Estados Unidos, 100 años de espiar a México

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World’s Work, pero también con el encargo de informar a Wilson de lo que viera. El trabajo de Hale, ahora conocido, se complementaba sin embargo, con lo que otro grupo dedicado a descifrar códigos, hacia el norte de México: interceptar copias de los telegramas de generales revolucionarios y federales mexicanos, en un programa que se estima ocurrió entre 1913 y 1914 a cargo de lo que entonces se llamaba “el cuarto oscuro”. De acuerdo con el historiador James Bamford, ése fue un antecesor remoto de la actual Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Wilson y sus agentes protagonizaron en 1915 otra intervención en la vida política mexicana, cuando se enteraron de que el derrocado Victoriano Huerta, alentado por los alemanes, buscaban regresar a México. El interés alemán era obvio: evitar el ingreso estadunidense a la guerra europea. Años más tarde, los informes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) ayudaron a evitar que los nazis y sus simpatizantes en México tuvieran un impacto mayor. La nacionalización de la industria petrolera en 1938 provocó choques con los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra y Holanda, que organizaron un boicot de la producción mexicana -que no fue acatado por los países del “eje”, Alemania, Italia y Japón- hasta 1940-41. La Guerra Fría contribuyó a que México se convirtiera en un escenario importante, no sólo para los organismos de espionaje estadunidenses sino para muchos de otras naciones, de la Unión Soviética a Cuba, pasando por Francia, Gran Bretaña y probablemente muchos más. El “control”, dentro de lo posible, recayó en la Secretaría de Gobernación, que como encargada de seguridad interior se convirtió en  el eje de intercambios y del contraespionaje en México. Pero fue también la época en que de acuerdo con las prácticas de las agencias policiacas estadunidenses, comenzó el uso de informantes pagados –en dinero o de otras formas– frecuentemente integrados en organismos de seguridad del gobierno mexicano. Uno de los más famosos en su momento fue Miguel Nazar Haro, cuyo vínculo con la CIA fue conocido después de que fuera acusado de encabezar  una banda de ladrones de automóviles de California hacia México. Claro que fue también la época en que algunos funcionarios mexicanos colaboraban con los estadunidenses, como ocurrió cuando Humberto Carrillo Colón fue destacado a La Habana y desde ahí enviaba reportes a la CIA estadunidense. La presencia de agentes estadunidenses en México fue dramatizada en 1985 cuando el agente Enrique Camarena, de la Agencia Antinarcóticos (DEA), fue secuestrado, torturado y muerto por orden de Rafael Caro Quintero. La “Guerra contra las Drogas” incrementó la colaboración entre los dos gobiernos y la presencia abierta de agencias de inteligencia estadunidense –aunque sin duda hubo también un equivalente de actividades encubiertas–, representadas por el edificio que en Reforma 265 albergaba aún a las diversas agencias participantes en intercambios de información con las autoridades mexicanas.       http://www.excelsior.com.mx/global/2013/07/02/906859]]>

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