El Radar
Por Jesús Aguilar
En Gaza, la guerra ha cobrado ya más vidas de las que cualquier cifra puede nombrar. Pero la tragedia se torna aún más desgarradora cuando se mira al rostro de esos infantes que, además de haber perdido sus hogares, han quedado huérfanos. La comunidad internacional debería verlo como un crimen contra el futuro; sin embargo, la respuesta ha sido una silenciosa complicidad. Ahora, con una invasión terrestre inminente, el daño puede volverse irreversible.
El preludio de una nueva catástrofe
Israel ha lanzado una operación militar para tomar Gaza City, desplegando artillería y bombardeos en barrios como Shejaiya, Sabra, Jabalya y Zeitoun, mientras 60 000 reservistas se preparan para la ofensiva terrestre. Las fuerzas israelíes ya están posicionadas en las afueras de la ciudad, pese a las críticas de la ONU y expertos en derechos humanos sobre el creciente riesgo a los civiles.
El ministro de Defensa israelí fue aún más explícito: Gaza City podría ser destruida si Hamas no entrega todos los rehenes y se desarma. Ante esta amenaza, se han registrado ya decenas de miles de víctimas civiles —62 000 desde el inicio del conflicto, según la ONU— y más de 18 000 niños muertos dentro de Gaza.
El colapso humanitario y la devastación anunciada
Israel ha pedido a médicos, personal hospitalario y ONG que abandonen Gaza City y se trasladen al sur, en preparación para una invasión terrestre. La orden fue rechazada por el Ministerio de Salud de Gaza, que alertó sobre violaciones al derecho internacional y el inevitable colapso del sistema sanitario.
Subyace también un posible desalojo masivo: cerca de un millón de personas podrían ser expulsadas de la ciudad, que está actualmente en el centro del plan militar. Apenas el 14 % del territorio de la Franja escapa de órdenes de evacuación o control militar.
El hambre, la destrucción y la muerte ya son parte del paisaje cotidiano—ahora se encamina hacia el exterminio de lo que queda de vida civil.
Niñez en ruinas y orfandad acelerada
Solo entre enero y marzo, las secuelas del conflicto cobraron la vida de cientos de civiles, incluidos cientos de menores —muchos en zonas consideradas “seguras” como Rafá— en ataques que ella misma Amnistía Internacional ha catalogado como posibles crímenes de guerra.
La guerra ya ha dejado un legado de orfandad masiva: decenas de miles de niños, muchos en Khan Younis, sobreviven sin padres, sin escuelas, a merced del hambre, el frío y la desesperanza. Ahora, su sufrimiento amenaza con profundizarse hasta límites impensables.
Preguntas inconclusas que piden respuestas urgentes
¿Qué responsabilidad asumirá la comunidad internacional, incluyendo la ONU y los gobiernos del mundo, ante una invasión que amenaza vidas inocentes y podría borrar Gaza City del mapa?
¿Cómo se defenderán los derechos de esos miles de niños huérfanos, condenados ahora a sobrevivir en condiciones inimaginables?
¿Qué hacen los Estados con poder real en diplomacia internacional para detener este ciclo brutal antes de que el último refugio de Gaza sea borrado del planeta?
Conclusión: el reloj corre mientras el mundo observa
Si bien el conflicto comenzó con una atrocidad, lo que está por llegar podría superar todo registro de barbarie. No se trata solo de territorios, rehenes o geopolítica: se trata de vidas, de niños que ya no serán adultos. Y si ahora, en este momento crítico, no basta mirar con horror, activemos la voz colectiva para que no se despierte el mañana en una ciudad que ya no exista.