Manlio, Los Chuchos y el Joven Maravilla

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¿Política Ficción? 
Roberto Monroy

Manlio, Los Chuchos y el Joven Maravilla

Que nadie se equivoque: la carrera por la sucesión presidencial ha comenzado. Pese a que a nivel nacional aún se discuten y estudian juicios de inconformidad derivados del proceso electoral inmediato, y aunque todavía no se conoce con exactitud cómo quedará integrada la LXIII Legislatura del Congreso de la Unión, los dos partidos más importantes (hasta el momento) de la escena política nacional han comenzado a mover sus fichas con miras al 2018 renovando sus dirigencias nacionales, mientras que el partido más emblemático en tiempos recientes de la llamada izquierda anunció que hará lo propio durante la segunda quincena de septiembre.

Indudablemente los nuevos presidentes nacionales del PRI, PAN, y el que arribe al PRD, asumen sus posiciones con bagajes políticos infinitamente distintos pero bajo contundentes similitudes. Los principales perdedores del 7 de junio tienen nombre y apellido: Enrique Peña Nieto, Gustavo Madero Muñoz y Carlos Navarrete Ruiz. En los tres casos el bono de poder quedó significativamente debilitado, sobre todo para el presidente, quien tuvo que recurrir a la opción menos deseada por su entorno para conducir al partido por los próximos tres años.

Para nadie es secreto que Manlio Fabio Beltrones -el único que en 2012 abiertamente levantó la mano y por un momento puso en duda la candidatura de unidad de Peña Nieto- no es un personaje bien visto en el círculo presidencial más íntimo. El de Villa Juárez desde hace dos décadas, y tras el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, es la figura más emblemática del Grupo Sonora, el clan más antiguo del ahora llamado PRI y el otrora más poderoso en su génesis personificado en Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y el Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles.

El Grupo Sonora y el Grupo Atlacomulco, del que emana Peña Nieto, históricamente han sido dos vertientes del priísmo que si bien han disputado posiciones y espacios de alto perfil a lo largo de los años, dada su disciplina partidista nunca han roto, sin embargo, en tiempos recientes, las diferencias se han acentuado dado que los dirigentes más tradicionales del Revolucionario Institucional difieren de muchas de las prácticas y políticas públicas de aquellos a los que llaman “los tecnócratas”. Los Manlio y los Gamboa pertenecen al primer grupo, los Videgaray y los Nuño, al segundo.

Entre la poca sumisión a las decisiones del grupo presidencial, la formación partidista contraria y el amplio margen de maniobra y poder al interior del partido con el que cuenta, Manlio Fabio Beltrones se ha colocado como líder del PRI y presumiblemente se ha posicionado como el precandidato más fuerte del tricolor de cara a 2018. Junto con Andrés Manuel López Obrador, el sonorense se ha convertido en el principal obstáculo para los de Atlacomulco en su plan de llevar a otro de los suyos a Los Pinos, y trabajo les va a costar impedirlo, el Manlio presidente nacional de hoy es muy diferente al Manlio senador de 2011.

En el caso de los otros dos grandes perdedores, Madero y Navarrete, la partidocracia mexicana es tan benévola, que aún y con sus pifias y resultados desastrosos a lo largo y ancho del territorio nacional, a ambos les alcanzó para mantener el control de su partido e imponer a quién más conviene a los intereses de sus respectivos grupos. La debilidad institucional de los partidos abre la puerta a una democracia sesgada que se complementa con viejos paradigmas de la cultura política mexicana, lo que impide una verdadera transformación de su vida interna

La elección de Ricardo Anaya “el Joven Maravilla”, algunos podrán catalogarla como un ejemplo de participación de la militancia y una muestra de la voz panista representativa alzando la voz y manifestándose con respecto a su futuro. La realidad muestra un escenario diferente. Si bien el queretano ganó con una avasalladora diferencia sobre su contrincante Javier Corral, el proceso entero fue una completa e inequitativa simulación. La marcada cargada maderista bien podría considerarse un dedazo decorado, con urnas y boletas, pero dedazo al fin y al cabo.

La gestión de Anaya Cortés empieza con el pie izquierdo, toda vez que los valores democráticos que caracterizaron a Acción Nacional en sus procesos internos durante buena parte de su historia nuevamente no se hicieron presentes el pasado domingo. Su capacidad de líder empezará a notarse si logra desligarse de su antecesor y puede crear un estilo e identidad propia. Esto será evaluado microscópicamente ya que en su cara joven y discurso innovador el panismo ha puesto buena parte de sus esperanzas para recomponer su sinergia con la ciudadanía. La renovación de 12 gubernaturas en 2016 será una excelente medición para ver si el “experimento Anaya” dio resultados.

En el caso del PRD se puede inferir que Nueva Izquierda nuevamente se posicionará como la corriente mayoritaria en el partido del sol azteca y Los Chuchos impondrán en su dirigencia nacional a alguno de los súbditos de los Ortega, Zambrano y del propio Navarrete. Se habla del actual diputado Fernando Belaunzarán o la ex candidata al gobierno de Guerrero, Beatriz Mojica. Si el elegido es el senador Armando Ríos Piter, el perredismo habría dado un golpe de timón por lo menos ante las cámaras pues hablamos de un personaje que en el papel no pertenece a ninguna de las “tribus”, sin embargo, de ser el caso, y ante el vacío de poder que enfrentaría el guerrerense, Los Chuchos mantendrían el control del partido.

Y mientras estos reacomodos se siguen dando, la ciudadanía se desencanta al ver los mismos proyectos en distintas caras, envueltos en promesas vagas que se traducen futuros falsos, es por ello que los Pejes y los Broncos en las encuestas y en las calles caminan, se alejan y no se ve para cuándo los detengan.

Nos leemos en la próxima. 
Twitter: @robertomonroy
 

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