En 1898, a su muerte, el escritor británico dejó un legado de diarios, unas 700 cartas y 600 fotografías. La editorial española La Felguera hace una recopilación.
La mayor recopilación en español de cartas y fotografías captadas por Lewis Carroll se reúne ahora en un volumen que muestra la obsesión del autor de “Alicia en el país de las maravillas” por las niñas y su infatigable intento por retratarlas, en ocasiones, “con un vestido hecho de nada”.
La publicación de “El hombre que amaba a las niñas” corre a cargo de la editorial española La Felguera y su responsable, Servando Rocha, indica en una entrevista con Efe que este libro, que incluye un prólogo de G.K. Chesterton, recoge la traducción de unas 70 cartas y unos 80 retratos realizados por Lewis Carroll.
A su muerte, en 1898, el escritor dejó un legado de diarios, unas 700 cartas y 600 fotografías y sus herederos no sabían que hacer con tantas cajas de documentación.
Fueron sus biógrafos los que unos 50 años después comenzaron a rebuscar en este material y encontraron que parte estaba mutilado o contenía tachones efectuadas por los herederos “para silenciar cosas”.
Ya en vida del autor de “Alicia” se sabía que Carroll quedaba continuamente con niñas e incluso portaba una maleta con juguetes “para camelarlas”, pero él era un diácono, un hombre religioso, y de hecho sólo con ellas se expresaba libremente, pues era estricto y tremendamente tímido.
Servando Rocha comenta al respecto que no se conserva nada de la documentación correspondiente a los dos o tres años en que duró la fascinación de Carroll por Alice Liddell, la niña que inspiró a la protagonista de “Alicia”, en una época en la que se sospecha que llegó a pedirle en matrimonio cuando sólo contaba 13 años.
Ello se deduce porque sí se conserva una carta de los padres de Alice en la que conminan a Carroll a que no se acerque nunca más a la menor.
“Es un misterio apasionante desentrañar quién fue Lewis Carroll y cómo su correspondencia ayuda a entender su obra”, precisa el editor, quien puntualiza: “Nunca he visto algo así en cartas”.
Carroll escribía las cartas a modo de juegos: hay acertijos, rimas, a veces están escritas de atrás hacia adelante. Son mucho “más ricas” que quedarse simplemente en su fascinación por las niñas aunque al preparar el libro, prosigue Rocha, se comprende claramente la influencia de Alice Liddell en su obra.
“Él amaba a las niñas en una época, alrededor de 1860, en la que había muchos fotógrafos que hacían lo mismo, pero lo que sorprende es que cuando escribe las cartas él se hace pasar por un niño, no es un adulto escribiendo”, apostilla el editor.
Carroll buscaba situaciones idílicas y marcos muy bellos para retratar a sus heroínas, a las que disfrazaba y leía cuentos, y se dirigía por carta a sus padres para pedirles permiso para retratar a sus hijas aunque nunca dice que alguna vez hará un desnudo, sino “un vestido hecho de nada”.
Se sabe que en su legado hay unas cinco imágenes de desnudos infantiles en un sobre cerrado bajo la consigna “quemar antes de abrir”, y que descubrió un investigador en los años 60 del siglo XX.
El editor admite que varió su idea inicial para la portada de “El hombre que amaba a las niñas”, que consistía en una foto retocada digitalmente en la que Lewis Carroll besa a Alice, pero el resultado era una imagen “perturbadora”.
“Ya el título es bastante insinuador y deja un margen a que el lector saque sus propias conclusiones sin dirigir la mirada a la perversión”, apunta.
Sin embargo, Servando Rocha precisa que el amor de Carroll por sus retratadas era “no sexual” pues ninguna de ellas, de adultas, denunció maltrato alguno por parte del autor.
Vladimir Nabokov sufrió las mismas insinuaciones cuando publicó “Lolita” y entonces respondió: “El auténtico Humbert Humbert es Lewis Carroll”, rememora el editor de La Felguera.
El escritor provocaba sobre las niñas una mirada “bastante seductora” en los retratos, sobre todo en Alice Liddell, pero a él este interés le duraba mientras éstas no maduraban y cuando lo hacían, rompía toda correspondencia con ellas.
De hecho, detalla Rocha, alguien preguntó a Carroll por qué motivo no retrataba a niños y su respuesta fue: “Soy selectivo. Esa raza no me interesa”.
Con información de: http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/f835baa36d0c579ca6f909e228f9b30b]]>