En medio de las elecciones presidenciales del 2024, se ha observado una recurrencia a tácticas de guerra sucia que rememoran los acontecimientos de las contiendas electorales pasadas, especialmente en el contexto de las acusaciones y campañas de desprestigio dirigidas hacia Andrés Manuel López Obrador (AMLO), actual presidente de México.
Según lo descrito por AMLO en su libro “La mafia que nos robó la Presidencia”, la campaña presidencial del 2006 fue marcada por una intensa guerra sucia impulsada por empresarios cercanos al gobierno de Vicente Fox. En ese entonces, se utilizó la estrategia del miedo, comparando a AMLO con Hugo Chávez y difundiendo falsedades sobre sus intenciones de “endeudar al país” y “expropiar bienes de las clases medias”.
Este tipo de tácticas resurgen en el presente proceso electoral, donde el bloque opositor, apodado “PRIAN”, parece emplear métodos similares. La aparición de hashtags como #NarcoPresidente y la relación de empresarios como Ricardo Salinas Pliego con la red de derechas Atlas Network, reflejan un intento de vincular al gobierno actual con el crimen organizado.
La influencia de los medios tradicionales en 2006 se ha transformado en una estrategia más diversificada en el presente, utilizando plataformas como WhatsApp, videos y medios no tradicionales para difundir información. Se señala la participación de bots y trolls en redes sociales, así como la intervención de empresarios y políticos en la generación de campañas de desinformación.
La figura de Claudio X. González, identificado como un actor clave en la oposición, se destaca en este nuevo escenario, liderando el bloque opositor y siendo un promotor activo de la alianza PAN-PRI-PRD. Además, la presencia de personajes como Maximiliano Cortázar, coordinador de comunicación de la precampaña de Xóchitl Gálvez, sugiere la continuación de la estrategia de guerra sucia.
La comparación entre el actual proceso electoral y los eventos de 2006 y 2018 resalta la falta de propuestas claras por parte de la oposición. La utilización de tácticas basadas en desinformación, calumnias y odio parece ser la respuesta ante la carencia de un proyecto convincente por parte de la derecha conservadora mexicana.
Este resurgimiento de la guerra sucia plantea interrogantes sobre su efectividad en el electorado y cómo influirá en el resultado final de las elecciones del 2024. Las acusaciones infundadas, la creación de narrativas de temor y la descalificación personal vuelven a ser parte del escenario político, generando un ambiente tenso en el que la verdad se mezcla con la propaganda electoral.