Veinte años atrás, alguien golpeó la puerta de Arlinda Valencia y la hizo revivir el pasado.
Un familiar que fue a darle el pésame por la muerte de su padre le reveló también un secreto que la conmovió: La familia era descendiente de sobrevivientes de una matanza ocurrida en 1918 en la frontera con México.
La versión fue confirmada posteriormente por un tío abuelo de Valencia de 96 años: Rangers de Texas y soldados del ejército habían matado a su bisabuelo y a otros 14 hombres y niños. La masacre, que prácticamente acabó con un pueblito llamado Porvenir en Texas, fue parte de una campaña de terror en contra de los mexicano-estadounidenses.
Nuestros mayores nunca nos dijeron nada. Ni una palabra”, dijo Valencia. No podíamos creerlo.
En momentos en que Estados Unidos se prepara para conmemorar el 100mo aniversario del “Verano Rojo” –en el que turbas de blancos mataron a afroamericanos en decenas de ciudades de todo el país–, algunos historiadores y activistas dicen que llegó la hora de reconocer la experiencia similar que vivieron los mexicano-estadounidenses en la misma época.
Así fueron asesinados los mexicano -estadounidenses
En pueblos y ciudades del oeste del país, los mexicano-estadounidenses fueron sometidos a torturas, linchamientos y otras formas de violencia por parte de turbas de blancos y organismos policiales como los rangers de Texas.
Los historiadores dicen que entre 1910 y 1920 unas 5.000 personas de origen mexicano fueron asesinadas o desaparecieron en Estados Unidos.
La violencia fue tan brutal que a menudo se interesó la prensa extranjera y la naciente Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP).
Pronto, sin embargo, esos episodios pasaron el olvido.
Pueblos y ciudades pequeñas desaparecieron del mapa… eso es lo que pasó en Porvenir”, dijo Valencia, de 67 años, presidenta del sindicato de maestros de El Paso, Texas.
Mónica Muñoz Martínez, autora de “The Injustice Never Leaves You: Anti-Mexican Violence in Texas” (La injusticia nunca te deja: La violencia antimexicana en Texas) y profesora de estudios americanos en la Universidad Brown, dijo que las familias mexicanas a menudo no les cuentan los episodios de violencia a sus hijos por temor a que los responsables y sus descendientes sigan ocupando posiciones importantes.
“Ahora hay una nueva generación que dice, “tenemos que dar a conocer estas historias y que el público sepa la verdad'”, señaló Muñoz Martínez.
Igual que con los afroamericanos, la violencia con frecuencia fue desatada por rumores acerca de algún delito atribuido a los mexicanos, generalmente sin mucha evidencia que lo corroborase.
Crimenes de horror
- En 1910, una turba de Rocksprings, Texas, linchó a Antonio Rodríguez, de 20 años, y enterró su cadáver luego de que el joven fuese acusado de asesinar a una mujer blanca. Nunca fue juzgado. Lo sacaron de la cárcel y lo mataron.
- Cuatro años después, Adolfo Padilla, preso en Santa Fe, Nuevo México, bajo sospecha de matar a su esposa, fue secuestrado por individuos enmascarados y descuartizado.
- En 1915, los hermanos José e Hilario León fueron golpeados y colgados por dos policías blancos de Arizona durante un interrogatorio. Sus cadáveres fueron abandonados en un barranco del desierto, para que se pudrieran. Los agentes fueron posteriormente condenados por asesinato, pero esa fue la excepción, no la norma.
Las familias mexicanas a veces acudían a las autoridades y sufrían violentas represalias, según historiadores.
La matanza de Porvenir fue la que generó mayor convulsión entre los reformistas mexicano-estadounidenses y la prensa internacional.
Mataron hasta niños
En la madrugada del 28 de enero de 1918, algunos rangers y cuatro ganaderos blancos de la zona rodearon Porvenir porque sospechaban que sus residentes apoyaban a bandidos y ladrones de ganado.
Con ayuda de un regimiento de la caballería estadounidense, despertaron a los residentes, se llevaron a 15 hombres y niños y los mataron.
“Durante unos diez segundos no pudimos escuchar nada. Luego fue como si todas las mujeres empezasen a gritar al mismo tiempo”, escribió posteriormente el soldado Robert Keil.
También escuchamos lo que parecían ser plegarias y, desde ya, a niños que lloraban de miedo.
El ejército regresó al pueblo días después y le prendió fuego.
Una comisión legislativa texana investigó el asunto y el representante J.T. Canales, el único hispano de la legislatura, llevó testigos que relataron el terror vivido por los mexicanos.
Pero Canales fue tildado de delirante y la comisión absolvió a los rangers. Canales perdió su banca en 1920.
Nueve años después, ayudó a fundar la organización de derechos civiles Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, que todavía existe.
Más recientemente, un grupo de académicos, activistas y periodistas formó una organización llamada Refusing to Forget (Negándose a Olvidar) para educar al público acerca de la violencia contra los mexicanos y establecer pautas para conmemorar los episodios más violentos.
John Morán González, director del Centro para Estudios Mexicano-Estadounidenses de la Universidad de Texas, dijo que ese grupo enfrenta la resistencia de sociedades históricas locales. “Dicen cosas como `¿por qué sacan todo esto a la luz ahora? ¿Por qué alientan las tensiones raciales?'”, dijo Morán González. “Se sienten avergonzados”.
Valencia consiguió que se marcase el sitio de la matanza de Porvenir, a una hora de auto al este de El Paso.
No queda nada del pueblo y los cadáveres de los muertos descansan en tumbas del lado mexicano del río Bravo (Grande en Estados Unidos).
Al investigar la matanza, Valencia encontró un affidavit de su bisabuela en la que describía la matanza de su marido. Pero nunca se hizo justicia.
“Ella se suicidó”, dijo Valencia.
Su tío abuelo Juan Flores, quien tenía 13 años cuando ocurrió la masacre y encontró el cadáver mutilado de su padre y otros cuerpos, tuvo pesadillas por el resto de su vida y recibió terapia de electroshock.
Flores, quien aún vive, no habló de la matanza con su familia hasta que Valencia le preguntó sobre el tema.
“Todos pensaron que estaba loco”, cuenta Valencia. “Pero vivía con un secreto que los consumía por dentro”.
El Debate