El misterio que acarrea la desaparición de 12 jóvenes ciudadanos que al parecer departían en un bar de la Zona Rosa del Distrito Federal, ha despertado toda clase de dudas en la sociedad sobre la gestión y operación de los bares denominados ‘after’.
A las cinco de la mañana del lunes 25 de enero del 2010 el futbolista Salvador Cabañas recibió un balazo en la cabeza en el tristemente célebre Bar Bar. El domingo 27 de mayo del 2013 a las 6:50 de la mañana, un domo de cristal del bar Seven cae sobre decenas de clientes con saldo de 25 lesionados. La madrugada del viernes 24 de este año, apareció el cadáver de un ciudadano que fue balaceado dentro de las instalaciones del bar Black de la colonia Condesa, (no confundir con el legendario Black Horse de Mexicali 85) y luego abandonado a pocos metros de ahí. Los anteriores casos de nota roja son una pequeña muestra de eventos que han acontecido al interior de un after hour.
Este tipo de locales de madrugadora diversión, proliferaron en México de la mano de la música electrónica y como parte de una moda llegada de Europa. Son o fueron célebres en la capital mexicana, El Colmillo, el Pervert, el Rioma, el Living y hasta la Plaza Garibaldi, un after folclórico y tradicional clausurado en octubre del 2012.
Debido a la estricta y conservadora legislación de las ciudades mexicanas, nunca han existido licencias para este tipo de locales que funcionan al amparo de la ley, con empresarios corrompiendo a uno o varios funcionarios. En el caso del Distrito Federal, el jefe de Gobierno en turno promovió reglas más estrictas a raíz de accidentados sucesos. Fue el caso de la cacería de brujas emprendida por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tras el incendio y muerte de 20 comensales en el tristemente célebre Lobohombo. Y sucedió lo mismo con Marchelo Ebrard en el poder, luego del fallido operativo en el News Divine, antro de tardeadas para pubertos, donde fallecieron asfixiadas 12 personas. Para curarse en salud, ahorcaron más los horarios de operación, pretendiendo que toda la población marchara a dormir a más tardar a las 3 de la mañana y que de ese modo no hubiera borrachos y borrachazos que pusieran diques a su inexorable paso a Los Pinos.
Sin embargo, el de los after hour es un asunto más complejo y va más allá de los deseos de un gobernante. Sin duda, son lugares necesarios que a decir de la funcionaria laborista inglesa Tessa Jane Jowell están hechos “para que la gran mayoría que bebe y que no tiene ningún problema con ello, tenga mayor libertad”. Tessa abogó por los sitios de madrugada luego de la gran cantidad de problemas que se generaban en Gran Bretaña a la hora de salida obligada de los bares y pubs.
Por presiones de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas Bares y Centros de Espectáculo, en abril del 2010 la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó un nuevo reglamento que permite los sitios con horario hasta las 5 de la mañana, la famosa “Ley de antros”, que obligaba al cumplimiento de 23 medidas de seguridad que iban de las necesarias como la de instalar arcos detectores de metales, a la incomprensible de incorporar a la nómina a un doctor legista. Que se sepa, pocos empresarios se acogieron a este nuevo esquema sobre todo porque resultó más fácil seguir sobornando a la autoridad, que tramitar dicha licencia. Además, un cierre a las 5 AM tampoco parecía una promesa tan importante como para hacer el esfuerzo.
Entonces, y al no existir algún tipo de licencia que los ampare, los lugares existen, reitero, gracias a lo obsoleto de las leyes locales, al conservadurismo de nuestros diputados, objetos de presión por parte de otros sectores como la iglesia pero, sobre todo, existen gracias a la corrupción: Detrás de cada after hour hay un funcionario o autoridad policiaca sobornada para brindar protección.
Esto se ha hecho patente sobre todo en la delegación Cuauhtémoc del Distrito Federal, escenario de los más recientes episodios que involucran sangre, secuestro y pistas mañaneras. Es cuando menos hipócrita que el delegado Alejandro Fernández se diga sorprendido y recurra al “nosotros ya lo habíamos clausurado”, cuando tiene a sus funcionarios negociando con pseudoempresarios de la noche la operación de sitios así. ¿O no está enterado de tales enjuagues? Más grave aún. Justo sería para muchas ciudades de México que se quieren vender como cosmopolitas, que se legisle para permitir las licencias para after y que se regule de manera puntual y minuciosa su funcionamiento.
Porque sobre todo son sitios donde se baila y se genera felicidad en la población, que existan muchos sitios de madrugada donde se toque salsa y cumbia; otros tantos más de música disco y electrónica, y decenas de música pop o retro. Que esté rigurosamente catalogados y sus dueños identificados para que no suceda lo que hasta hoy: pistas transformadas en tugurios, donde ingresa gente armada, tomadas por el narcomenudeo, donde se vende alcohol adulterado y que presuntamente son inexistentes para la autoridad hasta que una tragedia los saca a la luz pública.
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