Calles llenas de baches, casas invadidas por paracaidistas y la constante sensación de miedo marcan la vida diaria en Lomas del Mirador, un fraccionamiento en Tlajomulco de Zúñiga que, con el paso del tiempo, se transformó en símbolo del abandono urbano. Entre promesas incumplidas de escuelas y servicios básicos, los vecinos enfrentan la precariedad y la inseguridad como parte de su rutina.
La historia de este desarrollo comenzó con Homex, la constructora que prometió miles de viviendas como parte de un proyecto urbano integral. Sin embargo, la empresa quebró y dejó inconcluso el fraccionamiento, que pronto fue invadido por el vandalismo y la delincuencia. Lo que debía ser un polo de crecimiento terminó como un espacio fantasma, conocido popularmente como el “Chernóbil mexicano”.
Fabiola, una de las vecinas que llegó hace 16 años con crédito de Infonavit, recuerda que al inicio todo parecía diferente: calles limpias, vecinos unidos y niños jugando en las banquetas. Pero el panorama cambió drásticamente. Con el tiempo, los robos y la violencia hicieron que muchas familias se fueran. “Se metían a las casas y se robaban todo, desde calentadores hasta puertas”, relata.
La falta de agua y de transporte digno aumentó las dificultades. Fabiola tuvo que comprar una bomba y un tinaco para poder abastecerse, aunque los edificios no estaban diseñados para ello. Viajar al centro de Guadalajara puede tomar hasta dos horas en transporte público, lo que convierte la movilidad en un calvario para quienes aún permanecen en la zona.
El abandono también dejó espacio para que aparecieran familias sin escrituras, indigentes y grupos que aprovecharon el vacío de autoridad para instalarse. “Regreso en 2013 y ya eran más paracaidistas que dueños”, señala Fabiola. Hoy, la etapa 15 luce como un conjunto de ruinas: paredes grafiteadas, vidrios rotos y viviendas deshabitadas donde incluso se han reportado fosas clandestinas.
Ni la presencia de la Guardia Nacional ha logrado disminuir la percepción de inseguridad. Los habitantes aseguran que los enfrentamientos armados y los disparos forman parte del día a día. “Aquí aventaban muertos, había balaceras y nunca entraba la policía”, recuerda Fabiola con resignación.
El problema no es exclusivo de Lomas del Mirador. Datos del Inegi revelan que en la zona metropolitana de Guadalajara existen más de 451 mil viviendas abandonadas; Tlajomulco encabeza la lista con más de 77 mil. Para especialistas en urbanismo, este escenario es el resultado de un modelo de desarrollo que priorizó el negocio de la vivienda barata sin pensar en la calidad de vida.
Carlos Romero Sánchez, profesor de la Universidad Panamericana, explica que estos proyectos de urbanización se levantaron en zonas alejadas, sin transporte ni fuentes de empleo, lo que condenó a miles de familias al aislamiento. “No fue un accidente, fue consecuencia de un modelo basado en la especulación del suelo, que buscaba rentabilidad y no bienestar”, señaló.
El gobierno federal ha incluido a Tlajomulco en su plan para recuperar viviendas abandonadas, aunque el reto es enorme. Para especialistas, rescatar estos fraccionamientos no sólo implica rehabilitar servicios como electricidad o agua, sino también dar vida a las calles con comercio, empleos y espacios de convivencia. “Sí se puede rescatar, pero hay que apostar por calles vivas y usos mixtos”, afirman.
En respuesta, el Ayuntamiento asegura que varias etapas del fraccionamiento ya fueron recepcionadas y cuentan con servicios básicos, incluido el suministro de agua potable a través de la planta PP5. Sin embargo, los testimonios de vecinos muestran que la realidad dista mucho de la versión oficial.
En medio de este panorama, Fabiola mantiene la esperanza de que la situación cambie. A pesar de todo, sigue viviendo en la colonia. “A mí sí me gustaría que el gobierno hiciera más por Tlajomulco, porque falta mucha seguridad”, dice. Para ella, entre ruinas y miedo, ese lugar sigue siendo su hogar.