México no le había aplicado al PRI un castigo tan brutal; ni siquiera en 2000 le dio tan pocos votos

Los rostros de José Antonio Meade, René Juárez Cisneros y Aurelio Nuño Meyer de la noche del domingo mostraban el tamaño de la debacle. Aunque no es la primera vez que el PRI pierde, es la primera ocasión en que la caída es tan aparatosa.

Las causas del castigo pueden ser varias, pero un posible “efecto Peña Nieto” parece englobar todas: los problemas económicos, de seguridad y la corrupción se intensificaron estos últimos seis años.

Ni en la alternancia del año 2000, los mexicanos habían votado tan poco por el Revolucionario Institucional.

Durante tres meses, Aurelio Nuño fue un retador y algunos calificaron su actitud de soberbia sin sentido. Intentó menospreciar a Ricardo Anaya Cortés: hablaba de “dos proyectos en disputa”, en referencia a José Antonio Meade –su candidato, al que le dirigía la campaña– y a Andrés Manuel López Obrador. El Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto involucró en la contienda a la Procuraduría General de la República (PGR) y a la Secretaría de Hacienda (SHCP) en un intento por frenar al panista.

El ex Secretario de Educación simplemente no se hacía a la idea de que fueran en tercer lugar.

–¿Cuándo crees tú que [José Antonio Meade] esté claramente compitiendo por el primer y único lugar que tiene esta competencia? –le peguntó a mediados de abril el periodista René Delgado, del periódico Reforma.

–Desde ahorita –dijo Nuño.

–Ahorita no –repeló Delgado.

–Por supuesto que sí –dijo Nuño–. Tú porque hablas de las encuestas del Reforma, me imagino, pero no son las únicas.

–No, hay más –agregó el periodista.

–Claro. Y depende qué encuestas veas.

–Ninguna, la que tú me digas, lo coloca en primer lugar.

–No, efectivamente –tuvo que concederle Nuño.

–Y al hablar de dos proyectos, tú ya das por descontado que no concursa Ricardo Anaya.

–Sí, claro, y déjame decirte por qué.

–Sí, claro –agregó Delgado.

–No está fuera de la competencia: no es proyecto de Nación.

Y la última encuesta que compartió el equipo de Meade Kuribreña, justo antes de la veda electoral, hablaba de una fantasía: el candidato del PRI creciendo y creciendo, hasta un 25 por ciento; Anaya en 18.5 por ciento, y López Obrador en picada: en 31.3 por ciento. Citaban a una encuestadora que hacía supuestos levantamientos diarios, llamada “Innovación”. Muchos medios la publicaron.

Todo era mentira. La realidad era otra, detrás de tanta parafernalia.

La cantidad de votos que el PRI recibió el pasado domingo es la más baja de su historia. Más baja incluso que en 2000, cuando por primera vez perdió el control de la Nación. Los números lo dicen: la cantidad de votos que tiene el PRI es 61 por ciento menos en comparación con su votación de 2012; es casi 20 por ciento menos de los votos que obtuvo en 2006 y es 45 por ciento menos de los votos que registró en el año 2000.

De acuerdo con el cierre del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), con el 93 por ciento de las casillas computadas, el candidato presidencial de ese partido, José Antonio Meade Kuribreña, ha reunido 7 millones 462 mil 643 votos. Esa cantidad no es ni siquiera la que registró en 2006, cuando ocupó por primera vez en la historia un tercer lugar con 9 millones 301 mil 041 votos.

Y ahora, la popularidad de 2012, en la que ganó con Enrique Peña Nieto y 19 millones 150 mil 592 votos, luce como un episodio lejano.

Según los datos disponibles del Instituto Nacional Electoral (INE) el poder de los bastiones también va en picada. Son 12 (Estado de México, Sonora, Coahuila, Yucatán, Hidalgo, Sinaloa, Campeche, Chihuahua, Colima, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz) y en algunos ya se votó por la transición y además, la cantidad de votos presidenciales se ubica hasta en menos de la mitad de lo que ofrecieron al partido hace seis años.

Solo bastó que dieran las 20 horas del día de la elección para que, luego de que fuera permitido publicar encuestas de salida de la elección presidencial, para que Meade anunciara que los datos no le eran favorables y que sí lo eran para Andrés Manuel López Obrador.

Por segunda vez en su historia, el PRI se queda con un tercer lugar a 2 millones 774 mil 144 votos de distancia del segundo, que es Ricardo Anaya.

Es un hecho, con el computo de la elección casi al 100 por ciento, que México votó este año por un gobierno de izquierda, luego de seis años en los que el PRI no convenció a los mexicanos de entregarles un segundo mandato.

El PRI y sus líderes la han pagado y con creces. El tricolor apenas y si arañará algunos triunfos a lo largo y ancho del país.

Hace seis años, Enrique Peña Nieto llegó con un triunfo que no fue cuestionado por las cúpulas. Ese 1 de diciembre de 2012, en su discurso de toma de posesión, el Presidente se comprometió con la prosperidad de México: “En la vida de un país, seis años son un periodo corto, pero 2 mil 191 días son suficientes para sentar las bases de lo que desde ahora debe ser nuestra meta: Hacer de México un país próspero, de oportunidades y de bienestar para todos”.

Pero al no ocurrir, a este panorama se incorporan los resultados de las elecciones estatales en las que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) irrumpió en su segunda elección con gran potencia en casi todo el país.

Tabasco, Chiapas, Morelos y Veracruz, siguieron la misma tendencia que la elección federal; Jalisco optó por Movimiento Ciudadano y Guanajuato siguió con el PAN, lo mismo que parece sucederá con Puebla.

René Juárez Cisneros, Presidente Nacional del PRI,  dijo ayer por la noche que, de los nueve estados que votaron por Gobernador, esperarían los resultados de cómputo, pero que afirmaban tener Yucatán, la entidad donde Meade arrancó la campaña de tres meses.

La preferencia electoral por Meade nunca alcanzó el 30 por ciento. En el conglomerado de encuestas de Bloomberg, pasó de 11.8 por ciento en octubre a 20.3 por ciento en junio. Nunca le alcanzaron sus credenciales de cinco veces Secretario de Estado ni su imagen de “candidato ciudadano” frente a las huellas que dejó el sexenio de Peña Nieto.

Meade registra la preferencia más baja: en las elecciones del año 2000, el abanderado priista Francisco Labastida Ochoa obtuvo el 36.11 por ciento y quedó en segundo lugar por debajo del panista Vicente Fox Quesada elegido por el 42.52 por ciento; en las elecciones de 2006 el tricolor se cayó al tercer lugar. Su candidato Roberto Madrazo Pintado solo obtuvo el 22.03 por ciento frente al 35.29 por ciento del entonces perredista Andrés Manuel López Obrador y del 35.91 por ciento del panista Felipe Calderón Hinojosa y en 2012 el PRI volvió al poder.

Ya en la recta final de su mandato, el Presidente Peña Nieto concluirá sin haber frenado la crisis de inseguridad y de violencia, los altos índices de corrupción y de impunidad, y la pobreza y la desigualdad que estancan la economía y que afectan a más de la mitad de los mexicanos. Las causas de los principales problemas nacionales sobrepasaron al actual Gobierno federal.

En poco más de cinco meses, el Presidente Enrique Peña Nieto entregará la Banda Presidencial a su sucesor. Con el acto simbólico, concluirá su administración y heredará un país que, según las cifras oficiales, tiene grandes problemas en materia de inseguridad, corrupción y desarrollo económico.

 

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