LA CRUDA DEL ANTI MEXICANISMO DE TRUMP

DESTACADOS, OPINIÓN, RADAR

El Radar

Por Jesús Aguilar

En 2004, la película Un día sin mexicanos, dirigida por Sergio Arau, nos ofreció una sátira brillante y provocadora: una misteriosa niebla hacía desaparecer a todos los mexicanos de California, y en cuestión de horas el estado entraba en colapso. Más que una comedia, la cinta era una advertencia disfrazada de ficción. Hoy, dos décadas después, esa advertencia parece haberse materializado bajo la forma de políticas migratorias agresivas y autoritarias promovidas por Donald Trump.

La fuerza laboral migrante, especialmente la mexicana, ha sido por décadas el motor silencioso de vastos sectores de la economía estadounidense. Sin embargo, esa fuerza hoy está siendo desplazada, reprimida o invisibilizada, y las consecuencias ya son palpables.

Un reciente análisis de The Wall Street Journal señala que la economía estadounidense comienza a resentir la ausencia creciente de trabajadores hispanos. Esta tendencia no es menor: tan solo en el primer trimestre de este año, la Oficina del Censo reportó una disminución de 146,830 trabajadores mexicanos. Un análisis aún más detallado, realizado por los economistas Jesús Cervantes y Juan Antonio Ortega del CEMLA, reveló que la cifra de mexicanos “no ciudadanos” en la fuerza laboral cayó en más de 221 mil personas, una reducción del 4.3% anual antes incluso de la nueva oleada de redadas masivas.

Las estadísticas del Bureau of Labor Statistics lo confirman: entre marzo y mayo, la población activa nacida en el extranjero y que trabaja o busca empleo en EE.UU. se contrajo en aproximadamente un millón de personas.

Estas cifras no son meramente números: son rostros, historias, manos que siembran, cocinan, construyen, limpian, cuidan y mantienen en pie una economía que prefiere negar su dependencia estructural de la migración.

Los estados más afectados por esta reducción son, irónicamente, los que más se benefician de ella: California alberga a unos 2.35 millones de trabajadores mexicanos, Texas cerca de 1.5 millones, e Illinois alrededor de 370 mil. A nivel sectorial, la situación es aún más clara: la agricultura y ganadería dependen de más de 1.2 millones de mexicanos; la construcción y minería, de otro millón; el trabajo doméstico, la manufactura, los restaurantes y hoteles suman cientos de miles más.

Estas cifras reflejan algo fundamental: los trabajadores migrantes no son una amenaza, son una columna vertebral. Ignorar su valor no solo es una injusticia social, sino una torpeza económica.

La ideología de Trump insiste en una narrativa de exclusión, donde la deportación masiva se presenta como una solución. Sin embargo, los hechos contradicen su discurso. Entre enero y abril de este año, se deportaron 43 mil personas, una cifra menor comparada con las 66 mil del mismo periodo del último año de Biden y las 92 mil de 2023. A pesar de esto, Trump ha intensificado sus operativos, más por desesperación que por eficacia, sacudiendo comunidades enteras y afectando sectores productivos que ya resienten la escasez de mano de obra.

Incluso los productores agrícolas y los empresarios de servicios –muchos de ellos tradicionalmente afines al Partido Republicano– han comenzado a alzar la voz ante el impacto negativo de estas medidas. La economía estadounidense empieza a vivir su propia versión del “día sin mexicanos”, no como experimento cinematográfico, sino como una realidad de consecuencias profundas.

Es tiempo de hablar con claridad: la migración mexicana no es un problema, es parte esencial de la solución. Defender los derechos humanos de los migrantes no es una postura ideológica, es una exigencia ética y económica. Reconocer su aporte no debe ser una concesión condescendiente, sino un acto de justicia histórica.

La pregunta hoy no es si la economía de EE.UU. puede funcionar sin mexicanos. La pregunta es cuánto sufrimiento y cuántas rupturas sociales estamos dispuestos a permitir antes de reconocer que ningún muro detiene la necesidad humana de buscar una vida digna, y que esa dignidad empieza por reconocer al otro como igual, como parte, como necesario.

Compartir ésta nota:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp