Una vez me dijeron que la vida es como una carrera, porque es de resistencia, no de velocidad.
En el marco de BMW Maratón Internacional Tangamanga realizado el pasado domingo, hago referencia, al hecho de correr, del esfuerzo, pero a aquel que realizamos diariamente, a la vida. Tal pareciera que la vida es como correr un maratón.
Nadie corre sin preparación, los que lo hacen así, sencillamente no terminan, cada día que entrenamos sabemos que llegará el momento, tenemos los objetivos bien marcados, trazamos un plan, el cómo llegar, que técnica usar y por supuesto, nos preparamos para que nuestro cuerpo lo supere física y mentalmente. Cada día de entrenamiento será un día menos para comenzar la travesía.
Llegado el día, sabemos que tenemos una cita con nosotros mismos, con nuestro esfuerzo y con lo que estamos seguros que somos capaces de hacer, solo queremos una cosa, empezar la carrera. Vemos cómo iniciamos, gente a nuestro alrededor, aplausos que dan ánimo, voces de apoyo y emprendemos el camino. Cuando avanzan los minutos y kilómetros, también llega la fatiga y es cuando comienza la mejor conversación contigo mismo, porque caes en cuenta que la vida es un riesgo que asumimos al nacer, que al andar no siempre estas acompañado, muchas veces vas solo. Tal como en el maratón, te acompañará solo tu sombra, aquella que es testigo de cada paso, la que te alienta cuando la ves, y cuando está en la retaguardia te anima a que debes continuar, fiel a cada paso y a cada movimiento, sabes que está contigo, solo con verla entiendes que no estás solo, aunque esté un mundo a tu alrededor, simplemente eres tú y tu reflejo.
Hay momentos en tu carrera que deseas agua, rehidratarte, descansar, pero aunque estés abatido por alguna razón no dejas de intentar, de seguir corriendo, sabes que cada paso que des, es el rumbo que quieres tomar, nunca pierdes de vista la meta a la que quieres llegar. Cuanto más exhausto estés, y el sudor cause estragos en tu piel, siempre hay alguien que te ofrece una palmada, un aliento, un vaso de agua que llega en el mejor momento, solo para continuar.
Y cuando ves el producto de tu esfuerzo, el sudor de tu rostro, y la fuerza de tus piernas que se aproximan a la meta, vienen a la mente esos días soleados de entrenamiento, esas mañanas de empeño, esos sueños que impulsaron realidades. Y te das cuenta que están ahí junto con todos los que te ayudaron a completar el recorrido para llegar al final, a la meta de tu camino.
Todo esfuerzo merece reconocimiento, aquellos maratonistas que atraviesan la línea de meta después de 42 kilómetros, pero también los que corrieron 21, como los que participaron por 10 y 5. Pero más aun los que se trazan objetivos en la vida, que corren la buena carrera, los que luchan por su vida, los que se esfuerzan por ser mejores y dejar un mejor lugar para vivir. La meta de sus vidas es llegar a hacerlo.