LA CRISIS DE INGOBERNABILIDAD QUE SUFRE MÉXICO

Cuando se gobierna desde el curul y se deja de escuchar la realidad

La verdad y el camino
Por: Aquiles Galán

En la historia política, los gobiernos rara vez caen cuando ya se sienten débiles. Caen cuando creen que todo va bien.
El Porfiriato pregonaba orden y progreso en sus últimos años mientras el país hervía en injusticias que prepararían el camino a la Revolución. La Unión Soviética celebraba estabilidad poco antes de desmoronarse. Y en América Latina, gobiernos que cantaban logros fueron rebasados por la realidad de las calles, la desigualdad y la protesta.

Y hoy aparece en el plano México: se legisla desde el poder, desde curules y oficinas, y se descuida el territorio. Cuando los puestos de representación se usan para reafirmar una narrativa oficialista, lo que la sociedad tiene que decir pierde valor. Y su voz, normalmente incómoda, termina silenciada o ignorada.

Hoy observamos un Legislativo con mayorías calificadas del grupo parlamentario dominante; un Poder Judicial moldeado por una reforma que, en la práctica, reduce independencia y abre la puerta a la politización; y un Ejecutivo que construye una narrativa clara “si no estás conmigo, estás en mi contra”. Esa combinación concentra el poder y elimina contrapesos. Eso no es fortaleza: es riesgo.

¿Por qué importa? Porque donde un solo actor concentra la toma de decisiones, las instituciones pierden su función política. Las decisiones se adoptan sin escuchar el territorio; los nombramientos privilegian lealtades sobre capacidades y la rendición de cuentas se vuelve irreal. La historia lo demuestra: apariencia de orden y una fractura social irreversible mañana.

La pérdida de contrapesos tiene costos en la vida cotidiana. Fomenta desconfianza, radicaliza protestas, y deja vacíos de presencia estatal que actores peligrosos ocupan. Las protestas de campesinos y las movilizaciones por la ley del agua muestran cómo decisiones diseñadas en oficinas generan respuestas desde abajo que la política no anticipó ni resolvió. Y ejemplos más agudos, un coche bomba en Coahuayana, Michoacán, señales de ingobernabilidad: no solo porque ocurren, sino porque fueron posibles.

Mientras la narrativa oficial celebra cifras y reformas “transformadoras”, la ciudadanía vive otra cosa: mercados, hospitales y escuelas que pagan la inseguridad y fractura que se deja crecer. Esa contradicción erosiona legitimidad no en titulares, sino en la vida diaria de las personas. Y cuando la legitimidad pierde, la gobernabilidad se vuelve un teatro.

México no está en colapso, pero sí bajo señales tempranas de pérdida de control donde más importa: en la calle, en los territorios, en lo cotidiano. Sin contrapesos efectivos, sin una estrategia de seguridad asentada en el territorio, sin reformas que respondan al México real, la gobernabilidad será cada vez más frágil.

“Quien no conoce su historia esta condenado a repetirla”. – George Santayana

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