistencia. En honor a su amiga y compañera Dariana, las patinetas se convirtieron en armas de lucha y los gritos en demanda de justicia.
Hoy, sus amigas y compañeras de tablas también exigieron que su muerte no sea en vano.
“Nos la arrebataron por la violencia que acecha a cada mujer en este país”.
Las Diablas, colectivo formado por mujeres skaters que se apoyan mutuamente tanto en la pista como en la vida, levantaron una consigna: “Ni una menos sobre ruedas”.
Para ellas, este crimen no sólo se trata de Dariana, sino de todas las mujeres que han sido víctimas de la violencia estructural que se arraiga en San Luis Potosí. “Si Dariana pudo ser atacada mientras trabajaba, cualquiera de nosotras puede serlo también. Vivimos en un estado que nos ha fallado”.
El grupo, que normalmente se reúne para practicar trucos y compartir risas, convirtió la protesta en una mezcla conmovedora de duelo y reivindicación.
Cada giro y salto parecía un homenaje a su amiga caída, un recordatorio de la vida y energía que Dariana irradiaba.
“Esto es para ella, porque así es como más la recordamos, patinando, sonriendo, libre”, comentó una de las chicas.
El dolor de las Diablas no es sólo por la pérdida de una amiga, sino por la sensación de vulnerabilidad que todas comparten como mujeres en un entorno que no las protege.
“Nosotras patinamos porque queremos sentirnos libres, pero en esta ciudad, incluso la libertad es peligrosa. Si el sistema no cambia, siempre estaremos en riesgo, porque ser mujer aquí es vivir con miedo”, expresó otra de las integrantes del colectivo.
En su pronunciamiento, dejaron claro que no descansarán hasta que se haga justicia por Dariana. Las Diablas exigieron una investigación seria y con perspectiva de género, reclamando que el caso no sea tratado como un robo más, sino como un feminicidio. “No nos vamos a callar. Dariana no puede ser otro nombre olvidado en la lista interminable de mujeres asesinadas. Exigimos justicia por ella y por todas. Dariana no está sola, y nosotras tampoco. Hoy, cada truco, cada giro sobre la patineta, es por ella. Que se haga justicia, y que no haya ni una menos”.