“El aparato de gobierno se me vino encima”, asegura el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa en entrevista con Proceso.
Y le pone nombre y apellido a quienes –excusa– lo utilizaron de “chivo expiatorio”: el expresidente Enrique Peña Nieto, su “brazo derecho”; el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong -actual senador de la República-; el extitular de la PGR, Arturo Elías Beltrán, y el subprocurador, Felipe Muñoz.
A estos últimos, los etiqueta como “extorsionadores profesionales” del calibre de un capo de Los Zetas o de alguna organización delincuencial mexicana.
“O pagaba o iban contra mi familia, al más puro estilo de Los Zetas. El dinero para pagar la ‘extorsión’ -jura- me la dio el presidente Peña Nieto, me lo mandó con un amigo que tenemos en común… hay un cargo de conciencia del presidente por lo que yo estoy pasando”, dice.
–¿Al exgobernador, Miguel Ángel Yunes no lo mete?, se le inquiere.
-No, él es un pobre diablo, un loco esquizofrénico que se llenó la boca dos años diciendo que me metió a la cárcel, pero él no fue”.
Duarte de Ochoa, de 46 años, se escucha alterado en el teléfono, sostiene que después de “pagar la extorsión, que no soborno” al directivo de la PGR, la dependencia mexicana reculó en detener a su esposa, Karime Macias de Duarte, en Inglaterra y de matizarle los delitos de “delincuencia organizada” a “asociación delictuosa”.
Después de 28 meses en prisión, el exgobernador de Veracruz habla con Proceso, vía telefónica, desde el Reclusorio Varonil Oriente, donde se encuentra condenado a nueve años de cárcel acusado de asociación delictuosa en detrimento del erario veracruzano.
El exmandatario compró tres tarjetas telefónicas el domingo por la noche con las que concedió 63 minutos de entrevista:
“Soy un chivo expiatorio… no hice lo que dicen que hice, robarme el dinero, mi detención sirvió para ganar la elección del Estado de México. En un país con la coyuntura del escándalo de la Casa Blanca, las constructoras y Ayotzinapa”, asevera.
Se le hace la primera pregunta incómoda y ofrece la primera evasiva.
–¿Quién se robó el dinero, sino fue usted o sus colaboradores?
-Permíteme tantito… voy a comprar otra tarjeta, porque en está su tiempo ya va a expirar… quedan tres segundos.
Termina la primera llamada.
El teléfono vuelve a repiquetear dos minutos después y el exgobernador veracruzano en el periodo 2010-2016 ya tiene lista su respuesta:
“Te lo explico con palitos y bolitas, saqué dinero de una bolsa para meterlo en otra. En Veracruz siempre existió un déficit anual de 13 mil millones de pesos irreductibles… y en los fondos revolventes, fondos federales y locales, se utilizó la llamada ‘licuadora’, pero ese dinero se invirtió en Veracruz”.
–Es difícil de creerle -se le inquiere, al mandatario veracruzano-, cuando la mayoría de sus servidores públicos acabaron siendo millonarios.
-¡¿Quiénes?!, reacciona el condenado a nueve años de prisión.
-Los hoteles de Arturo Bermúdez, el avión de Edgar Spinoso y Gabriel Deantes, los hoteles y terrenos de Vicente Benítez en Costa Rica, las múltiples empresas de Gina Domínguez, podría seguir….
-No me consta eso que dices… yo no te puedo afirmar lo que no me consta. Todo se ha dicho de manera estridente, a ciencia cierta no lo sé.
Duarte repara en su respuesta y regresa al cuestionamiento:
“Al final del día, Vicente Benítez me traicionó políticamente por irse a lamerle las botas a Miguel Ángel Yunes. De él te puedo decir que Miguel no lo tocó… ¿eso qué quiere decir?, que hubo una política criminal selectiva… me gustaría que alguien investigara eso”.
–¿Hay funcionarios qué tendrían que estar acompañándolo en prisión?
–No lo sé… lo único que sé es que yo no tendría que estar aquí.
Jamás actúe escondido
Duarte se escucha un poco desesperado, porque se le insiste con el destino de los recursos públicos y los señalamientos de la Auditoría Superior de la Federacion (ASF) y Órgano de Fiscalización (ORFIS), sobre todo por las más de 70 querellas locales y las más de 140 locales.
“El Auditor Superior de la Federación, el Secretario de Hacienda y Crédito lo sabían, en la Federación lo sabían, qué teníamos qué revolver el recurso, para gobernar Veracruz, de algún lugar tenían que salir los recursos… no había magia… yo no tenía una máquina de hacer dinero”.
–¿Y entonces qué pasó?
–Jamás actúe escondido, en Hacienda lo sabían, mis secretarios de Finanzas lo sabían, a mí no me flaquearon las piernas.
En dato revelador, Javier Duarte comenta que “gente” de Alejandro Gertz Manero ya fue a visitarlo en el Reclusorio Varonil Oriente para saber con qué información cuenta de la extinta PGR en la que implica a varios excolaboradores del gobierno de Peña Nieto.
Una semana atrás, la defensa jurídica de Duarte filtró con Ciro Gómez Leyva que ofrecía a la actual FGR información constitutiva de delitos y corrupción en la administración de Peña Nieto y en concreto de la Procuraduría.
Se le hace hincapié al exmandatario veracruzano que sus créditos morales, éticos y de credibilidad han mermado, sumado a su nula personalidad jurídica para operar privado de su libertad.
“Muy pronto se van a llevar una sorpresita. No hablo por hablar, lo tengo con documentos, audios y datos de prueba… pero espérate tantito”.
Javier Duarte regresa a su perorata de que fue “víctima” sin precedentes de una persecución inédita.
“Serví de distracción de los señalamientos de que era objeto el gobierno federal”.
El exdiputado federal, exsecretario de Finanzas en el gobierno de Fidel Herrera y exdirector de Finanzas del PRI, hoy reniega de este instituto político.
–El PRI ya no existe, afirma
— Pero ahí militó, se le insiste.
–Sí, pero me expulsaron y hoy es un partido político casi extinto.
Duarte de Ochoa no deja de escucharse acelerado al otro lado del teléfono. Aún no termina la siguiente pregunta y le gana la ansiedad por responder. Asegura que hay leyendas urbanas que no van con la realidad.
–Dígame una…
–Fue una jalada lo de los niños de cáncer, que les inyectábamos agua destilada.
–¿Alguna otra?
–Lo de mi esposa Karime. No hay un solo dato de prueba o dime uno… haz investigado –alza la voz, como en sus tiempos de mandatario– No lo haz hecho wey, ponte a investigar qué datos tienen en contra de mi esposa –apremia y suelta el sonido tibio de una risa al otro lado del teléfono– Ella, su único pecado es ser mi esposa.
–¿Guarda resentimientos?
–Estoy molesto, tú estarías molesto que se metieran con tu familia.
–¿Oiga, pero sus propios funcionarios lo empinaron, declararon abiertamente contra usted?, se le recuerda a Duarte, sobre los testimonios de su jefe policiaco, Arturo Bermúdez, su extesorero, Mauricio Audirac y de Xóchitl Tress, quien según el gobierno de Yunes era su novia.
–Con ellos mi solidaridad. Muchos declararon en contra mía, bajo coacción, bajo tortura, sigo en contacto con ellos, Arturo sigue siendo mi amigo… uno de mis mejores amigos. En su momento todo saldrá a la luz”.
Bermúdez dejó este año la prisión tras librar una acusación de enriquecimiento ilícito, y luego de que una juez considerara que no era “delito grave” la desaparición forzada.
El llamado “Capitán Tormenta” solía acudir cada semana a firmar el libro de control en la cárcel de Pacho Viejo. Hace tres meses sus abogados pretextaron una lesión en una pierna, y ya el exfuncionario duartista ni siquiera tiene que acudir al engorroso trámite de firmar su cambio de medida cautelar en los juzgados de Veracruz.
En el caso de Xóchitl Tress, excandidata a diputada federal del PAN y exdirectora General de Espacios Educativos, Duarte asegura que es una “extraordinaria mujer” que fue -dice- “víctima” de una infamia planeada por un “chaparrito-oaxaqueño”, en clara alusión al Fiscal General del Estado, Jorge Winckler Ortiz.
“La detuvieron con su hijo, le pidieron declarar en mi contra”.
En Xalapa, la versión que difundió la propia Fiscalía fue que la detuvieron en un hotel de la Riviera Nayarit en estado de ebriedad, en una alberca y acompañada de uno de los integrantes de Los Tigres del Norte.
Duarte, maestro de lectura en la cárcel
Javier Duarte, licenciado en derecho, con postgrados de dudosa reputación tomados en el extranjero, asegura que hoy se entretiene en la cárcel dando “Taller de Lectura” a 60 “compañeritos” y presume que es una de las clases más concurridas del Reclusorio Varonil Oriente.
–¿Qué tipo de lecturas aborda?
–Pues historia, libros de derecho, literatura clásica. Analizamos alguna película.
–¿Como se van los días así? Lleva 27 meses…
–Estaba tomando clases de box, pero ya no… ahorita estoy muy tranquilo, concentrado en salir de aquí.
Se han escrito cuatro libros sobre su vida y obra ¿ha leído alguno?, se le inquiere, pero Duarte no da con los títulos de los libros: “El Infierno de Javier Duarte” de Ediciones Proceso; “Duarte, el priista perfecto” de Arturo Ángel; “Los Incómodos” de Ricardo Ravelo, y “Veracruz en su laberinto”, del académico Alberto Olvera.
“Son vivales, oportunistas que se aprovechan del escándalo. Cada quien cuenta su verdad. No he leído ninguno, no me interesa leerlos… En el caso de Arturo Ángel, él es íntimo amigo de (la diputada local del PAN) Maryjose Gamboa y del (Fiscal), Jorge Winckler”.
“No pacté con Morena”
Son las diez de la noche del domingo y Duarte parece tener bastante tiempo libre, ya compró su tercera tarjeta para hablar desde una cabina en donde solo salen, pero no entran, llamadas telefónicas. El veracruzano rechaza que haya “pactado con Morena” para ayudarlos a ganar en 2016 y 2018.
“No les di un peso, pero lo que es cierto, es que no operé nada para detenerlos. Yo sé de campañas políticas, en una elección parejera Héctor (Yunes) no tenía posibilidad de ganar, había más posibilidad en un escenario de tercios, por eso dejé crecer a Morena en Veracruz”.
Duarte, explica -o al menos eso intenta – qué el rumor de la inyección económica del gobierno de Veracruz a Morena salió del expolítico Víctor Arcos, quien grabó al entonces secretario del Trabajo, Gabriel Deantes, en una plática de café diciendo la frase: “Con un vergazo de dos millones de pesos hacemos crecer a Morena en Veracruz”.
Duarte insiste: “Es falso que yo apoyé a Morena, no conozco a Cuitláhuac, nunca he hablado con él”.
La deuda de sangre
A Javier Duarte se le recuerdan las tres mil 600 carpetas de investigación abiertas en su sexenio por personas no localizadas, los secuestros y posteriores rescates de personas halladas sin vida, las narcofosas y cementerios clandestinos que hoy tienen a 15 colectivos de desaparecidos de Veracruz buscando a sus seres queridos.
Del otro lado del teléfono se escucha a Duarte respirar profundo y algún balbuceo previo para articular una respuesta políticamente correcta. Finalmente, Duarte expresa: “Respeto su dolor (de las víctimas), me solidarizo con muchas de ellas, yo soy padre de familia y hago votos para que encuentren a sus seres queridos”.
–¿Se siente responsable de la ola de sangre que tiñó a Veracruz?
-Yo me siento responsable de haber actuado con responsabilidad en el combate al crimen organizado.
Se le recuerda que un funcionario de los organismos autónomos durante su gobierno, Luis Eduardo Coronel Gamboa, declaró al periódico “El País” que el gobierno de Duarte “limpió” de Zetas al estado, pero para posicionar al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
–Es una estupidez completa la que dijo este muchacho. En mi gobierno combatimos a Zetas y al Cártel de Jalisco por igual.
Su captura, un pacto con fin electoral
De ahí, Duarte aprovecha la mitad de una de sus tarjetas telefónicas para explayarse sobre su mando único, la petición de que entrara la Secretaría de Marina con el programa “Veracruz Seguro”, la creación de la Fuerza Civil y concluir con que el combate al crimen en México y el mundo es un “tema muy complejo”.
–¿Qué hará al salir de prisión?
–Estoy pensando en el ahora… claro que voy a regresar a Veracruz.
–A Carlos Loret de Mola le dijo lo mismo– se le revira.
–Tonto no soy, me tendieron una trampa
–¿Cómo fue que se le ocurrió ir a dar a Panajachel, en Guatemala?
–Ahí nos pusimos de acuerdo para la entrega, yo conocí Panajachel un día antes… Difícilmente me iban a encontrar, presume.
–¿Se rumoró que andaba en Canadá?
–Frío, frío… la autoridad estaba fría, los medios también… todos fríos. La Segob, la PGR, la SHCP, mi abogado, todos se pusieron de acuerdo para pactar mi entrega antes de la elección del Estado de México, a cambio de no tocar a mi familia… Las cosas como son”, justifica.
Duarte advierte que la tarjeta está por expirar, pero antes dice que seguirá hablando con medios de comunicación.
A través de su abogado, Ricardo Reyes Sánchez Retana presume, como si se tratara de un rock star o del futbolista estrella, que con ningún periodista había hablado tanto y tan profundo como con Proceso.
Desde el teléfono penitenciario Duarte afirma:
“La relación con Proceso no ha sido la mejor con mi persona (sic), pero reconozco un medio muy terco, incisivo, serio… ustedes no me buscaron a mí. Yo los busqué a ustedes, quería hablar de que escucharan de viva voz como sucedieron los hechos. Ser el gobernador de Veracruz ha sido el mayor orgullo que he tenido… jamás me arrepentiré de ello”.
Proceso