Casi como que se ofende la cantautora Julieta Venegas cuando se le pregunta si ha pensado en irse del país donde nació hace 44 años y donde desarrolla desde hace más de dos décadas una exitosa carrera profesional.
Oriunda de Tijuana, un ciudad fronteriza donde se hizo bilingüe y aprendió a valorar, gracias a sus padres, el valor de una nacionalidad de la que nunca ha dudado, fugarse de un territorio que arde en estos tiempos que califica “durísimos” no es una opción para la autora de “Limón y sal”.
Por estos días presenta su disco Algo sucede, el séptimo de estudio en su larga carrera, para el que ha elegido al argentino Cachorro López (Andrés Calamaro) y ofrecer así una producción fresca y a la vez osada, con un sólido entramado instrumental gracias a músicos muy respetados como el baterista Yamil Rezc y el saxofonista Dan Zlotnik, entre otros.
Canciones como “Ese camino”, además de mostrar su afición a la música brasileña la consagra como la cantante exquisita que siempre ha sido y que hoy llega a estos tiempos oscuros de México con una música luminosa y un compromiso inusual con la calidad artística, elemento que por otra parte siempre la ha caracterizado.
El punto de partida para hacer sus canciones es el piano y las canciones nuevas le llevaron aproximadamente cuatro meses de elaboración, antes de empezar con los demos y luego seguir con la grabación.
“Siento que esta tristeza que vivimos ahora no era conocida. Siempre tuvimos muchos problemas, pero lo que pasa ahora me duele más”, dijo la artista hace dos semanas, en el marco de una conferencia de prensa llevada a cabo en el Teatro de la Ciudad.
Reveló también que las canciones “Explosión” (dedicada a los desaparecidos) y “Una respuesta” son reflejos de su estado de ánimo a propósito de la dolorosa situación que vive México.
“La realidad nos sobrepasa, nos sobrepasa la poesía, pisotea las palabras, no te alcanza lo que dices y lo que escribes para lo que ves. Siento una tristeza que no sabía que iba a sentir. Es muy duro. Cuando pasó lo de los 43 de Ayotzinaba estábamos de gira con Los Tigres del Norte y no tuve ganas de pararme frente al público para cantar “Limón y sal”. Y lo dije: – Ahora no tengo la canción que exprese el dolor que siento”, afirmó entonces la artista.
Hoy, cuando el disco Algo sucede es una realidad y promete volverla a poner en el centro de la escena musical, mostrando los mejores brillos de su madurez creativa, Venegas recibe a SinEmbargo en el pequeño pero coqueto hotel María Condesa. Van y vienen asistentes y fotógrafos, pero tantos años de tabla le permiten concentrarse en la charla, de la que damos cuenta a continuación.
–Hay una notoria evolución en tu manera de componer…¿lo ves así?
–Sí, traduzco eso en que me siento cada vez más yo, más compositora. Mi punto de partida para los discos es la composición; todo lo demás es la segunda etapa. Compongo solo al piano y no me preocupa el arreglo ni nada de eso. Hago la canción y después la empiezo a vestir.
–¿Crea desafíos todavía la interpretación?
–Es que para mí siempre la interpretación ha representado un desafío, porque nunca me he sentido una cantante. No es que tenga una voz así grandilocuente y el mundo tenga que conocer mi expresión. He tenido que aprender la expresión y encontrar mi personalidad también en la interpretación. De alguna manera escribo de acuerdo a mi expresión. Me ha tomado muchos años sentirme cantante, durante muchos años sufría como cantante. Armaba toda la composición, a la hora de llegar al show, sentía que engañaba a todo el mundo.
–Pero engañaste a mucha gente, a Lenine, a Calamaro, a tanta gente que te invitó a cantar con ella…
–(risas) Sí, engañé a mucha gente. Otra cosa que digo es que soy una pianista disfrazada de acordeonista. Voy entendiéndome con los papeles que me gusta hacer y como me gusta mucho cantar, ahora lo disfruto mucho más.
–Ahora bien, engañando a mucha gente también fuiste una de las artistas más imitadas de los últimos tiempos
–Leí el comentario que escribiste el otro día al respecto y tengo que decirte que la verdad nunca lo he sentido así. En todo caso si he dejado algún tipo de huella, que no me corresponde por otra parte sólo a mí, ha sido el de salir a cantar y a componer en un tiempo que no había muchas mujeres dedicadas a ese oficio. Quiero pensar que ayudé un poco a abrir ese campo, el de alguien que ve siempre adónde va en su carrera artística. He tenido la suerte de trabajar siempre con gente que respeté y respetó mi trabajo; primero Gustavo (Santaolalla), luego Coti, Cachorro (López), nadie me ha querido imponer nadie. Siempre he sido yo y la disquera ha tenido que lidiar con ello.
–Hace mucho tiempo que estás con Sony…
–Bueno, Sony ya no es mi disquera sino mi distribuidora, un nuevo vínculo que se dio de manera muy natural. Armé un equipo con mi manager, Juan Pablo Ohanian, hace unos 15 años y encontramos que teníamos ganas de probar otra fórmula. El disco es nuestro, el equipo de Management es nuestro, pero eso no me da para decir ahora a los cuatro vientos ¡Ahora soy independiente!
–Está muy bien aliviar ese peso, alivianar es un concepto muy mexicano, muy bueno, porque siempre nos quejamos, pero no llegamos a nada con eso
–El respeto te lo ganas cuando lo buscas, no cuando lo reclamas. Me he ganado mi lugar a fuerza de canciones, no a fuerza de decir “soy mujer”, “soy compositora”. No quiero que los años transcurridos, los discos hechos, sean un peso para mí. Cuando me siento a escribir un disco, me viene una especie de amnesia y empiezo totalmente de cero.
–¿Encuentras malinchismo en las redes sociales?
–Es que quizás somos todos un poco malinchistas, porque culturalmente estamos invadidos por países que son primermundistas. Sí creo que lo que han hecho las redes sociales es crear opinólogos de 140 caracteres. De repente te llegan cada “opiniones”, tienes que aprender a discernirlas.
–¿Lees lo que se escribe de ti en las redes?
–Sí, pero no me lo tomo en serio. Trato de que me resbale, tanto lo bueno como lo malo. Es verdad que a lo mejor te quieren más cuando eres de fuera, pero en el contacto con el público mexicano, no siento malinchismo, la verdad, no siento que se duplique la crítica por ser de aquí.
–Argentina es tu segundo país, ¿verdad?
–Hay mucha empatía artística con Argentina. Desde mi primer disco, trabajé con Gustavo Santaolalla y siempre he colaborado con muchos artistas de allí.
–Eres recatada y discreta a la hora de emitir opiniones políticas
–Tampoco me siento que ahora sí, finalmente, tengo mis 140 caracteres para opinar de todo, pero cuando me preguntan al respecto, jamás evito el tema. Hay gente que le importa saber qué opina alguien como yo y hay otra que me dice que directamente me dedique a cantar, que es la manera que tienen de descalificar las opiniones de todo el mundo. Pero no puedes vivir desconectada, mucho menos desconectada de México, donde estamos pasando momentos súper duros e inciertos. Nadie puede hacerse el desconectado.
–¿El arte qué puede hacer por México?
–Es una pregunta que siempre me hago y no encuentro fácilmente la respuesta. Sé que el arte nos redime como seres humanos, de eso no tengo dudas, pero no sé si puede sacarnos del hoyo como país. El arte nos ayuda a entendernos, ahí viven las afinidades entre nosotros y fuera del arte se expresan las diferencias. Cuando consumimos arte, no pensamos nada más que en cantar juntos y eso es una salvación.
–“Nadie sale vivo de aquí”, dice una canción del rock en español…
–Pero ese no tiene que ser nuestro miedo mayor aquí y ahora. Para mí el miedo mayor lo da el hecho de que hemos construido un país sin oportunidades para los jóvenes. Que un joven diga que es mejor meterse al narco, porque no hay otra opción mejor. No hemos construido un país con convicción política o con convicción espiritual. No creemos en los políticos y no pensamos que nos puede salvar nuestra rica cultura mexicana. Siempre hemos sido un país violento, pero ahora hay una falta total de respeto por la vida. Me deprimí mucho cuando pasó lo de Ayotzinapa, pero no por pensar que me podía pasar a mí, sino porque no lograba responder la pregunta de cómo podía estar pasando eso. Esa pregunta nos la hacemos muchos mexicanos. Se pueden hacer cosas terribles y nadie va a pagar por ello. Siempre hemos sido un país corrupto y esa corrupción ha derivado en este estado de las cosas donde estamos todos metidos en el problema.
–¿Pensaste en irte a vivir a otro lado?
–Por suerte no. Y la verdad es que me molesta que me hagan una pregunta semejante. Lo que quiero es ver cómo le hacemos, si me voy el problema no va a cambiar. Cuando me preguntan, hasta me duele. Se siente feo. Me lo preguntan mucho en España, adonde llegan las noticias más feas.
–Tijuana, en cambio, está preciosa
–Extrañamente y por diferentes circunstancias se ha ido moviendo del lugar en donde estaba, que era la ciudad más obvia para que se convirtiera en una ciudad por demás violenta y ahora en cambio hay lugares que están mucho peor. Creo que la clave es que Tijuana no está aislada y los sitios que están aislados sufren más. Allí puede pasar cualquier cosa.
–¿Qué haces cuando vas a Tijuana?
–Como, aunque no como mucho de la comida tijuanense, es decir, la carne, porque soy vegetariana. Pero un clamato por lo menos lo echo. La ciudad mal construida, su clima, el aire que te da el mar, el polvo, me hacen sentir en mi casa. Tijuana es el lugar donde crecí, está llena de recuerdos de mi vida. La gente realmente es rara. Somos norteños, bilingües, biculturales, crecí escuchando música anglosajona, habló inglés perfectamente y nunca estudié el idioma. Absorbes mucho de la vida cotidiana de los Estados Unidos.
–Esta diferencia abismal, por ejemplo, entre un tijuanense y un chiapaneco, ¿explicaría la disolución social que hay en México?
–Sí, no solamente entre un chiapaneco y un tijuanense. Hay mucha separación entre estado y estado. Que se las arreglen los de Guerrero, porque son de allá y así piensan todos. Estamos muy fragmentados como país. Si no te ves como un país solo, no se arreglarán los problemas. A la gente se le olvida que somos un país muy grande y diverso y creen que somos personas que no tenemos nada que ver la una con la otra. Eso lo sentía mucho en el norte, la verdad. En Tijuana, para mí era más cercano San Diego que el DF y cuando vine al DF supe lo que era una ciudad de verdad y me enamoré. Hace 20 años que vivo aquí.
–¿Qué es lo más mexicano que sientes?
–El arte, ahí sí que nos salva el arte. Frida Kahlo, Diego Rivera, la música de José Alfredo…
–Ahora mismo habrá una niña en Tijuana que cante alguna de tus canciones y otra en Chiapas que haga lo mismo…
–Es cierto. Las canciones nos unen. A todos nos gustan los clásicos, todo el mundo se habrá cantado un tema de Juan Gabriel en las borracheras, en la música nos encontramos. No bailamos. A lo mejor bailamos una cumbia para bailar en solitario, pero no lo hacemos juntos, como en Brasil…
–Bueno, Brasil es Brasil y como diría Juan Villoro, todos en el fondo queremos ser brasileños
–¡Sí! Me llamó mucho la atención una vez que fui a bailar samba con Marisa Monte y yo veía en el lugar bailando todos con todos.
–Se armó un debate acerca de lo que Juan Pablo Proal llamó “la generación Zoé”. ¿El rock tiene que dar cuenta de lo que está pasando?
–Es un debate. Siento que el arte tiene que ser egoísta y estético ante todo, para que no se convierta en algo funcional. Una canción tiene que nacer en el alma, para que sea verdadera y llegue a las personas. Hay gente que sabe unir sus convicciones políticas con el arte que ejerce, pero no son todos los casos. Yo no sé hacerlo. A veces ha coincidido, pero no es lo habitual.
–Como ahora, que tienes dos canciones dedicadas a la realidad en tu nuevo disco
–Sí, pero no digo que como lo hice todo el mundo lo tiene que hacer. Lo hice porque era lo que sentía, pero no fue fácil, lo fácil para mí es la metáfora, la florecita. Simplemente estoy conectada con el mundo y eso es una responsabilidad que nos cabe a todo, la de no ser irresponsables e indiferentes, no sólo a los músicos.
–Si te digo que estás muy bonita, es una apreciación de género, porque a los artistas varones no les hacemos tales comentarios
–(risas) Bueno, me gusta estar bien. Lo disfruto. No me siento obligada a verme de una manera. Tengo 44 años y toco con tacones, puesto que así soy. Salir coqueta al escenario es algo que me gusta. Disfruto sentirme femenina, es algo que asumo y y no tengo conflicto con ello.
–Decía Andrés Calamaro que uno de sus sueños era estar en el programa de Jools Holland
–¡Ay, quién no! ¡Yo estuve a punto de tocar en el programa de Jools Holland! Fue durante una gira por Londres y luego no sé qué pasó con la logística que no se pudo hacer y lo sentí mucho la verdad. Con respecto a mi carrera internacional, la verdad es que no tengo metas. Ahora tengo una hija de cinco años y toda mi gira se planifica en torno a ella. No hago giras tan largas y siempre le digo a mi equipo que lo que tengo que ser será.