El Mundial, los Juegos Olímpicos y una economía que crece y se sitúa entre las primeras del mundo. Esas son algunas de las noticias que más se oyen últimamente sobre Brasil y que en los últimos años han llevado a muchos a hacer las maletas para buscar suerte en el gigante latinoamericano.
Pero la creciente demanda de mano de obra ha expuesto a inmigrantes de varias nacionalidades a condiciones de trabajo análogas a la esclavitud, contraer grandes deudas con los empleadores, hacer largas jornadas de trabajos forzados y padecer condiciones laborales degradantes.
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En la semana en la que el país conmemora el 125 aniversario de la abolición de la esclavitud, varios especialistas consultados por BBC Brasil aseguran que en el escenario actual, la situación más preocupante es la de los extranjeros que llegan a Brasil en busca de un El Dorado de oportunidades.
De hecho, el número de extranjeros rescatados en el país por trabajos que se acercan a la esclavitud ha aumentado en los últimos años, asegura el coordinador del programa de Erradicación del Trabajo Esclavo -un ente asociado al Ministerio de Trabajo y Empleo (MTE)-, Renato Bignami.
Según Bignami, desde 2010, cuando comenzaron las operaciones de combate al trabajo esclavo dirigidas exclusivamente a extranjeros, 128 bolivianos y un peruano fueron rescatados sólo en el estado de Sao Paulo, el que concentra el mayor número de trabajadores foráneos en el país.
A todos ellos se les encontró en talleres de costura ilegales, generalmente trabajando en empresas subcontratadas por marcas textiles reconocidas como Zara, Cori, Emme o Luigi Bertolli.
“El número de rescatados está creciendo por dos factores: por un lado aumentó el interés de los extranjeros en Brasil, que muchas veces entran al país de forma irregular y sufren condiciones de trabajo degradantes, y por otro, intensificamos las redadas. La tendencia es que nos encontramos cada vez a más extranjeros de nacionalidades variadas que son víctimas del crimen”, le explica a BBC Brasil.
Bolivianos, paraguayos y peruanos
Bignami estima que cerca de 300.000 bolivianos, 70.000 paraguayos y 45.000 peruanos viven en la región metropolitana de Sao Paulo, la mayoría trabajando en condiciones similares a la esclavitud.
Y además de los 128 bolivianos y un peruano rescatados en Sao Paulo, cerca de 80 paraguayos fueron encontrados en dos haciendas del estado de Paraná, al suroeste de Brasil, en dos operaciones desarrolladas desde octubre del año pasado, según información de la organización no gubernamental Repórter Brasil, que investiga el tema desde hace más de una década.
Pero los inmigrantes sudamericanos no son las únicas víctimas de la esclavitud contemporánea en Brasil. Esta misma semana, 80 ciudadanos bangladesís fueron rescatados por la policía en Brasilia.
Según la prensa local, fueron reclutados con la falsa promesa de un trabajo por un salario de US$1.500 pero acabaron explotados en obras de construcción.
El mes pasado, un ciudadano chino fue rescatado de una pastelería en Río de Janeiro. Según la policía, sufría agresiones físicas y era sometido a condiciones de trabajo humillantes.
En diciembre de 2010, una operación del Ministerio Público de Trabajo (MPT) consiguió poner en libertad a cuatro inmigrantes chinos que estaban siendo explotados en una empresa maderera en la Zona Franca de Manaus, en la Amazonía.
Desde la semana pasada, el MTE investiga en Sao Paulo por primera vez denuncias de explotación de haitianos en talleres de alta costura.
“Era sólo una cuestión de tiempo”, asegura Bignami. “Esos trabajadores de países pobres con problemas recientes, como el terremoto de Haití, piensan que El Dorado está en Brasil. Sabíamos que la mano de obra estaba siendo aprovechada por la construcción civil, pero no sabíamos que también para la confección”, afirma.
La “punta del iceberg”
Para Luiz Machado, Coordinador Nacional del Programa de Combate al Trabajo Forzado y el Tráfico de Personas de la Organización Internacional del Trabalho (OIT), el número de extranjeros rescatados no ilustra la realidad porque los trabajadores tienen miedo de ser encontrados, por lo que hay pocas denuncias.
“Sólo es la punta del iceberg”, afirma Machado.
Poniendo a los bolivianos como ejemplo, Machado asegura que los trabajadores son reclutados en Bolivia y atraídos por falsas promesas de empleo.
Una vez en la ciudad de destino, la mayoría de las veces en Sao Paulo, están endeudados con los costos del viaje y “acaban esclavizados, con la libertad cercenada por las deudas y las amenazas”.
Al entrar en Brasil de forma ilegal, tienen medio de denunciar la explotación a la que son sometidos y de enfrentar la deportación y desconocen que una resolución del Consejo Nacional de Inmigración prevé la concesión de visados de permanencia a extranjeros que estén en el país en situaciones vulnerables.
“Ese trabajador no quiere ser encontrado”, afirma el coordinador de la OIT. “La situación en el país de origen es tan mala que acepta la explotación como una forma de alimentar el sueño de convertirse un día en el dueño del taller y tener una vida mejor”.
Las inspecciones realizadas en los talleres de costura exponen un escenario degradante. Los inmigrantes trabajan hasta 16 horas diarias, de lunes a sábado, amontonados en salas claustrofóbicas. Comparten pequeños alojamientos improvisados instalados junto a los talleres, sin las condiciones adecuadas de higiene y ganan cerca de 300 reales mensuales (unos US$150), sobre los cuales son aplicados descuentos relativos a los gastos de alimentación, residencia y por el viaje hecho a Brasil.
Como las denuncias son poco habituales, Bignami asegura que la mayor parte de los 50 talleres clausurados hasta ahora en el estado de Sao Paulo son consecuencia de largas inverstigaciones.
Mano de obra informal
El sector de la construcción civil atrae buena parte de la mano de obra extranjera, pero es en la industria textil en la que los trabajadores foráneos están más expuestos a la explotación.
Bignami dice que desde hace décadas, la industria textil ha sustituido a los trabajadores contratados por mano de obra precaria e informal.
Para reducir los costos, las empresas contratadas por las grandes marcas externalizan parte de su producción a talleres de costura, muchas veces ilegales.
“El hecho de que (el trabajador) sea extranjero alimenta el sistema, porque se basa en la vulnerabilidad de la persona que se esconde y no se queja”, confirma.
Hasta ahora, cinco grandes marcas textiles han sido acusadas directamente por tener a trabajadores con condiciones análogas a la esclavitud, entre ellas la española Zara, y se han impuesto indemnizaciones a los trabajadores por parte de las empresas.
Además, el estado de Sao Paulo aprobó una ley -aún no sancionada por el gobernador- que aumenta las penas a los empleadores que imponen condiciones de trabajo infrahumanas.
Según esa norma, una vez rescatado y con indemnizaciones individuales que pueden alcanzar los 30.000 reales (US$15.000), el inmigrante consigue un visado para permanecer en Brasil y la tarjerta de trabajo, por lo que se le abre la posibilidad de encontrar un empleo formal.
Sin embargo, según las autoridades, en esos casos la mayoría de los trabajadores prefiere volver a casa.
“Para los pocos que se quedan, tratamos de darles apoyo, ofrecerles clases de portugués y cursos de formación profesional para ayudarles en su integración”, afirma Renato Bignami.
Convención de la ONU
Pese a haber elogiado las iniciativas de Brasil para combatir el trabajo esclavo contemporáneo, la ONU ha pedido al gobierno que ratifique la Convención de Protección de los Derechos de los Trabajadores Migrantes que prevé más medidas para proteger a los trabajadores extranjeros.
Según la ONG Repórter Brasil, el país es el único miembro de Mercosur que no ha firmado el acuerdo que está en vigor desde 2003.
Brasil fue el último país de las Américas en abolir la esclavitud, pero uno de los primeros en asumir la existencia del trabajo esclavo contemporáneo, en 1995, y desde entonces ha puesto en marcha iniciativas para combatirlo que ya han conseguido rescatar más de 44.000 trabajadores, la mayoría en áreas rurales y en labores relacionadas con la producción de soya, azúcar o algodón.
La mayoría de los casos se detectaron en el centro-oeste del país.
Las empresas acusadas de utilizar trabajo esclavo se incluyen en la conocida como “lista sucia”, un registro del gobierno que tiene como objetivo impedir las entregas de créditos y el abastecimiento de productos a empleadores infractores.
Ahora, un proyecto del gobierno para evitar el trabajo esclavo, que prevé la expropiación de propiedades rurales y urbanas donde se registren condiciones análogas a la esclavitud, está frenado en el Congreso
Según el proyecto, las propiedades expropiadas en el campo serán destinadas a la reforma agraria; en las áreas urbanas, a proyectos de acción social.
El fundador de la ONG Repórter Brasil, Leonardo Sakamoto, critica la demora en la aprobación de ese proyecto y cree que el gobierno debería impulsar políticas de prevención y reinserción de trabajadores rescatados.
“El gobierno tiene que actuar de forma más eficiente en los municipios pobres, aumentando la oferta de empleos y concienciando a los trabajadores”, afirma.
Además, aboga por más proyectos educativos para reducir los índices de reincidencia en el trabajo esclavo (actualmente entre un 10% y un 15%).
“El trabajador vuelve a casa con tres meses de seguro de desempleo pero en cuanto se le acaba el dinero, vuelve a inmigrar y vuelve a caer en el trabajo esclavo”, lamenta.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/05/130514_brasil_esclavitud_bolivianos_haitianos_lav.shtml?ocid=socialflow_twitter_mundo