En plena Copa América de Venezuela, en 2007, una mala noticia sacudió la fuente de selección nacional: el padre de nuestro compañero Edgardo Avelar, reportero de Ovaciones, fallecía en la Ciudad de México, a miles de kilómetros de dónde su hijo cubría las actividades del Tri.
El Nene, como le apodamos, era un tipo bien querido entre la tropa. Veterano, con mucho césped recorrido, colmillo largo y retorcido, Edgardo, además, le ponía sabor con su personalidad a la fuente. Por eso la noticia de la muerte de su padre, nos dolía.
En plena Copa América, era prácticamente imposible encontrar un asiento de avión libre, y más si se trataba de viajar al extranjero.
Con el profundo dolor de la muerte de su padre, El Nene tuvo que sacar lucidez para resolver el inconveniente de viajar de inmediato a la Ciudad de México desde Puerto La Cruz para darle el último adiós a don Edgardo.
Todas las vías para poder llegar a tiempo a México para estar presente en el entierro de su padre arrojaban Sold Out a Avelar.
Tras muchas horas de insistir, surgió un rayito de esperanza: un vuelo con escala en alguna parte de Centroamérica pero en Primera Clase. Obvio, dada la premura y el entorno, el precio era exorbitante, fuera del alcance del bolsillo de un hombre que estaba chambeando fuera de su país.
Abatido, Edgardo no aguantó más y se rompió frente a todos nosotros en el lobby del hotel Punta Palma, donde esperábamos el arribo de los seleccionados tras un entrenamiento.
El Nene lloraba a caudales cuando apareció el primer seleccionado. Para ese entonces, la noticia ya se había regado como gasolina entre toda la delegación mexicana que estaba en Venezuela.
Era Cuauhtémoc Blanco, quien entró directo para abrazar y darle el pésame a Edgardo. Después, llegó Hugo Sánchez para hacer lo propio.
Le tocó turno entonces a Oswaldo Sánchez. El portero mexicano sabía bien por la que estaba pasando Edgardo: justo un año antes, a días de su debut mundialista en Alemania 2006, el tapatío perdió a su padre. Aquella vez, con la ayuda de Jorge Vergara, el guardameta pudo llegar a tiempo para estar presente en el entierro de su padre y regresar para ser titular ante Irán.
Tal vez por eso Oswaldo tuvo tanta empatía con Avelar y viceversa. Tras un fuerte abrazo y palabras de solidaridad, Sánchez se separó del afligido reportero, se metió la mano en el bolsillo del short de entrenamiento que portaba y sacó un fajo de billetes: “Ten, sé que está cabrón lo del vuelo, son mil dólares, tómalos, te van a ayudar”, le dijo el seleccionado a mi amigo mientras le colocaba el dinero en la mano.
Avelar, sorprendido, se negó de entrada a recibir el dinero argumentando que no era correcto. “Te los presto pues, me pagas cuando quieras, pero agárralos”, le insistió.
Al final, Edgardo no pudo regresar a México, el boleto de primera clase ya había sido vendido cuando volvió a buscarlo y el dinero le fue devuelto a Oswaldo. El Nene pudo visitar la tumba de papá hasta dos semanas después.
¿Ahora entienden aquello de San Oswaldo?
Milenio