Detrás las ofensivas del Estado Islámico se encuentra una lucha aún más cruel e insidiosa: el control del agua. Esa guerra podría desestabilizar a la economía global, según la analista política Catherine Shakdam.
En su artículo para RT en inglés, la comentarista advierte de que la campaña que adelanta el movimiento yihadista, si se le permite, pronto podría afectar no solo a los combustibles, sino también a víveres, la estabilidad económica global y flujos de migración.
“El EI no está buscado conquistar más territorio sino apunta a capturar presas, pozos de petróleo y otros puntos clave de la infraestructura para doblegar no solamente a Bagdad sino a la región entera”, sostiene la analista citando al retirado general Abdullah Al Hakeem.
El calentamiento global y la contaminación están agravando la escasez de recursos hídricos en Oriente Medio, dondepresagian hambrunas por sequías para el año 2025.
“Esto permite al EI convertir el agua en una nueva herramienta de terrorismo”, escribe Shakdam.
Considerando las operaciones de limpieza contra comunidades enteras en Irak basadas en sus creencias religiosas, no es difícil imaginar cómo el grupo terrorista podría usar la sed como un arma de destrucción masiva.
Según el meteorólogo estadounidense Eric Holthaus, el auge del grupo terrorista en 2014 coincidió con un período de calor sin precedentes en Irak, que provocó estragos en la agricultura iraquí.
Y el Estado Islámico no dudó en aprovecharse de la situación, por ejemplo, mediante el uso de presas como arma de guerra.
Además, la carencia de agua es un factor esencial en la violencia sectaria, que sirve de catalizador y combustible para grupos radicales. Dado que las sequías llevan a migraciones masivas que fomentan tensiones étnicas y sectarias en zonas de influjo migratorio.
Por eso la periodista se pregunta cuánto tiempo debe pasar antes de que el “síndrome sirio” llegue a afectar a Europa y otras partes del mundo.
Fuente: RT