La reforma educativa falló, porque quienes la diseñaron tuvieron un mal diagnóstico de quiénes serían sus aliados
Les diré un secreto: Una vez estuve acampando en un plantón con la sección 22 de la CNTE en al Zócalo. Era 2013 cuando las protestas contra la reforma educativa estaban a todo. No soy maestra ni soy miembro de la coordinadora, pero quise ir allí, al corazón de los hechos, para hacer algo que noté que nadie estaba intentando hacer: entender.
Llegué con dos amigos y casi nada. Traíamos bolsas de dormir y cosas básicas. Macedonio, el líder de una de las delegaciones de la CNTE, maestro de Oaxaca, nos recibió. Nos preguntó si veníamos a unirnos a la lucha. Le dijimos la verdad. Le dijimos que nomás estábamos ahí para aprender. Pensamos que nos correría, pero en vez de eso Macedonio nos vio con orgullo y nos dijo que “para aprender hay que luchar”. Le sonreímos.
Entonces sí, le dijimos, sí venimos a luchar. Nos dio la mano y dejó quedar.
Acampamos ahí “sin tapar los pasillos”, como nos lo pidió, junto a los estudiantes de la facultad de filosofía que llegaron el mismo día que nosotros, pero lejos de los normalistas que estaban detrás de la catedral. Las brigadas salían de mañana para ir a la pega de pósters y a las escuelas; el resto del día había que estar allí recibiendo los víveres, cocinando o platicando en la zona donde se recargaban los celulares en un diablito.
Ahí estuvimos escuchando, abriendo los ojos, entendiendo lo que nos parecía inentendible.
La principal lección que aprendí y que me parece más vigente hoy que nunca es que la reforma educativa falló, porque quienes la diseñaron tuvieron un mal diagnóstico de quiénes serían sus aliados. Pensaron que sus aliados más importantes serían los padres de familia y los ciudadanos, cuando en realidad, debieron haber buscado una alianza con las otras víctimas del sindicato: los maestros.
En el momento en el que los maestros puedan dejar de depender del sindicato éste perderá fuerza y podrá ser sustituido por un sindicato democrático y representativo.
La reforma técnicamente buscaba romper la dependencia de los maestros con su sindicato, pero equivocadamente lo hacía con procesos que creaban incertidumbre en los maestros (miedo de perder su trabajo). Esto tuvo por resultado, que la reforma tuviera un efecto contraproducente: los maestros se acercaron aún más al sindicato, pues lo veían como su único posible protector.
Es decir, el problema principal de la reforma fue que detonó un clima político de exigencia hacia los maestros que los atemorizó. El sindicato se aprovechó de este temor para posicionarse como el “defensor” de los maestros.
Los maestros saben que el SNTE y la CNTE no son los mejores defensores que podrían tener. Son corruptos y los obligan a hacer cosas que no quieren. Aun así, los maestros prefieren unirse al sindicato, porque no tienen alternativa alguna. De una u otra forma, y de manera imperfecta, el sindicato sí ha protegido a los maestros a lo largo de décadas.
El corazón del problema educativo en México es que el magisterio fue abandonado por los reformadores a una decisión entre dos males: ser protegidos por un sindicato corrupto o aceptar una reforma que les creaba incertidumbre laboral.
Ante esta disyuntiva optaron por lo primero, que no era ideal, pero al menos les mantenía un empleo seguro. La decisión es completamente racional.
La incertidumbre y el rechazo a la reforma crecieron aún más cuando se percibió que la implementación de los exámenes era muy mala. Se hacían colas por horas para tomar los exámenes y, peor aún, el gobierno no logró modificar la oferta de formación que les había ofrecido después de la primera evaluación.
Esto hizo que el temor de que las evaluaciones fueran “un teatro que buscaba sólo correr a los maestros” se solidificara.
Los maestros en el campamento, por ejemplo, constantemente expresaban que no querían estar ahí, pero que no tenían alternativa porque el gobierno quería correrlos. El sindicato era el mejor de dos males. Contaban ya en confianza historias terribles de extorsión por parte del sindicato pero, aun así, preferían esa extorsión a la falta de trabajo.
El problema de la reforma es que alimentó y dio elementos para que el sindicato saliera fortalecido.
El futuro de la reforma educativa no se ve promisorio. Los cambios de la contrarreforma educativa de AMLO han empoderado aún más a los sindicatos, volviendo a los maestros aún más vulnerables ante ellos.
Me parece fundamental comenzar a pensar cómo atraer a los maestros y a los niños a que formen una sola coalición política contra el sindicalismo corporativo.
Sólo así se logrará un cambio.
Viridiana Ríos
EXCELSIOR