‘‘García Luna trabajaba para el ‘narco’ y no el ‘narco’ para él’’

“Nosotros no trabajamos para Genaro García Luna, García Luna trabaja para nosotros”, le informaron sus nuevos jefes del cártel de Sinaloa a Israel Ávila, hoy testigo protegido, quien también reveló que había visto registros contables de pagos multimillonarios de ese grupo criminal para el entonces secretario de Seguridad Pública.

Ávila, quien fue operador, contador y sicario del cártel de Sinaloa, llegó este martes a la corte federal en Brooklyn en uniforme de reo verde-gris, para declarar en el juicio al ex funcionario mexicano.

Cumple una condena de 15 años de prisión en Estados Unidos y es el tercero de varios testigos cooperantes, de quienes se espera que declaren haberse enterado de sobornos multimillonarios del cártel de Sinaloa, eje de los cargos que enfrenta García Luna en este proceso.

Bajo interrogatorio de la fiscal asistente Erin Reid, Ávila declaró que había múltiples pagos, asignados al ex funcionario, registrados en los libros de contabilidad de la fracción del cártel de Sinaloa con la que trabajaba. Agregó que la partida mayor que pudo ver fue de 5 millones de dólares, pero que también había de 3 millones, de un millón y de 1.8 millones, entre otras.

Indicó que en esos libros de contabilidad no se identificaba a García Luna por su nombre, sino por apodos como El Tartamudo y Metralleta. Informó que los pagos de sus jefes, los hermanos Pineda Villa, solían enviarse primero a Jesús El Rey Zambada, Arturo Beltrán Leyva o Édgar Valdez Villarreal La Barbie, para que ellos a su vez los entregaran a García Luna.

Con los Beltrán Leyva
Ávila trabajó con el cártel entre 2005 y 2008 con la fracción de los Beltrán Leyva y sus subordinados, los hermanos Pineda Villa. Se quedó con ese lado después de la fractura de la organización criminal hasta 2012, cuando fue arrestado en Texas por realizar entre estados actividades ilícitas y por traficar cocaína.

Contó que al inicio se encargaba de conseguir bodegas, casas, avionetas y más para sus jefes. Después trabajó en la contabilidad, donde registraba ganancias, gastos y pagos a funcionarios a nivel federal, estatal y municipal. Finalmente participó en acciones armadas, secuestros y torturas.

Agregó que se dedicaba a los bienes raíces en Morelos cuando conoció a los narcotraficantes. Rentó casas a personas que se identificaban como agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI), que iban con ropa y en vehículos con insignias de esa corporación.

Pero un día los supuestos agentes mataron a unas personas en una de las casas que él rentaba y que luego fue incautada por las autoridades.

Entonces sus inquilinos lo llevaron a una reunión en Tequesquitengo, donde conoció a los hermanos Mario y Alberto Pineda Villa. Uno de ellos le preguntó si sabía para quién trabajaban y les respondió que suponía que para la AFI y García Luna y su gente.

“Ni tú ni nosotros trabajamos para García Luna”, le dijeron. “García Luna trabaja para nosotros”. Ya sin disfraces, se identificaron como parte del cártel de Sinaloa y lo invitaron a laborar con ellos.

Contabilidad e inmuebles

Explicó que entre sus tareas estaba la contabilidad y el manejo de bienes, incluso casas, y que ayudó a comprar por lo menos 12 propiedades de lujo en Morelos para Arturo Beltrán Leyva, entre otros.

Las casas para Beltrán Leyva debían tener estacionamiento para por lo menos cinco autos, aunque una tenía para 20. Otra que fue comprada se rentaba en 20 mil dólares por fin de semana.

Ávila narró que Arturo Beltrán Leyva viajaba por lo general en helicóptero entre sus propiedades y que en algún lugar (no dijo dónde) tenía un león y un hipopótamo.

También reveló que sabía de pagos a funcionarios estatales y locales, como Luis Ángel Cabeza de Vaca, entonces secretario de Seguridad Pública de Morelos, “a quien di 500 mil dólares”.

La violencia en Sinaloa
El testigo relató los reacomodos, la violencia, traiciones, torturas, secuestros y asesinatos que siguieron al conflicto interno que dividió al cártel de Sinaloa en 2008.

Indicó que fue secuestrado y torturado por algunos de sus ex colegas y confirmó detalles sobre la orden de Arturo Beltrán Leyva de secuestrar al entonces secretario de Seguridad Pública, porque el funcionario se había negado a reunirse con el capo. La operación en Morelos estuvo a cargo de Francisco Camacho, quien por ello fue premiado con una casa.

Ávila contó que se mantuvo con la fracción de los Beltrán Leyva. Por orden de César Garnica viajó en 2012 a Estados Unidos, donde fue arrestado por agentes de inmigración y después enjuiciado en Illinois y condenado a 15 años de prisión, de los cuales ha cumplido 10.

Añadió que había ganado un recurso para ser enviado a México a concluir su sentencia, donde podría estar en libertad condicional, pero que decidió quedarse en Estados Unidos para asistir a este juicio. No explicó más. Espera la reducción de su condena por su cooperación en el caso contra García Luna.

En los tribunales federales no se permiten fotos ni aparatos electrónicos, por lo que las únicas imágenes son las que proporcionan dibujantes con acceso a las salas. En un intermedio durante la sesión de este martes, el juez pidió a la dibujante que borrara el rostro del declarante, lo que parece confirmar que Ávila es un testigo protegido.

Otras declaraciones
Los otros testigos que la fiscalía convocó ayer, para continuar con su objetivo de armar el rompecabezas de este caso, incluyeron a un analista de inteligencia de la agencia antidrogas (DEA), Adrián Ibáñez, quien había trabajado en la oficina de la corporación en Guadalajara.

Ibáñez corroboró parte de la historia del decomiso de más de 20 toneladas de cocaína en el puerto de Manzanillo en 2007, que había contado el lunes el testigo cooperante Óscar El Lobo Nava Valencia.

También el ex policía federal mexicano de nivel básico Raúl Arellano Aguilera declaró sobre su creciente “desencanto” y “decepción” con esa agencia, al atestiguar el comportamiento corrupto de algunos de sus colegas bajo instrucciones de los jefes.

Por ejemplo, contó que cuando fue asignado a vigilar el aeropuerto de la Ciudad de México en 2007, sus colegas hablaban, usando claves oficiales, de su satisfacción porque maletas con “79” –drogas– y “40” –dinero– habían logrado ingresar o salir en aviones.

Además atestiguó cómo directores de otros aeropuertos llegaban a visitar a su jefe, Óscar Moreno Villatoro, con maletines, uno de los cuales se abrió por accidente y estaba lleno de dólares. Todo esto ocurría cuando el acusado estaba a cargo de la seguridad pública en aeropuertos.

César de Castro, uno de los abogados de la defensa, intentó descalificar el testimonio del policía mexicano, de quien dijo que nunca conoció personalmente al acusado ni a sus subordinados directos. Insinuó, ante el jurado, que este testigo tenía otras motivaciones personales para declarar en contra de su cliente.

Pero una tarea más difícil para la defensa el miércoles será su esfuerzo para tratar de generar dudas sobre el testimonio del contador, durante el contrainterrogatorio.

La Jornada

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