El culto a la velocidad les está ganando la partida a muchos. Sin darse cuenta o siendo conscientes de ello, la mayoría de personas, en algún momento, lleva una vida acelerada, un vida llena de complicaciones, de estrés, de exigencias, de camino hacia el éxito u obtener lo que deseamos, tanto material como profesionalmente.
Frases como “el tiempo es oro”, “al que madruga Dios le ayuda”, “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, “el tiempo y su pésima costumbre de pasar lento cuando quieres que pase rápido”, “no pierdas el tiempo”, “el tiempo apremia”, “no tengo tiempo”, están a la orden del día y la gente se las ha apropiado.
Son creencias sobre las que se actúa y se decide. Desde que se despiertan, lo primero que estas personas ven es el reloj para saber si “van tarde” o “tienen tiempo”.
Vivimos en un mundo de prisa en el cual no es fácil ir más despacio. Sin embargo, es conveniente. De hecho, en el mundo existe un movimiento llamado Slow, que propone y justifica la lentitud como un método de vida.
No es que estos activistas vayan en contra del crecimiento profesional o que propongan el ocio en su lugar, sino que, según ellos y como dijo el revendo Gary James en uno de sus discursos, la vida “requiere momentos de esfuerzo intenso y ritmo apresurado, pero también necesita una pausa de vez en cuando, un momento sabático para determinar el rumbo que estamos siguiendo, la rapidez con la que queremos llegar a nuestro destino y, lo que es más importante, por qué queremos ir ahí”.
Se trata de dejar de ir en automático. A veces la gente va con prisa por las calles, simplemente, por costumbre o porque los demás lo hacen.
El máximo embajador del movimiento Slow es el periodista premiado, escritor y conocido orador en conferencias de TED, Carl Honoré.
Sus libros, Elogio de la lentitud y Bajo presión han sido traducidos a más de 30 idiomas y han estado en las listas de mejores ventas en muchos países. El último libro de Carl, publicado en el 2013, es La lentitud como método.
Éste explora cómo resolver problemas en diferentes áreas de la vida: los negocios, la política, la salud, relaciones…etc., sin optar por soluciones rápidas superficiales y de corto plazo.
El autor explica que hay un antes y un después en la vida de quien quiere vivir más lentamente, pues, en su caso siempre trataba de hacer cada vez más y más en menos tiempo.
Honoré dice que existen muchas razones por las que las personas se apresuran demasiado, por ejemplo, una de las principales causas es que la velocidad es divertida, atractiva, sube la adrenalina. Es como una droga y la gente genera adicción a ella.
Otra causa del acelere de la vida es la codicia, pues la mayoría lo queremos todo. Tanto consumir como experimentar. No podemos dejar de lado que la vida es tan corta que deseamos hacer de todo y experimentar todo antes de irnos.
Un factor muy frecuente es también que en nuestros oficios profesionales nos conducen a trabajar más rápido y más tiempo.
Actualmente el mundo rodea a los individuos de aparatos que permiten y animan a hacerlo todo más y más rápido y, además, tenemos tanto miedo de perder el tiempo que nos apresuramos a llenar cualquier momento libre con actividades.
La buena noticia es que Carl, tanto como muchos otros dedicados al tema, han demostrado que desacelerar este frenesí es posible.
El primer paso es dejar de intentar hacer demasiado, hay que hacer menos, y de esta manera darle prioridad a lo que realmente es importante. “Cuanto menos se haga, menos presión habrá por ir rápido”, dice el autor.
“Reducir la velocidad, un esfuerzo que vale la pena, aporta calma al interior. Disminuir la velocidad elimina el estrés constante que provoca la falta de tiempo suficiente. Nos permite descansar y recargar nuestro cuerpo y mente. Mejora nuestra dieta y el medio ambiente en que vivimos y fortalece nuestras relaciones y colectividades. Provoca la mirada interior y hace surgir las preguntas más vitales: ‘¿quién soy yo?’ y ‘¿cuál es mi papel en el mundo?’. Encontrar las respuestas trae mayor profundidad y significado a la vida resultando en una sociedad más cohesionada en la que la gente se interesa por el bienestar de los demás. Además, reducir la velocidad nos permite ser más eficientes”, ha comentado el autor sobre su propuesta para cambiar el chip.
“El ser humano necesita momentos de silencio y de soledad para descansar y recargar; pensar profundamente y de manera creativa;no se puede soñar o reflexionar cuando la mente está ocupada leyendo el nuevo mensaje de Whatsapp o si es el momento para un tweet fresco”, agregó Honoré.
Imagen: Shutterstock
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¿Empezar ahora mismo a bajarle unas rayitas a la intensidad de tu vida y disfrutar de una vida más plena? Pues a continuación los 8 consejos de Carl Honoré para que las personas empiecen a desacelerar tu vida:
* No dejar que la agenda gobierne la vida. Muchas cosas que ahora parecen urgentes se pueden postergar.
*Cuando se está con la pareja e hijos o con los amigos, hay que apagar el celular.
*Tomar tiempo para disfrutar de la comida. Comer apurado genera males digestivos y si la comida es buena y está bien sazonada, no la apreciarás como se debe. Éste es uno de los placeres de la vida, no hay que arruinarlo.
*Pasa tiempo a solas contigo mismo, en silencio. Escuchar la voz interior. Meditar sobre la vida en general. No temer al silencio, señala Honoré. Al principio será difícil, luego se notan los beneficios.
*No te aturdas con ruidos o la televisión como si fuera una medusa petrificadora. Escuchar música con calma y hacer apreciar su verdadera belleza.
*Escribir un ranking de prioridades. Si lo primero que a la persona le viene a la mente es trabajo, algo anda mal, y hay que volver a redactarlo. El trabajo es importante y se debe hacer, pero al meditarlo, las personas notan que no es lo más importante de sus vidas.
*No creer eso de que en poco tiempo se da amor. Escuchar los sueños de la gente que se ama, sus miedos, sus alegrías, sus fracasos, sus fantasías y problemas es importante, y es una estupidez pensar que se puede amar una hora por día.
*Los hijos no tienen por qué seguir el ritmo de los padres. Es el adulto quien debe desacelerar e ir al ritmo de ellos. Y recordar que la conversación y la compañía silenciosa son los medios de comunicación más antiguos que existen.
El virus de la prisa es una epidemia mundial. Si las personas lo contraen deben saber que hay cura.
Fuente: Sin Embargo