Entre mutilados y reporteros detectives, la crónica roja desaparece

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Una mañana todavía en penumbras grises, en una zona entre piedras, metros adelante de un río muerto, seco, en una ermita improvisada, más de una veintena de personas murieron envenenados por gas butano.  

Acodado en una mesa, frente a una taza de café negro, más de 20 años después, el periodista Raymundo Rocha, refresca la memoria, con un relato de novela policiaca.  

Esos relatos que hacen del personaje, el eje central de la información, son piezas literarias que muchas veces se hacían por la noche, en atmósferas de un detective, y el humo de cigarro, en el que se vislumbraban las palabras que hacían las imágenes tangibles, vistas en el accidente, el asesinato, la riña, el pecado o la muerte.  

Las atmósferas son muy importantes, en veces baja la mano y con dos dedos apuntilla sobre la mesa, las ideas que  recuerda de sus experiencias, y soltar un solemne: sí, la crónica roja desaparece en estos días.  

Cada quien, es personal, puede tener su impresión de que en los rotativos o cualquier otro espacio, mantenga la conveniencia de ese tipo de piezas que hace décadas dieron fama a Truman Capote, y convirtió en obligada lección de periodismo, la lectura de A Sangre Fría. 

Muy profuso en su anecdotario, la extraordinaria memoria que capta los detalles y descifra en observaciones sherlockholmesinianas, un gran cronista reconstruye lo mismo un incendio en el mercado República que cobijó de cenizas el aire suspendido y derritió el plástico de las suelas de zapatos, o el cataclismo del mediodía en que presos de la penitenciaría de avenida Juárez, cargaron por los aires, el cadáver de un secuestrador asesinado, ajusticiado por ellos, tras el asesinato de un integrante de la familia Cervantes.  

– ¿La crónica roja desaparece? 

Yo creo que sí, algo que siempre distinguió a la crónica roja, la policiaca, vamos a partir del hecho de que el reportero, antes, iban al lugar de los hechos, tú estabas en el periódico, un trabajo de 24 horas, tú estabas en este momento en un convivio, te hablaban, y ni modo maestro, oye que se está incendiando el mercado, o que hay un accidente, y pues va, nos vemos. 

Entonces ¿eso qué te permitía?, el que el reportero tuviera todos los elementos para hacer un buen relato, una buena crónica, llegar a la redacción, y además de los accidentes diarios, el que chocó y se dio a la fuga; o que hubo un desconocido atropellado en la madrugada; o los partes de prensa que así se llamaban; tú ya traías los elementos, para una buena crónica.
Una buena crónica roja, en la que relatabas cómo estaba el lugar, que describieras los familiares de las víctimas, en el caso de un homicidio, los otros elementos: la veladora, cómo le lloraban, los operativos. 

Muchas situaciones que te daban una buena crónica. Hoy ya no, la dinámica es muy distinta. Para empezar los reporteros ya no van al lugar de los hechos, o son muy pocos. 
Oye, pues qué pasó ésto, pero ahorita llega el boletín de la Fiscalía. Mejor me espero, ya no traes los elementos. ¿Qué vas a escribir si no sabes?, ¿de algo que no estuviste, de algo que no te consta?, 

Nada. Lo que escribes es lo que te dicen: La Fiscalía investiga el homicidio de dos individuos, masculinos, en los que al parecer sucedió… 

Pero si tu fueras, al lugar de los hechos, escribes si Fulano o Sutano, el Cremas, fueron ejecutados… 

Raymundo Rocha se reacomoda, no distrae la charla ni cuando mira a través del ventanal, para ver qué sucede en la calle donde siempre pasa algo.  

– Ya se hace otro tipo de relato. Ya es otro tipo de relato.

Entonces, sí. La respuesta es que se está perdiendo. Rara vez, las lees como una verdadera crónica. Los medios nacionales, han tratado mucho de rescatar la crónica, y por eso, creo que sobreviven en muchos de ellos, no solo en la policiaca, sino en todos los aspectos, porque siempre hay que estar ahí. En línea, ya es muy difícil.  

Sí se está perdiendo. Los periódicos que la mantienen, o que tienen una cobertura de la nota roja, por eso son los que tienen más éxito entre la gente. Ahora con todo lo que hay en leyes, protección de datos, ya no se puede meter mucha información. 

– El sistema de justicia penal, actual, en el que se exige cierto cuidado, ¿sí impactó mucho?, ¿Cómo adaptarse a eso?. 

Yo creo que los reporteros siempre debemos ir sobre cualquier obstáculo, eso implica el sistema de justicia penal. Sí, protege derechos. Sí, acota y limita, Pero hay alternativas.Antes se llegaba al Ministerio Público, y en los escritorios de las mesas estaban todas las carpetas de todas las denuncias. Tú llegabas, y te leías un libro diario. Pero es lo que te digo: ibas, y tenías toda la información. 

Pedro, con edad tal, tantos años, vivo en tal, que anoche tenía que salir de trabajar, caminaba por la calle tal, cuando dos individuos, con apariencia sospechosa, y aspecto pandilleril, me abordaron por la espalda y… Esos eran los elementos para hacer un relato, una novela policiaca.  

Cuando ibas a tú redacción, tenías toda esa información. Tu nota era muy completa. Ahora ya no, solo tienes que Pedro N., y poco más, no puedes meter más información. 

Hoy, tienes que ir en la crónica, un poco más allá a todo eso, porque a final de cuentas lo que la gente busca son historias, los detalles, y es una situación relatada que incluso los que leen se plantean eso, el que ya lo viviste, le pasó eso a mí mamá, que a mí hermano, que a mí amigo. 

Claro, se puede ir más allá, pero respetar las nuevas exigencias, pero puedes utilizar más recursos, ser más descriptivos, buscar más opciones, acercarse lo más posible a la persona central de la información. 

– Es enriquecer los relatos, para que no se caiga en eso de ver cada caso, como una cifra delictiva más.
La crueldad de ser solo una cifra. 

Exactamente. En una historia le tienes que poner identidad. Para que no hables solo como si fueran números. 

Otra taza de café. Ese sabor de los antioxidantes, también posee la extraordinaria facultad de recrear en las pláticas, esos días del ayer.  

– Empezaste en la crónica roja muy temprano. 

Fíjate que sí, Yo estaba en la preparatoria 3 de la UASLP, en avenida Industrias. En esa época de conflictos. Yo me quedaba a jugar fútbol, en la selección de la prepa. Y en una temporada de vacaciones, mí familia es de periodistas, un tío subdirector de El Heraldo de San Luis, para no andar de vago, me dijo, vente al periódico. 

A los 16 años, en esas vacaciones, sin tener idea de cómo redactar una nota, empecé a ir temprano a la redacción, a las 9:00 o 10:00, es una hora en la que están solas. 

A mí me daban una convocatoria de los juegos del fin de semana, y me pedían hacer una nota, a mí lo que me entusiasmaba, me emocionaba, era estar ya en el hecho de utilizar una máquina de escribir. ¿Qué hacía? La liga Tangamanga, programó para el fin de semana el siguiente rol. Lo transcribía, por falta de técnica. El subdirector me reprendía por eso, me pedía más investigación, escudriñar lo que eran las banderas, los periódicos encuadernados que ya casi no se utilizan ni como consulta.  

Un día, por la mañana, hablaron a la redacción, desde una funeraria preguntando por el reportero de la fuente, para decirle que había una persona fallecida en tal lugar. ¿Por qué te llamaban de funerarias?, porque al redactar estas notas, su mención, representaba publicidad indirecta para ellos. 

Me comuniqué con el jefe de información, para comentarle ese caso, ¿Qué quieres?, me respondió. Le dije que no estaba el reportero y reviró ¿y tú qué eres entonces? En defensa expliqué que yo era reportero de deportes. 

Su respuesta fue: el reportero es reportero, te me vas ahorita. 

La escena: Balcones del Valle, edificio, departamentos, con policías. Lo que sucedió fue un agente de ventas, ingirió bebidas alcohólicas, broncoaspiró, se ahogó, y tenía cuatro días de fallecido. Mí primer nota policiaca era una persona con varios días de fallecido.

Y olía, no tienes idea.- Es lo que se busca en la crónica roja, la reconstrucción de las atmósferas. 

Es lo que te digo, todo lo que te platico, no te lo dice un boletín. Cuando llegué hice el relato, con los detalles, llegó mí fotógrafo, Pérez de Santiago, el Negro 26, y ahí arme la nota, en el año de 1987: Agente de ventas, muere por asfixia. 

Acorde a mis capacidades, pero les gustó el texto, lo que se combinó con que el titular de la fuente no regresó, y me asignaron a mí, pero ya directamente en el Edificio de Seguridad.Ahí es otra historia, te encuentras con tipos que tienen toda la vida en la policiaca, tienen todos los contactos, los enlaces con los operadores de los cuerpos de emergencia, el éxito de un reportero, yo creo que está, en más que de cómo escribes, en cómo te enteras.
Si no te enteras, no escribes. 

Un reportero es como un detective, tienes que tener a la lavandera, al lavacoches, a todos aquellos que te dan las pistas que rastrear para armar tú relato. 

– ¿Cuál es la atmósfera de la fuente policiaca? 

Para empezar es la más dinámica que hay, porque es de 24 horas, el resto de las fuentes tienen relación con ella, en los Congresos con frecuencia van que al código penal, con reformas; las investigaciones contra ex servidores públicos, están en ese ámbito; deficiencias en los hospitales, gente que muere por las razones que sean… 

En cualquier momento están pasando cosas, los reporteros están en un monitoreo constante de las radiofrecuencias, con una clave, en las civiles que se pueden utilizar, no las encriptadas de las corporaciones.    

Al ser muy dinámica, las 24 horas tienes que estar alerta. –

¿Condiciones? 

Todas. Una ocasión en un bocho nos metimos por un río sin agua, en el municipio de Venado, para armar el relato de un suicidio colectivo, u homicidio colectivo, por una secta gringa; vino un grupo de esos que adoctrinan, encerraron en una capilla a varias familias, fueron veintitantos muertos, lo que sucedió es que les abrieron las llaves del gas. Y se fueron, los dos,  

¡dejaron a esas personas morir ahí!  

– Ahora, desde luego, las condiciones han cambiado. 

Sí, es igual de dinámica, pero se ha vuelto extremadamente peligrosa. Yo platico de lo que yo conocí pero es muy diferente, antes andábamos en los operativos. El convoy, en la noche, en las riñas pandilleriles de la Progreso, la Satélite, la Simón Díaz, esas eran las notas fuertes. Hoy es muy peligroso ser reportero, más en la policiaca.  

Hay una nueva condición con la amenaza de la delincuencia organizada.  

Es muy complicado. 

– El manejo informativo, en la crónica roja, también es distinto, con esas planas enormes, muy, muy expresivas, quizá hasta grotescas. 

Recuerdo que una vez, en Santa María del Río, un autobús chocó por alcance con un tráiler. Esa vez el fotógrafo no pudo ir, llevé una cámara, aún de película. Cuando llegué empecé a tomar fotografías, así, llegas y empiezas, no preguntas. Al día siguiente, en el periódico pido revelar el rollo del que salen como cinco buenas fotografías. El resto no servía, porque además era de noche, tenías que abrir todo el lente y ajustar la velocidad. Y lo combinas con el flash. Entre las fotos salen cuerpos desmembrados, entre los restos del autobús, y que yo no vi. El flash es lo que le dio vida a esas imágenes.  

Cuando llevó las fotos al director que antes sí se involucraban en la edición diaria, eran los verdaderos editores, reconoció el trabajo. ¿Qué se veía en la foto? Cuerpos destrozados, incluso de menores, sentí culpabilidad, pensé que no podemos exhibir a la gente así.
Pero te acostumbras al olor de la sangre, al de la muerte. 
No te vuelves insensible a las tragedias de las personas, pero es tú trabajo. 

La respuesta del director fue en aquellas épocas: el periodismo rojo tiene que causar sensaciones, cuando se abre la plana, debe generar náusea en el desayuno. 

– La crónica roja pide estómago… 

Sí, pero se te va haciendo. Al que no le da para eso, pues mejor que no se dedique a eso, yo llegue al grado de estar apto para desayunar en el desarrollo de una autopsia, en lo que antes se conocían como Servicios Médicos Forenses. 

Porque esa es la otra. La crónica roja no termina en el lugar de los hechos, sino cuando ya hubo una autopsia, sobre todo cuando hay dudas.  

Un caso de un joven que en el exterior de un mercado muere, y se plantea que fue por congestión alcohólica o hipotermia. En la autopsia, en el SEMEFO, pregunté y me dicen que tenía un hoyo en el hombro, raro, sin hematoma, pero no se trataba de lesión de arma blanca; apuñalado, se hubiera desangrado.  

Era un balazo.  

El balazo correspondía a una bala calibre .22, es una de las más peligrosas, dentro del cuerpo recorrió el torrente sanguíneo y provocó más lesiones, hasta acabar en el talón. 

– Como el caso reciente de Pedro Carrizales “El Mijis”. 

¿Qué te dijeron?, aún que la semana pasada tenía señales su teléfono celular….Pero para regresar, más que tripa, es tú trabajo. –

La crónica roja, también es de mucho cigarro. Por la noche. 

Ahí aprendí a fumar, por las desveladas, No puedes conciliar el sueño por la actividad. Yo dormía con el radio prendido, aprendes a dormir mientras tú subconsciente capta lo que sale en la frecuencia, el siseo de las claves, te despertaba y te ibas al teléfono.  

En los servicios de emergencia pedías reporte, si te decían es un autobús chocado, a 100 kilómetros, en el crucero de El Huizache. Eso era por lo general muy obsequioso para hacer la crónica. Con lluvia, con frío, como fuera. También despertabas al fotógrafo. Y a llegar, y hacer tú trabajo.

El Exprés

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