En 2003 Rosario Robles fue ungida como presidenta de México… al menos eso fue lo que sintió cuando Carlos Salinas de Gortari le puso la banda tricolor. Por algunos momentos, Robles sintió el poder del símbolo presidencial en su pecho.
“Cuando llegamos a la vitrina donde (Salinas) conserva sus bandas presidenciales, Rosario le comentó que debía de ser un gran honor y un orgullo portar la banda presidencial. Salinas inmediatamente tomó una escalerita para poder subir a abrir la vitrina y sacó una de las bandas presidenciales. Yo creía que nos la quería mostrar, y en efecto así lo hizo, pero no fue sólo eso, sino que la tomó y se la puso a Rosario (Robles) cruzándole el pecho y le dijo: ‘Te luce muy bien’”, contó Carlos Ahumada en su libro ‘Derecho de Réplica’.
Salinas le regaló la banda presidencial a Rosario, quien gustosa se la llevó. Para entonces se le mencionaba como una aspirante a dirigir los destinos del país. Dieciséis años después la realidad es totalmente diferente.
A las 5:45 de este martes 13, la historia de Rosario tomó otro giro en su vida política. Apenas amanecía cuando fue sorprendida por el juez, quien dijo que al no acreditar un domicilio seguro y bajo la sospecha de que podía huir del país, le dictó prisión preventiva, mientras se investiga si cometió el delito de ejercicio indebido del servicio público durante su gestión como titular de las secretarías de Desarrollo Social (Sedesol) y de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). En ambas dependencias hubo un desvío de recursos de más de cinco mil millones de pesos.
Atrás quedaron aquellos años en los que empezó como líder de izquierda maoísta, pasando por la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD), hasta llegar a la cúpula del Revolucionario Institucional (PRI) con el gobierno de Enrique Peña Nieto.
El caso de la extitular de Sedesol y Sedatu es un retrato emblemático de muchos quienes integran la llamada clase política mexicana y sufren una transformación nublados por el poder.
Es también uno de tantos ejemplos de cómo se forman las redes de poder, con alianzas y complicidades para beneficio propio, que en el caso de Rosario tejió desde 1987, cuando le presentaron a Cuauhtémoc Cárdenas, quien la impulsó a la dirigencia nacional del PRD y la jefatura de Gobierno; luego con Andrés Manuel López Obrador, con quien formó las brigadas del sol, terminando en el gobierno de Enrique Peña Nieto, uno de los más corruptos de la historia contemporánea nacional.
La investigación contra Rosario Robles puede desmadejar, precisamente, una parte de esas redes de poder cuya última hebra conduce a Peña Nieto, a quien Robles dijo haber informado del problema de desvío de dinero en las dos dependencias que encabezó.
Habrá que esperar el desenlace judicial de la investigación para saber qué responsabilidad tiene y si habrá de permanecer en la cárcel más tiempo. Mientras tanto, el caso de Rosario atraerá los reflectores mediáticos en estos días en los que la Cuarta Transformación se encuentra atorada, con las consecuencias sociales de un crecimiento económico pírrico y un gabinete que sigue sin caminar al ritmo que exige el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por cierto… Aunque Rosario Robles se quede sólo unos días de manera preventiva en el penal de mujeres de Santa Marta Acatitla, su historia ya quedó manchada para siempre. Mientras tanto, Enrique Peña Nieto sigue en España nadando de muertito. Entre menos olas haga, mejor para él.
Proceso