Por: Bruno Laine
En los oscuros rincones de las finanzas institucionales, siempre hay historias que dejan más preguntas que respuestas. La Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), un pilar educativo de nuestro estado, parece tener su propia saga financiera. ¿Qué sucede cuando los altos rangos se retiran? Parece que reciben una lluvia dorada en forma de “compensaciones”.
Resulta intrigante cómo la UASLP paga a 35 altos funcionarios jubilados, entre ellos ex rectores, una suma que alcanza los 12.7 millones de pesos anuales, todo proveniente de sus recursos propios y no de un fondo de pensiones. No hablamos de centavos, hablamos de millones. Y, ¿a cambio de qué? ¿De años de servicio? ¿O será acaso un premio de consolación por dejar el cargo?
Destaca el monto destinado a tres ex rectores: Manuel Fermín del Villar Rubio con 973 mil 924 pesos anuales, José Jaime Valle Méndez con 811 mil 100 pesos anuales y Mario García Valdés, recién nombrado Secretario de Cultura estatal, con 752 mil 418 pesos anuales. ¿Es este el precio de su servicio a la universidad o es una recompensa por mantenerse en línea con ciertas decisiones administrativas?
Mientras el común de los trabajadores en México sueña con una jubilación modesta, estos exfuncionarios parecen haberse asegurado un retiro más que cómodo. Y aunque la UASLP justifica estos pagos con una serie de claves y conceptos, uno no puede evitar preguntarse: ¿es este el verdadero costo de la educación superior en San Luis Potosí?
Las universidades deberían ser ejemplos de transparencia y equidad. Pero, ¿qué mensaje envía la UASLP a su comunidad estudiantil y a los ciudadanos de San Luis Potosí con estas jubilaciones doradas? Parece ser uno de desigualdad y privilegios. Un mensaje que dice que mientras algunos trabajan toda su vida por una jubilación digna, otros simplemente se sientan en el trono dorado de la compensación.
Las cifras no mienten. Está en los registros, en los documentos. Es hora de que se hagan las preguntas difíciles y de que aquellos en posiciones de poder rindan cuentas. Porque mientras algunos cuentan millones, otros cuentan los días para una jubilación que tal vez nunca llegue.