LAS CRUENTAS CAMPAÑAS ANTICIPADAS

DESTACADOS, OPINIÓN, RADAR

El Radar

Por Jesús Aguilar

San Luis Potosí vive un momento político que, más que de transición, parece de combustión adelantada. 

A casi 2 años de las elecciones de 2027, el escenario local ya huele a pólvora, traiciones y reciclajes. Las calenturas electorales, lejos de ser síntomas de vida democrática, hoy evidencian una profunda descomposición del juego político: no hay ideas, pero sí ambiciones desbordadas. 

No hay programas, pero sí guerras fratricidas en formación. La política potosina se encamina a un nuevo conflicto entre facciones más ocupadas por su permanencia que por el futuro de la entidad.

1. El Partido Verde: ¿fortaleza o fractura?

El partido del gobernador Ricardo Gallardo Cardona, el PVEM, se enfrenta al dilema de todo régimen de poder local: la imposibilidad de replicar su estructura personalista sin él al frente. Si bien Gallardo mantiene el control absoluto de las decisiones en su partido y del aparato estatal, su dilema es quién puede heredar la candidatura sin provocar una ruptura. O ahondar en las que ya persisten.

En el Verde suenan varios nombres, pero ninguno con la fuerza suficiente para ser sucesor sin chocar con las expectativas del propio gobernador. En el gabinete, destaca José Guadalupe Torres Sánchez, actual secretario general de Gobierno, un operador disciplinado pero sin fuelle campañero. También se habla de la Senadora Ruth González Silva, la presidenta del DIF Estatal, esposa del gobernador, como carta fuerte, pero su postulación podría avivar las críticas sobre el nepotismo. Frente a ella está su mismísimo suegro, el ex alcalde de Soledad y San Luis y actual diputado federal Ricardo Gallardo Juárez. Sin embargo camina con sonrisa medida, el que podría ser el caballo negro de la carrera verde, el actual alcalde de Soledad Juan Manuel Navarro.

A esto se suma un desgaste evidente por escándalos de inseguridad, opacidad y señalamientos de corrupción. El Verde lo sabe: adelantar los tiempos les permite posicionar narrativas antes de que las críticas se solidifiquen.

2. Morena: entre el centralismo y la desorganización

A nivel local, Morena ha perdido dirección. Las bases están desarticuladas y sus liderazgos en San Luis Potosí parecen vivir más pendientes de la Ciudad de México que de sus electores. A pesar de que la presidenta Claudia Sheinbaum representa una oportunidad de reorganización nacional, en la entidad Morena sigue fragmentada.

Rita Ozalia Rodríguez está secuestrada por sus sueños de gloria y una burbuja insignificante pero que la aleja de la realidad política y del juego real de un proceso electoral tan explosivo como el que viene.

Los perfiles más mencionados son la Secretaria de Gobernación Rosa Icela Rodríguez, cercana a palacio nacional, pero sin operación local efectiva. También se menciona a Gabino Morales, diputado federal y ex delegado del Bienestar, aunque su imagen se ha visto golpeada por enfrentamientos internos y acusaciones de autoritarismo.

El verdadero reto de Morena será decidir si pacta con el Verde de nuevo —aun cuando las bases lo rechazan— o si lanza una candidatura propia. Pero un divorcio prematuro con el gallardismo podría derivar en una guerra de lodo que los debilite a ambos.

El Gobernador Gallardo procura mantener la narrativa, pero se ha ido de las manos una y otra vez una posibilidad de convencer con hechos de la unidad cuatroteísta a su cargo.

3. PAN-PRI-PRD y el “Galindismo”: ¿coalición o simulacro?

En el bloque opositor, el alcalde capitalino Enrique Galindo Ceballos quiere jugar por la grande. Su administración, marcada por un discurso de “buen gobierno” y alianzas empresariales, busca consolidar una narrativa de resultados que le avalan a razón de lograr la más alta votación de una elección y la primera reelección de un alcalde de la capital del estado. Galindo ha coqueteado con ser candidato a gobernador, pero para ello necesita mantener unido un bloque opositor que ya muestra fisuras.

El PAN potosino está dividido entre quienes ven a Galindo como el nuevo líder de facto y quienes prefieren una figura netamente azul, sin embargo se quedan sin argumentos cuando la caballada está más flaca que nunca. Por su parte, el PRI —prácticamente vaciado— se aferra a Alito Moreno como motor y ha puesto a Galindo como su principal pretexto para descargar su irrelevancia. El PRD es ya un cascarón.

Una alianza opositora dependerá del pragmatismo electoral y de la bendición de las dirigencias nacionales. Pero si Galindo no logra contener los egos locales y los intentos por posicionar candidaturas al Senado y al Congreso, la alianza podría explotar antes de que comience formalmente la contienda.

4. Movimiento Ciudadano: la incógnita naranja

Movimiento Ciudadano juega a la espera. Sin una estructura real en San Luis Potosí, su fuerza radica más en la posibilidad de postular una figura disruptiva —como un empresario, activista o incluso un expanista o expriista reciclado— que en sus cuadros locales.

No tiene cartas fuertes, aunque su personaje más vigente es Marco Gama actual diputado local, aunque su posicionamiento como opositor es todavía limitado. MC puede convertirse en un factor de ruptura si recluta a algún descontento del PAN o Morena, o si decide lanzar una candidatura con narrativa de “tercera vía” al estilo de lo que hizo en Nuevo León con Samuel García. Aunque el escenario local no les es tan favorable, la fragmentación general puede darles espacio.

5. El regreso de Xavier Nava: ¿redención o terquedad?

El expresidente municipal Xavier Nava Palacios insiste en mantenerse vigente, aunque su regreso no está claro bajo qué siglas ni con qué base social. Luego de su paso por el PAN, su fallido intento de buscar la reelección con Morena y sus posteriores rupturas lo han dejado aislado políticamente.

Nava podría intentar una candidatura independiente o buscar cobijo en MC. Su principal activo es el apellido Nava, pero su desgaste político es considerable. Aun así, en un escenario de alta fragmentación y hartazgo, podría tener un nicho electoral si reconstruye un discurso de honestidad y oposición frontal.

Su reto debe ser la consistencia aquí y olvidar la tendencia desafortunada de vender cartél en la Ciudad de México y no operar adecuadamente el estado. Sin embargo tenerlo de vuelta en el tablero es bueno para incentivar los contrapesos.

Hay que posponer la guerra, ahora nadie gana…

Los partidos y los políticos potosinos están jugando con fuego. El adelantamiento de las precampañas puede parecer una estrategia para posicionarse, pero también tiene un riesgo altísimo: desgastar a sus propias figuras antes de tiempo, exacerbar conflictos internos y vaciar el proceso electoral de cualquier contenido propositivo.

San Luis Potosí necesita menos fuego amigo y más inteligencia política. Posponer la guerra, pactar reglas mínimas de competencia, y concentrarse —al menos este año— en gobernar y rendir cuentas, sería no solo conveniente, sino indispensable.

Porque si la campaña permanente se convierte en la única constante, la política potosina dejará de ser un espacio para la competencia democrática y se convertirá, otra vez, en un campo de batalla donde el ciudadano es siempre el rehén o aún peor, la víctima.

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