MEMORIA EMOCIONAL

En días recientes, las salas de los cines se han llenado para ver la película Intensa-Mente, la nueva versión, y me encanta que se hable de las emociones y se lleven al cine a manera de aparente película infantil, en donde chicos y grandes pueden disfrutar, pero también reflexionar sobre todo lo relacionado con las emociones.

Créanme, y muchos que me leen saben que hace no muchos años padres, madres, abuelos, abuelas y familias en general hablaran de emociones no era muy común. Y no hay que juzgar, simplemente se manejaban herramientas diferentes, que eran las que tenían en sus tiempos. Hoy las emociones se trabajan, se platican, se hacen conscientes y se viven; y si no lo estamos haciendo, es tiempo de empezar. Poder sentir, y hablar de ello, es de las mejores herramientas para tener una salud emocional funcional y ser uno mismo sin necesidad de esconder o tratar de sentir o de ser alguien que no somos. Las emociones son sanas, naturales y diferentes en cada persona.

Dentro de todo lo que nuestra maravillosa mente guarda, los recuerdos forman parte de nosotros mismos. Traemos un bagaje en nuestra vida que conforme van pasando los años recordamos, y lo lógico es que lo traigamos a colación en nuestro día a día; y que bloqueemos lo que nos hace sufrir o pasar malos ratos. Es un mecanismo de defensa completamente natural.

Las personas tenemos muchos tipos de memoria. A través de esta, se almacenan y recuperan recuerdos sobre situaciones o eventos del pasado; pero, además, en muchas ocasiones también se recuperan las sensaciones fisiológicas, y esto es lo que se conoce como memoria emocional. 

 Para saber y entender más fácil qué es la memoria emocional, quiero que recuerden alguna conversación familiar en donde uno de los miembros comienza a contar una anécdota de tiempos pasados, de la infancia. Y la narra como si la estuviera viviendo. Eso, naturalmente, trae consigo la evocación de emociones. Y, de repente, alguno de los que está escuchando interrumpe y dice: “¡claro que no! ¡así no fue!”. Y comienza a contar la historia de una manera totalmente diferente a la que pensábamos que era, o recordábamos. Puede armarse discusión o confrontación, pero ¿alguno tiene razón? ¿Alguno olvidó o está inventando una versión diferente a la que, en realidad, pasó? La respuesta por lo general es NO. Una misma situación, positiva o negativa, pudo haber sido vivida de manera diferente. Y, sobre todo, recordada de distinta forma, de una que nos ayude a disfrutarla más o a borrarla de nuestra mente, dependiendo de lo que más nos sirva o menos nos duela.

Según un estudio de la Universidad del Rosario, la memoria emocional se refiere al proceso de codificar, almacenar y recuperar información vinculada a experiencias emocionales. Cuando nos encontramos con eventos cargados de emociones, nuestro cerebro es muy hábil para capturar y retener los detalles que rodean esos momentos. Estos recuerdos suelen ser vívidos, duraderos e influyentes, ya que contienen el contexto emocional que nos ayuda a afrontar situaciones similares en el futuro.

La memoria emocional es una hermosa herramienta. Y muchas veces, cuando somos padres y madres de familia, hacemos o decimos cosas para “que se tenga un buen recuerdo”. Pero no siempre pasa de ese modo, porque dependiendo de cómo se experimenten las acciones o palabras,  así es el recuerdo (la memoria emocional que se guarda).

Para ejemplificar una situación de memoria emocional no positiva, te comento sobre las fobias; a las arañas, a los perros, a las alturas, a los espacios cerrados etc… muchas de estas están relacionadas con nuestra memoria emocional, que seguramente no recordamos pero que en algún momento de nuestra vida nos hizo tener esta reacción. Todo lo contrario sucede cuando llegamos a algún lugar que nos pone de buenas, que nos hace sentir contentos; pasarla bien, en definitiva. Puede ser en casa de los abuelos, en un precioso espacio de la naturaleza, en algún lugar a donde viajamos antes…  Y eso es porque evocamos las emociones positivas que vivimos.

Trabajemos pues en las emociones, en hacerlas conscientes. Expresarlas es la mejor manera de hacerlo. Construyamos para nosotros y los que nos rodean memorias emocionales positivas;  y las que no lo son, trabajarlas y sanarlas para disfrutar de este maravilloso viaje de la vida.

Me despido hasta la próxima con esta frase del maravilloso Gabriel García Márquez que, en pocas palabras y con su grandeza excepcional, nos comparte:

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Marianela Villanueva Ponce

IG Marianelavipo 

X@mnelav

FB MarianelaVillanueva

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