Gran molestia causó la semana pasada una columna del presentador de TV y periodista de espectáculos Daniel Bisogno, en la que básicamente denostaba a las empleadas domésticas de celebridades que –dice– aprovechan la fama y fortuna de sus jefes para obtener beneficios de manera abusiva. El texto, titulado ‘Malditas domésticas’, provocó una oleada de críticas y hasta denuncias de algunas diputadas ante el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Quizás este hecho no sea lo más trascendente de la semana, pero nos trae a una discusión sumamente importante e interesante, con un fondo tremendo para las democracias, y que en México se ha dado de forma muy superficial ante el público general: el tema de la libertad de expresión. ¿Hasta dónde debe llegar? ¿Dónde es conveniente ponerle límites? Por supuesto, reconozco que lo que plasmaré en los párrafos siguientes es simplemente una opinión, probablemente perfectible, pero en el debate de ideas está la posibilidad de enriquecernos.
Pues bien, en mi sincera opinión la libertad de expresión debe ser sumamente amplia. No considero que deba estar por debajo de un supuesto derecho a ‘no ser ofendido’. Acaso, eso sí, debe encontrar límites cuando se trata de calumnias personales. Pero un texto, por deleznable que resulte, no debería ser censurado a menos que presente este elemento. Y explico el por qué.
Si pusiéramos por encima de la libertad de expresión el derecho a ‘no ser ofendido’ abriríamos una puerta potencialmente muy amplia, por la que todo tipo de grupos querrían colarse. Llegaríamos al punto, en un extremo, de no poder verter opiniones negativas sobre nada y sobre nadie. Y las opiniones negativas, sin duda alguna, deben poder ser expresadas. Sería imposible poner una frontera objetiva y clara entre una opinión negativa que ofenda y una que no ofenda. Sería más ridículo aún que el Cofipe y el IFE tratando de diferenciar publicidad electoral negativa de no negativa. No, definitivamente no quiero eso.
Luego, la libertad de expresión, que es muy noble, requiere sin embargo ciudadanos muy maduros, tanto para responsabilizarse por lo que expresan como para tener criterio y saber qué creer de lo que otros expresan. Aquí sí, si Daniel Bisogno tiene la libertad de decir lo que quiera del gremio de las empleadas domésticas, los demás tenemos derecho a expresar repudio por su texto –e incluso por él– debido a este hecho. Él tiene que hacerse responsable de lo que expresó y asumir las consecuencias.
Y por el otro lado –y creo que esto es el centro del porqué de los intentos de censura–, si bien la publicación de opiniones como la de Bisogno pueden influenciar negativamente la percepción de algunos respecto de un gremio o grupo (convirtiéndose en campañas de odio), esto sólo es posible si el receptor del mensaje carece de criterio propio y madurez, si es lo bastante estúpido como para creer sin cuestionar y hacer generalizaciones sin sustento. Querer negarnos el derecho a leer u oír comentarios de este tipo es, a mi entender, creer que somos tan tontos e infantiles –en el mal sentido de la palabra– como para salir con antorchas a perseguir a un colectivo humano por un simple texto. Desgraciadamente sí habrá gente así, pero se me antoja indeseable que, por unos cuantos, se nos margine a todos de nuestro derecho de escuchar y leer lo que queramos.
Así, muy a pesar de que sé que es una opinión actualmente minoritaria, no creo que la idea general del texto de Bisogno sea digna de censura. Habrá que revisar el tema de las calumnias personales, porque hace referencias a personas específicas. Si en algo de esto miente, supongo que el ofendido estaría en todo derecho de iniciar el proceso respectivo. Pero insisto, en lo general el texto no es censurable. De censurarse este texto, ¿por qué no censurar a Televisa, que lleva semanas sugiriéndonos cosas similares o peores de los profesores de tres o cuatro estados de la República? Como ven, no es posible ni conveniente censurar estas expresiones. Es más, necesitan acaso el derecho de réplica. Más y no menos libertad de expresión.
Carlos Leonhardt
@leonhardtalv