Extinción reversible

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Revivir criaturas prehistóricas extintas como los dinosaurios parece una fantasía científica como la que plantea Michael Crichton en su famosa novela Jurassic Park, que él mismo adaptó a la pantalla grande para dar forma a la taquillera cinta de Steven Spielberg.

En este filme de 1993 un excéntrico millonario se apoya en un equipo de genetistas para dar forma a un parque de diversiones en la Isla Nublar, el cual es habitado con dinosaurios clonados a partir de fragmentos de ADN. Pero los planes se arruinan cuando pierden control de los sistemas de seguridad y los animales comienzan a atacar a los humanos.

En la vida real, los genetistas consideran imposible clonar un dinosaurio, pues su información genética no podría preservarse durante periodos tan prolongados (esos seres probablemente se extinguieron hace 65 millones de años, tras el impacto de un meteorito en el actual Chicxulub, en Yucatán).

Sin embargo, la resurrección de especies con menos de 200 mil años de antigüedad es factible. Al menos es la visión de grupos de investigadores en todo el mundo, quienes se empeñan en revivir al emblemático mamut y a otros animales desaparecidos hace pocos años como la paloma pasajera, el Tigre de Tasmania o la rana australiana.

“Muchas especies pueden ser reclasificadas ahora como corporalmente, mas no genéticamente extintas. Ya están muertas, pero podemos recuperar su ADN de especímenes de museos o a partir de restos fósiles incluso de 200 mil años de antigüedad”, afirma el genetista Stewart Brand en un artículo para National Geographic News.
A fines de marzo pasado la National Geographic Society patrocinó un congreso en Washington, donde especialistas de todo el mundo discutieron los alcances de esa técnica.

En 2011 Akira Iritani, de la Universidad de Kyoto en Japón, anunció un audaz plan para lograr la clonación de un mamut lanudo dentro de un plazo de 5 años. En principio es posible, pues esto se ha hecho con animales actuales a partir de tejidos vivos. Pero lograrlo con especies desaparecidas conlleva grandes retos científicos y, sobre todo, éticos.

Vías de resurrección

Cuando el furor por Jurassic Park seguía vivo, el mayor genoma que habían descifrado los científicos correspondía a un virus; más de veinte años después se ha logrado la secuencia genética de cientos de animales, así como la clonación de numerosos mamíferos (la oveja Dolly fue un logro pionero en 1996) a partir de una célula somática adulta.
Otro de los ensayos más sonados tuvo lugar el 30 de julio de 2003: investigadores de España y Francia desafiaron a la evolución y en un salto atrás en la historia natural lograron “revivir!” al último bucardo o cabra de los Pirineos (Capra pyrenaica) a partir de células preservadas en laboratorios.

El equipo liderado por José Folch inyectó el ADN nuclear de ese material preservado dentro de los óvulos de cabras que antes fueron vaciados de su propia información genética. Luego los implantaron en el útero de cabras actuales, que actuaron como madres sustitutas.

Los investigadores sólo lograron un clon de bucardo que vivió durante unos 10 minutos (tras 57 implantaciones, de las cuales obtuvieron 7 embarazos, 6 de ellos inviables) debido a serios problemas para respirar. La necropsia reveló que el animal tenía un gigantesco lóbulo extra en uno de sus pulmones.

 

A pesar de todo, el ensayo mostró que la “resurrección” de especies con escasa antigüedad no es imposible. En forma paralela, otros grupos de genetistas despliegan su arsenal de conocimientos para intentar revivir a criaturas tan legendarias como el pájaro Dodo, la cotorra de Carolina o el rinoceronte lanudo.

Y dentro del Projecto Lázaro, científicos liderados por Michael Archer, de la Universidad New South Wales en Australia anunciaron en marzo otro gran hito: la reactivación del ADN de una rana australiana (Reobatrachus silus) extinta en 1983. Aún no clonan al animal, pero indujeron la multiplicación de sus células.

“Reactivamos células muertas y logramos revivir el genoma de la rana extinta en el proceso. Ahora tenemos células criopreservadas que serán usadas en futuros experimentos de clonación”, expresó Archer en un comunicado de dicha universidad.

Viable pero… ¿ético?

El equipo de Archer recuperó el ADN de la rana australiana a partir de tejidos recolectados en 1970 que se mantuvieron en congelación. Luego tomaron óvulos de una rana pariente lejana de la australiana y reemplazaron los núcleos de los mismos con el material del anfibio extinto.
Los embriones generados sólo vivieron pocos días; pero el trabajo evidenció una vez más que la barrera de la extinción biológica no es infranqueable: “mostramos la gran promesa que esta tecnología genética tiene como herramienta de conservación mientras cientos de especies de anfibios están en declive en el mundo”, comentó Michael Archer.

Junto con él, muchos otros entusiastas (entre ellos biólogos, paleontólogos y miembros de grupos conservacionistas) esperan ver materializados pronto los resultados de estos procesos que ciertos analistas han comenzado a llamar “des-extinción”. El entusiasmo es tan grande, que un equipo de científicos rusos ya proyectó la construcción de un parque del Pleistoceno en Yacutia.

“Para los paleontólogos, el sueño dorado sería tener un fósil viviente que nos permitiera estudiar aspectos de su genética, como los cromosomas”, pondera el también director del Museo de Geología de la Máxima Casa de Estudios.

Si se “revive” a esos ejemplares extintos podrían ubicarse con mayor facilidad en el espacio y el tiempo al que corresponden de acuerdo con su especie (se facilitaría integrar su filogenia), ya que ordenar a los seres vivos sigue siendo uno de los más grandes retos para los estudiosos de la vida presente y pasada.

Pero más allá de que sea viable clonar especies extintas, que Espinosa pone en duda (“no hemos visto aún manadas de ovejas Dolly”, dice) el investigador considera que es menos costoso conservar las especies que recuperarlas una vez extinguidas.

http://www.eluniversal.com.mx/articulos/77050.html

 

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