Los días de gloria de “El Chapo” acaban: es culpable de todos los cargos y exigen cadena perpetua

Durante los tres meses de juicio contra el capo mexicano Joaquín Guzmán Loera, por la corte de Brooklyn desfilaron 56 testigos, de los cuales 14 eran antiguos colaboradores o socios de “El Chapo; la joven esposa del narcotraficantes, Emma Coronel, apenas faltó cuatro días a las múltiples sesiones, acudiendo acompañada en alguna ocasión de sus gemelas; pasaron también personas de todas las nacionalidades (dominicanos, argentinos, ecuatorianos, alemanes y franceses) y de todas las profesiones posibles.

Mientras, un tema persistente en el juicio contra Guzmán Loera fue: cómo la corrupción oficial generalizada en México complica los esfuerzos de las autoridades estadounidenses para investigar y capturar a los involucrados en el tráfico de drogas.

 

Guzmán Loera fue capturado por primera vez en Guatemala el 9 de junio de 1993, que lo entregó a México, donde fue condenado a 12 años de prisión por un delito de cohecho.

Su condena comenzó en la prisión de máxima seguridad del Altiplano en el Estado de México, pero en 1995 fue trasladado a la de Puente Grande, a las afueras de Guadalajara, de la que escapó en enero de 2001, supuestamente en un carrito de lavandería con ayuda de guardias.

A raíz de la muerte del terrorista Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, Guzmán encabezaba en 2011 la lista de los 10 fugitivos más buscados que la revista estadounidense Forbes elabora desde 2008 a partir de información de distintas agencias de seguridad estadounidenses. La misma publicación lo clasificaba entre los hombres más adinerados del mundo, con una fortuna de más de mil millones de dólares.

No fue sino hasta el 22 de febrero 2014, durante el Gobierno del ex Presidente Enrique Peña Nieto, cuando las autoridades consiguieron capturarlo en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, y nuevamente lo llevaron al penal del Altiplano.

Sin embargo, huyó el 11 de julio de 2015 en una fuga de película a través de un túnel conectado con la ducha de su celda de una longitud de mil 500 metros cavado por hombres que trabajaban para él. Esto dejó en ridículo a la administración de Peña Nieto, quien había llegado a afirmar que una segunda fuga de “El Chapo” sería “imperdonable”.

El 8 de enero de 2016 las autoridades consiguieron capturarlo de nuevo en una operación en Los Mochis, Sinaloa, tras lo que fue llevado de nuevo a Altiplano. Debido al gran riesgo de fuga, fue extraditado a Estados Unidos en enero de 2017 y trasladado al Centro Correccional Metropolitano de Manhattan, en Nueva York.

LAS CLAVES DEL JUICIO

TESTIGOS: Por la corte de Brooklyn desfilaron 56 testigos, de los cuales 14 eran antiguos colaboradores o socios de “El Chapo”, encarcelados en EU, bien porque fueron detenidos en el país, o porque fueron extraditados a territorio estadounidense.

Ante el jurado pasaron algunas de las personas más cercanas al capo, “manos derechas”, como “El Vicentillo” Zambada -hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, colíder del cártel del Sinaloa-, o un antiguo colaborador llamado Dámaso López. También colaboraron con la Fiscalía antiguos “secretarios” del Chapo, como los hermanos Jorge y Alex Cifuentes.

Ante el jurado pasaron algunas de las personas más cercanas al capo, “manos derechas”, como “El Vicentillo” Zambada. Foto: EFE

EL RELATO DE SUS FUGAS: No faltaron los relatos de las huidas de “El Chapo” de las prisiones de Puente Grande y el Altiplano, ambas en México, así como el transporte de cocaína en latas de jalapeños. “El Chapo” llegó a pensar en traficar con un submarino.

“El Vicentillo” contó cómo “El Chapo” le narró su huida a bordo de un carro de lavandería del primer presidio, cuando un trabajador de la prisión llamado “Chito” le escondió bajo mantas y sábanas, y Guzmán contaba las puertas escuchando los ruidos que hacían.

Dámaso López Núñez, conocido como “El Licenciado” o “El Lic”. Foto: EFE

Por otro lado, Dámaso López explicó la huida a través de un túnel de la cárcel del Altiplano en 2015, cuando el capo ordenó la construcción de dicho pasadizo para que pudiera huir del correccional.

También se desveló el encargo de asesinatos de competidores y socios desleales, incluso torturas, lo que en cualquier caso no forma parte de los cargos al ser juzgado en tierra estadounidense.

LA FISCALÍA: En su alegato final, la Fiscalía insistió en la “montaña de evidencias” que probaban la culpabilidad de “El Chapo”.

No sólo los testimonios de los cooperantes, sino también los especialistas de las diferentes agencias de seguridad que participaron en las capturas del capo o en las investigaciones.

Explicó al jurado que lo importante del proceso contra “El Chapo” no es demostrar si éste era el máximo líder del cártel de Sinaloa, sino catalogarlo como un jefe, “organizador, supervisor u otra posición de esa organización” para condenarlo por narcotráfico.

LA DEFENSA: La defensa resumió su postura final atacando la veracidad de los testigos cooperantes, todos ellos “mentirosos y criminales”, por lo que apela a la duda razonable para no condenar.

Los defensores pidieron al jurado que se “aferren a sus dudas” y declaren a Guzmán no culpable ya que, de acuerdo con su criterio, no ha quedado demostrado que “El Chapo” fuera el líder del cártel.

Durante todo el juicio la defensa defendió que el liderazgo del cártel fue de “El Mayo” Zambada y que “El Chapo” no es otra cosa que un chivo expiatorio mientras Zambada sigue libre.

LA FAMILIA DEL CAPO: La joven esposa del capo, Emma Coronel, apenas faltó cuatro días a las múltiples sesiones del juicio contra su marido, 32 años mayor que ella, acudiendo acompañada en alguna ocasión de sus gemelas.

Coronel tuvo que afrontar la lectura de conversaciones y cartas de amor que Guzmán mandaba a sus amantes, incluso a la testifical de una de ellas, Lucero Sánchez, la “Chapodiputada”, que aseguró que la relación que mantuvo con “El Chapo” entre 2011 y 2013 fue “de pareja”.

Emma Coronel apenas faltó cuatro días a las múltiples sesiones del juicio contra su marido. Foto: AP

LA CORRUPCIÓN EN MÉXICO: En el mismo tribunal en Brooklyn, un ex Procurador de justicia mexicano se declaró culpable el mes pasado de recibir sobornos de narcotraficantes.

Esa yuxtaposición resalta un tema persistente en el juicio contra Guzmán: cómo la corrupción oficial generalizada en México complica los esfuerzos de las autoridades estadounidenses para investigar y capturar a los involucrados en el tráfico de drogas.

Uno de ellos declaró que el cártel de Sinaloa le pagó 10 millones de dólares, dos veces, a un comandante de la Policía Federal mexicana. Otro dijo que el ex jefe de la seguridad federal recibió un pago de 6 millones, al tiempo que un general pagó 100 mil. Los testigos hablaron de cómo Guzmán tuvo una escolta policial tras escaparse de la prisión y cómo se les pidió a políticos ayuda para embarcar 100 toneladas de cocaína en un buque-tanque. En el testimonio más sensacional, uno de los ex colaboradores de Guzmán dijo que escuchó a éste alardear de que le había pagado 100 millones de dólares al entonces Presidente mexicano Enrique Peña Nieto.

“La corrupción ha sido desenfrenada”, dijo Arturo Fontes, un ex agente del FBI que se pasó años investigando la organización de drogas de Guzmán. “Sabíamos siempre que había riesgo de que la información le llegase a la persona errónea”.

Los funcionarios mexicanos implicados han negado las acusaciones, diciendo que son inventos de criminales. Y las acusaciones de corrupción han sido mayormente una atracción secundaria en el juicio contra Guzmán, que está acusado de liderar un cártel que envió toneladas de cocaína a Estados Unidos. Sus abogados han dicho que Guzmán no era el verdadero jefe y que el capo real sigue en libertad en México, protegido por una red de sobornos.

Fotografía de la entrada al tribunal del Distrito Sur este miércoles, en en Brooklyn, Nueva York. Foto: EFE

LA ATRACCIÓN TURÍSTICA: Pocas estampas neoyorquinas son más reconocibles que el perfil del puente de Brooklyn sobre el skyline de Manhattan pero, desde hace tres meses, los turistas que viajaban a Nueva York tuvieron otra atracción de película a 100 metros de la pasarela: el juicio público a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.

La relación entre los visitantes y la prensa fue tensa desde que The New York Times publicó un reportaje en el que desvelaba algunos trucos para asegurarse la entrada como público a la sala, a costa de dejar a numerosos periodistas que cubren el proceso fuera, relegados a una segunda sala habilitada para presenciar el juicio, pero sin poder ver en directo al Chapo o a su esposa, Emma Coronel.

Muchos de los turistas no se quedaban todo el día en la corte, sino que sacian su curiosidad por ver al narcotraficante y se iban una hora después.

Por la corte de Brooklyn pasaron personas de todas las nacionalidades (dominicanos, argentinos, ecuatorianos, alemanes y franceses) y de todas las profesiones posibles. Incluso estudiantes de diversas disciplinas como el Derecho desfilaron por la sala, tratando de aprender algo de un juicio que promete pasar a la historia.

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