Sexualidad y adolescencia son dos palabras que, cuando están juntas, producen gran cantidad de inquietud en nuestra sociedad y también en el sector médico. Generalmente, los profesionales pensamos sobre todo en los riesgos: el embarazo no planificado, las posibles infecciones de transmisión sexual (comúnmente llamadas ITS) y, además de esto, la crítica moral: “Son demasiado jóvenes para tener relaciones”, “si seguimos así, habrá que dar la píldora en las guarderías”, etc.
En los medios de comunicación de masas, en los que con frecuencia se hace referencia a la sexualidad de adolescentes y jóvenes, y en el mundo adulto en general, la mayor parte de las ideas que se transmiten son negativas. No dejamos de percibir la adolescencia y la juventud como una época sin valor, una etapa que “hay que esforzarse para superar” y de despojarla de todos valores y las experiencias positivas que proporciona como personas y que nos construye como individuos maduros.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que los seres humanos somos seres sexuados. La sexualidad y el deseo están presentes en cada uno de nosotros desde que nacemos hasta que morimos, y evolucionan y se expresan de maneras diferentes en cada edad y en cada individuo, pero están ahí. También en adolescentes y niños.
Pero, ¡ojo! Cuando hablamos de sexualidad no estamos hablando del coito, ni de encuentros de parejas heterosexuales con penetración vaginal y orgasmo simultáneo… Desgraciadamente, es algo que generalmente se sobreentiende y a veces se confunde.
Vivimos en una sociedad que promueve un modelo de sexualidad y de encuentro muy centrado en lo genital y en lo reproductivo; generalmente, se entiende que el coito es la única práctica “auténtica”, lo más importante, lo único. Este hecho es una herencia cultural centrada en una sexualidad entendida esencialmente como reproductiva, en la que el coito con penetración vaginal es el “acto” por excelencia que nos da carta de naturaleza.6
Reducir todas las prácticas y posibilidades que pueden darse en un encuentro erótico al coito vaginal es enormemente empobrecedor, pero es el concepto dominante en el mundo en el que estamos inmersos. Además, el coito es la práctica que puede entrañar más riesgos en cuanto a embarazo y transmisión de infecciones.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que entre dos personas que se gustan y se encuentran existe deseo, comunicación, placer, intimidad de los cuerpos y, sobre todo, bienestar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual como “La integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor” (OMS, 1975)1.
Así pues, la sexualidad humana precisa de una mirada renovada donde se resalte de manera positiva el hecho sexual como hecho humano que es y como fuente de sensaciones placenteras en lo físico y lo psíquico; donde la sensualidad, las caricias, el descubrimiento del cuerpo propio y del cuerpo del otro vayan tomando lugar y se amplíe a todas las posibilidades que se tienen de ofrecerlas: cada cual podría entonces decidir por sí mismo qué le gusta, qué prefiere en cada momento, cómo y dónde encuentra el placer y qué le hace realmente disfrutar.
Este, en nuestra opinión, debería ser el mensaje sobre sexualidad que la sociedad transmitiera a nuestros jóvenes, pero desgraciadamente no es así y nos damos cuenta en cuanto encendemos la televisión y vemos cualquier película: solo escenas de coito en parejas guapas, heterosexuales y jóvenes, y además todo rápido y no exento de cierta violencia.
Nuestros jóvenes están fuertemente erotizados, tanto por el momento biológico que la pubertad supone como por la carga erótica de la sociedad en que vivimos y que se transmite por los medios de comunicación: en la publicidad, las películas, las revistas y, por supuesto, en Internet. El 57% de los jóvenes dice encontrar información de sexualidad en los medios de comunicación y más del 30% de los jóvenes obtiene su información de Internet1. Pero les enviamos un doble mensaje: “Esto está muy bien pero no para ti todavía”. Sin embargo, ellos toman sus propias decisiones.
Fuente: El Heraldo