En 2012 el gobierno federal destinó 76.1 centavos de cada peso al pago de subsidios, salarios, pensiones y gastos de operación; y solamente 23.9 a inversión en proyectos de infraestructura, según cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) difundidas a través de la Cuenta Pública Ciudadana.
De esos 76 centavos destinados a los rubros del llamado gasto corriente, 39 por ciento se destinó al pago de los salarios de la burocracia, 27.2 por ciento a servicios de agua potable y electricidad, entre otros, 18.1 por ciento a pensiones; y 15.7 por ciento al financiamiento de programas sociales.
En total, el año pasado se destinaron tres billones 122 mil 58 millones de pesos, cantidad 4.4 por ciento real respecto al ejercido en 2011. No obstante, pese a su crecimiento, sigue siendo uno de los más bajos entre países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), algunos países de alto ingreso, como Australia, Austria, Bahrain, Belgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia y Francia, entre otros, destinan hasta 92.9 por ciento de su presupuesto a los rubros antes descritos.
En tanto, naciones de ingreso medio, como Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica y México, entre otros, destinaron 79 por ciento de su presupuesto, en tanto los de bajo ingreso, entre los que menciona a Gambia, Ghana, India, Indonesia, Kenya, Liberia, Malawi, Mali, Nigeria y Pakistán, entre otros, asignaron 64.7 por ciento.
En el documento titulado “Ejercicio del gasto público: Experiencias Internacionales”, José Antonio Ardavín, director del Centro OCDE México para América Latina, indica que el gasto público de México equivale a poco más de 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que el promedio de la OCDE supera 45 por ciento.
De hecho, según los datos que ahí se indican, México ocupa el último lugar de la tabla, pues es superado incluso por economías emergentes similares, como Chile, el cual destina casi 25 por ciento de su PIB al gasto público; y Brasil, el cual alcanzó niveles de prácticamente 40 por ciento del producto en 2009.
La información del organismo refiere que la existencia en México de “enormes gastos fiscales en forma de subsidios” que benefician más a los que más tienen, como por ejemplo las subvenciones a las gasolinas y a la energía eléctrica, así como la exención del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en algunos productos, como alimentos y medicinas.
En el documento se explica que el rezago de México en gasto público se debe que la recaudación tributaria en nuestro país es también muy baja como proporción del PIB, pues no alcanza siquiera 15 por ciento, lo que lo ubica por abajo del promedio de los países miembros de la OCDE, que es de alrededor de 35 por ciento.
En términos de recaudación, México está debajo de Chile, cuya recaudación es de casi 20 por ciento del PIB; en Estados Unidos de 26 por ciento; Turquía tiene 26 por ciento, Alemania concentra 37 por ciento, mientras que Suecia rebasa 45 por ciento como porcentaje de su producción nacional.
Recomendación
Ante esta situación, la OCDE recomienda que México realice una reforma hacendaria que simplifique el sistema fiscal e incremente la recaudación, pero también mejore la relación ingreso gasto entre la federación y las 32 entidades federativas del país.
Según este documento, fechado el pasado 12 de abril, una reforma hacendaria integral como la que se propone podría reducir la desigualdad del ingreso e incluso mejorar el gasto social.
Al respecto, el organismo internacional señala que México tiene el gasto social más bajo de la OCDE, pues es de aproximadamente 8 por ciento del PIB, mientras que el de Corea alcanza prácticamente diez por ciento y los de Chile y Turquía superan esa proporción de sus respectivos PIB.
Los países de la OCDE con los gastos sociales más altos como proporción del PIB son los de Suecia, 29 por ciento, y Alemania, 27 por ciento.
Por otra parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos recomienda al gobierno mexicano realizar un esfuerzo por utilizar mejor los recursos disponibles donde más necesitan.
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