Tras la violencia en el penal de La Pila, se supone que la Procuraduría perseguirá y promoverá castigo a los homicidas de 13 reos muertos en la riña. Aunque nunca se supo que consignara a los responsables de la serie de 15 asesinatos previos al motín del 27 de abril.
En una revisión a instalaciones penitenciarias, autoridades cayeron en cuenta de que los internos están rodeados de materia prima para hacer armas punzocortantes: la malla que rodea los penales, aún el de Ciudad Valles que se supone diseñado por expertos, es fuente de alambre para hacer punzos y cuanto les dé a los reos la imaginación en objetos para hacer daño.
Cambiaron la malla que rodeaba un área del penal de La Pila por un cerco de tubos metálicos bien cimentados en el suelo. Con sorpresa, los funcionarios de seguridad descubrieron que entre los objetos asegurados a los presos tras el motín del sábado pasado, estaba un tubo de esa novedosa cerca, segueteado al tamaño adecuado para blandirlo contra alguien.
Pero además, la poderosa barda de tubos metálicos que contenía el área, ocupada por reos de peligrosidad, no servía de mucho porque el área de acceso era un portón con un candadito que no fue difícil botar por la fuerza. Tras el desastroso resultado del sábado pasado, ahora saben que será necesario construir una especie de esclusa o área de contención en el acceso, algo mejor que unos abatibles con un candado en medio. Aprendizajes a costo terrible, cortesía de un perfil delincuencial para el que esas cárceles no fueron diseñadas.
Algo tendrán que hacer con los mallados que sirven de protección a buena parte de las áreas internas de las penitenciarías. En cuanto a las cercas de tubos, habrá que rellenarlos de algo que haga más difícil cortarlos, o quizá sustituirlos por cilindros de concreto, lo que no es garantía porque para el enfrentamiento del 27 de abril, los reos rompieron tapas de registro de concreto para hacerse de proyectiles y objetos contundentes con los pedazos.
De lo que fue la riña en el interior, apenas hay idea por algunas fotografías del personal de seguridad o de emergencias médicas que entró al lugar a acomodar en zona segura a decenas de ensangrentados heridos en espera de atención, o de plano a apilar cadáveres. Así debió ser la ira descargada sobre los infelices que murieron a golpes, cortadas o a puntillazos para desplegar toda esa violencia.
Trece muertos -ahora sí desde anoche-, y decenas de lesionados en una penitenciaría es un saldo demasiado escandaloso como para que cualquier autoridad no albergue la idea de que se puede pasar la página a la fresca mañana. Menos puede creer en un olvido pacífico y rápido cuando se hace pública la prueba, como ocurrió, de que la autoridad estaba enterada de la posibilidad de enfrentamiento entre reos y llevaba cuenta de quince internos asesinados en un lapso de quince meses, en promedio de uno por mes.
Las secuelas del asunto han dado para la crítica severa, no inmerecida cuando se habla de muertos que estaban bajo custodia del Estado, pero también para episodios de hilaridad absoluta, como la puntada del secretario de Salud, un médico, que confundió un orificio de bala en un cadáver con un pinchazo con picahielo.
De que el gabinete torancista es muy plural, ya a nadie le queda duda. Cada funcionario, relacionado o no con el asunto La Pila, ha salido a declarar lo que le pasa por la lengua, ya ni siquiera por la cabeza. Unos contradicen a sus compañeros y los hay también que se contradicen a sí mismos en menos de 24 horas.
La polifonía por la libre no es el único rasgo bizarro del torancismo. La ocasión no se desperdició para volver a mostrar a un gobernador que está para cuidar las famas de sus colaboradores y si alguno falla, comete un error o resulta un chulángano de cotolengo, ahí está el buenazo de Toranzo para decir que el error de la cuenta de muertos es suyo y que el señor jefe del poder Ejecutivo “no sabe contar”.
De todos estos desfiguros han llegado a la errónea conclusión de que el problema es un asunto de manejo de prensa. La prensa ha registrado las derivas del Gobierno tras los hechos, pero es frívolo suponer que lo ocurrido es cuestión mediática, es más, es esta figuración la que más ha contribuido a encadenar un equívoco tras otro. Gobierno insiste en que el problema de su crisis penitenciaria es que salga en la prensa, no tanto que exista.
De los asesinatos previos a la riña, documentados por la CEDH, se sabe que algunos fueron reportados como “suicidios”. ¿De cuántos de esos 15 asesinatos de reos puede la Procuraduría reportar los resultados de sus averiguaciones, las consignaciones logradas y el estado de los procesos penales que correspondan, si los hay? Da la impresión, visto el reporte de la CEDH en octubre del año pasado, que a nadie le importó la aplicación de la ley en esos casos.
Para sorpresa, un funcionario de Seguridad nos externó que “no tiene caso” añadirle otra consignación a un reo por homicidio en el penal, cuando son sujetos que tienen penas originales de 30 o 40 años. “Les vale gorro”, nos dijo. Nada más falta que ese también haya sido el criterio de la Procuraduría, a fin que más años de cárcel a los que ya se purgan no van a disuadir a nadie.
Del motín con saldo fatal se anuncia que hay diez consignados, pero no se dice quiénes son ni qué hicieron. La Procuraduría monta unos “powerpointazos” muy descriptivos cuando desea mostrar sus éxitos en casos relevantes, aquí parece que no amerita y tampoco conviene explicar.
El temor a la famosa “Ley del algodón”, por aquello del hilo que revienta por lo más delgado, movió a los celadores a coordinar, ellos sí, una eficaz política de comunicación en defensiva. No se anduvieron por las ramas y contaron sus condiciones de trabajo, lo que veían desde hace tiempo en el penal y sus miedos; algunas cosas la autoridad las ha tenido que reconocer como ciertas, de otras, no ha tenido la capacidad de contrastar de manera creíble. Hasta los celadores separados de sus cargos, o en líos laborales, aprovecharon para salir a contar, a presionar, a protegerse.
Donde custodios se la han jugado en los medios, la autoridad ha perdido mucho porque nomás no hay forma de hacerle entender que un manejo de crisis empieza por reconocer la crisis en toda su dimensión y establecer un plan de correctivos, nunca por el desesperado intento de taparla, disfrazarla o maquillarla.
Dos semanas antes de la riña se registró en La Pila un incidente de ataque entre reos que obligó al traslado de varios de ellos a los penales de Matehuala y Valles. Uno de los trasladados a Matehuala de inmediato generó mucha tensión en la población penitenciaria que lo identificó como relacionado con un grupo delictivo y fue necesario reubicarlo en Valles. Avisos de lo que finalmente ocurrió tuvieron varios. Sí se reaccionaba, pero no fue suficiente. Hace falta hacer más y mejor.
Ni el sistema carcelario estatal es una maravilla ni los funcionarios del gabinete de seguridad gozan de dogma de infalibilidad. Si la autoridad no se da por enterada, mucho se lamenta que los hechos la pongan en evidencia.
El desastre ya fue y los muertos reviven sólo en los equivocados manejos de cifras fatales por parte del Gobierno, que un día da trece víctimas y al siguiente doce.
El director del penal fue removido, pero parece que la búsqueda oficial de quién la pague, no tanto de quiénes la hicieron, no se ha disuelto del todo. No importará qué tanta es su responsabilidad, mucho menos si cortar una cabeza resuelve algo, sino que el cese “mitigue” el ruido en los medios, que “distraiga” a una jauría.
Si la serie de asesinatos de reos previa al motín, y el motín mismo, van a recibir de la Procuraduría el mismo tratamiento que el caso de Karla Pontigo, o el que se ha dado a las denuncias desesperadas de los ganaderos por abigeato, sin resultados ambos, ya tendrán entonces los reos de mayor peligrosidad un dato irrebatible de impunidad dentro de la misma cárcel.
Vistas como están las cosas, el mayor problema de cometer un asesinato en la cárcel es conseguir con qué matar, sea alambre de la malla o un pedazo de tubo de la valla metálica.
La posibilidad de castigo, algún día de estos, no se ve que preocupe mucho.
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