Entran a mina sin saber si saldrán: “No saben la friega que se lleva un minero”

Los continuos accidentes en las minas de carbón de Sabinas, Coahuila, han obligado a trabajadores a pensionarse o jubilarse anticipadamente, ante las lesiones, afectaciones y riesgos a su salud.

Sebastián de la Cruz, de 54 años de edad, trabajó desde muy joven en los pozos de carbón de la región, en donde varias veces sufrió derrumbes que le causaron heridas y pusieron en peligro su vida.

Las condiciones que existen en el fondo de las minas son muy hostiles y agresivas para quienes se dedican a la extracción de carbón, aunque el pago que reciben, muy superior a los que tienen trabajadores de otros sectores como las maquiladoras, hacen atractiva esta actividad.

En charla con EL UNIVERSAL, don Sebastián y dos de sus hijos, Sebastián y Rogelio, quienes también han trabajado en las minas, nos hablan de las condiciones en que se trabaja a más de 50 metros de profundidad.

“Como se dice aquí, es una chinga bien dada allá abajo, uno se la pasa de rodillas tumbando carbón. Hay que ponerse rodilleras porque de repente la piedra está arriba y el carbón está abajo. Muchos piensan que es un trabajo equis, pero no saben la friega que se lleva uno”, señaló don Sebastián.

Sus hijos advierten que no cualquiera se mete a trabajar de minero, pues se requiere tener mucha fuerza física y mental para soportar temperaturas superiores a los 50 grados y profundidades de más de 85 metros, donde incluso, se padece la falta de aire.

“Ya cuando andas a más de 150 metros [de profundidad] ya no entra el aire aunque inyecten oxígeno. Hay que salir a tomar aire. Unos salen vomitando, otros salen a rastras”, resaltan los jóvenes mineros, quienes se dedican al oficio de “hueseros”, es decir, a separar las piedras del carbón recolectado.

“Mi papá se salvó de varias inundaciones y derrumbes. La última vez ya no quiso nada, llegó todo descolorido, con los ojos pelones, ya merito no la contaba. Ese día mi papá llegó a la casa todo pálido”, recuerdan.

“Salí de ahí golpeado y noqueado, se venía derrumbando la tierra”, comenta don Sebastián, quien muestra las cicatrices que le quedaron en brazos y piernas.

“Un camarada de nosotros se quedó allá abajo. La tierra venía tronando los marcos y ya cuando iba a llegar a ellos fue cuando más nos enconchamos”, dice sobre el momento más difícil que ha vivido y que lo obligó a pensionarse.

Destaca que además de los accidentes también hay peleas por el carbón. “Se dan de golpes allá abajo, porque se pelean por echar el carbón”.

Y es que los mineros reciben a la semana un pago de 3 mil pesos para arriba, más del doble que en una maquiladora.

“Nosotros como hueseros ganamos mucho menos, 800, 900 pesos máximo [a la semana]. Por eso dicen por aquí, ‘arriesgan su vida por una miseria’, pero el oficio de carbonero, ahí sí mis respetos”, afirma Sebastián hijo.

“Dicen aquí que si entras a trabajar a una mina, quién sabe si vas a salir”, recalca.

Por ahora, don Sebastián recibe una pensión de apenas 690 pesos mensuales por motivos de salud, pero en unos años más le llegará completa.

El Universal

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