Dentro de la integración ejemplar que han experimentado las familias gais y lesbianas en la sociedad española encontrar colegio es todavía su principal traba. Un 20% considera que es complicado, según un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid. Catalina Pallàs e Inmaculada Lluesma están buscando una escuela donde matricular a su hijo, de 4 años, el año que viene porque donde estudia ahora sufre discriminación: “Tenemos que cambiarlo de centro. Está en el parvulario y ya ha sufrido bullying. En el patio le dicen que se compre un padre”, exclama impotente Pallàs. Profesora de instituto valenciana, se mudó con su familia a Barcelona el año pasado. “Llevamos a nuestro hijo al colegio público de al lado de casa porque habíamos preguntado mucho, pero no había plazas. Pensamos que como es tan pequeño, no pasaría nada”, dice.
Una de las causas de esta dificultad de dar con un centro tolerante es el protagonismo de la Iglesia católica en la enseñanza concertada, donde estudia un 25% del alumnado de todo el país, y a la que la mayoría de las familias homoparentales no se atreven a llevar a sus pequeños: “Lo último que se me ocurriría es llevar a mi hijo a un colegio religioso, ¡con las barbaridades que dicen!”, declara Ricardo Lucas, uno de los dos padres de un niño de 4 años que demandaron a un colegio de Sevilla por negarles la plaza por ser homosexuales.
“Ahora, el niño va al público del barrio y estamos encantados”, añade. Aún tiene pendiente el juicio con el otro centro. Cuando fueron como familia homoparental, les dijeron que no había plaza, pero cuando se presentó su marido, Iván Vallejo, haciendo ver que buscaba colegio para su hijo diciendo que era heterosexual, le aceptaron. “En su página web lo presentan como un colegio bilingüe y que defiende los valores de no discriminación, pero en la realidad no es así”, apunta.“Hemos tenido que renunciar a llevarlo a un bilingüe, pero hay cosas más importantes. Ahora tiene sus amiguitos, que saben que tiene dos papás y lo hacemos todo de forma natural”, cuenta relajado.
“Nosotros [las familias homoparentales] miramos con mucha atención a qué colegio llevar a nuestros hijos. Preguntamos a la gente que conocemos si nos tratan bien en un centro, si nos visibilizan, si se habla el tema en las aulas, etcétera. Luego, intentamos formar parte del AMPA o del Consejo Escolar”, explica Pallàs preocupada: “Un día, en el colegio, la maestra les dijo que se dibujaran junto a su familia. Mi niño se dibujó solo con su prima. Se me cayó el alma al suelo”.
Otro padre, el madrileño Antonio Vila-Coro, que ya tuvo problemas para que la Justicia reconociera a su marido como padre de su hija, asegura, sin embargo, que la escolarización de la pequeña ha transcurrido con naturalidad. “La llevamos a una guardería religiosa, muy cómoda porque nos quedaba al lado de casa, pero todo fue bien porque la lleva un vecino nuestro de confianza. Para buscar escuela no pusimos ningún énfasis especial más allá de contar nuestra situación”, afirma: “Entre el colegio público y el concertado, la elección estaba clara, por motivos religiosos, más que por nuestra orientación sexual”. A diferencia de Pallàs, asegura que no puso especiales pegas a la hora de seleccionar centro y que si el colegio no se adapta a ellos, ellos normalizan cualquier situación: “Nos gustaría que se tratara más el tema, pero el día del padre nos trae dos regalos, y el día de la madre, dos más. Y se lo damos a las abuelas”.
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