Fashion Week se llena a reventar cada seis meses, nuestras fashion bloggers son famosas internacionalmente y Ale Quesada tiene una tienda en Nueva York, pero para Gustavo Prado la moda mexicana está rezagada 50 años. Falta mucho para que la industria pueda compararse con las capitales de diseño del mundo.
La explicación incluye diversos factores, pero uno muy importante es que aquellos que no aprenden de su pasado, están condenados a repetirlo. Los creadores de moda en México a diferencia de casas como Dior, Louis Vuitton o Balenciaga, no documentan su propio trabajo. Por eso, desde la publicación de “Tres mil años de moda mexicana” de Ramón Valdiosera en los años 50, no existe ningún documento que cuente la historia del diseño textil en nuestro país.
Gustavo Prado emprendió la misión de llenar ese vacío. Le dio uso a su enorme archivo de periodismo de moda que guarda en su casa, así como su extensa colección de libros de moda (más de cuatro mil volúmenes) que constituyen la más grande del país sobre el tema. Con ellos creó Mextilo, un documental dedicado a Diane Pernet y un libro, que su autor busca financiar por medio de la plataforma Fondeadora.
Milenio Digital platicó con el también profesor de moda de Centro y Jannette Klein, ex director del Centro de la Imagen y cada vez más estrella de YouTube (gracias a su canal Trendo) sobre el proyecto, su análisis de la moda en México y su visión del futuro.
¿Cómo pasaste de la fotografía a la moda?
Me acerqué a la moda en 2005, cuando el Centro de la Imagen organizó un festival foto septiembre, dedicado al tema. Vinieron curadores y exposiciones de moda que se presentaron en galerías en toda la ciudad. Me empecé a involucrar con gente de moda poco a poco. Luego se fundó CENTRO y Héctor Galván me invitó a dar clases de foto de moda.
¿Cuál es el origen de Mextilo?
Diane Pernet vino a México a presentar su festival de cortometrajes de moda A Shaded View Of Fashion (ASVOF) En algún momento me dijo “quiero saber cómo es ser un diseñador de moda en México” y no tuve más que contestarle que no había nada para responderle. Eso me inspiró a hacer un largometraje de la historia de la moda en México. Si ella no me hubiera preguntado, no lo hubiera hecho.
¿Cómo está conformado el libro?
Igual que el documental: empieza en la época prehispánica y termina en 2015.
¿Qué otros esfuerzos hay de contar la moda mexicana, por qué son insuficientes?
El mejor es el de Ramón Valdiosera. Lo considero el primer diseñador de moda del país, vistió a María Félix y a Dolores del Río en su tiempo y es el diseñador de una gran parte de los trajes regionales de México. Es autor de “3 mil años de la moda mexicana”, que es un libro muy antropológico, hay un poco de textil mexicano que puedes encontrar.
También están los libros sobre textil mexicano de la colección Artes de México, pero no son tan especializados. Yo consulté una colección que hizo Clío con Lydia Lavín que se vendían en puestos de revistas hace como unos 10 años. Y Desirée Navarro hizo un libro de la moda mexicana que era como un anuario de lo que pasaba en la moda en el momento. El problema es que aunque hizo una historia de la moda mexicana, sorprendentemente está sólo en una grabación de audio de dos horas. Es un muy buen esfuerzo pero es muy difícil consultarlo. Eso es todo lo que hay.
En mi investigación me di cuenta que lo mismo pasa con el diseño industrial y gráfico en México. La historia del diseño en el país aún está por escribirse.
¿A qué crees que se debe la falta de documentación? ¿Qué hacen las casas de moda internacionales que no pasa aquí?
Porque una marca no es vender ropa. Una marca es vender un imaginario. Si compras una marca lo haces por lo que te imaginas que vas a hacer con ella. Por ejemplo, un vestido de Dior cuesta 250 mil pesos, nadie lo puede comprar. Pero, sí puedes tener los lentes o el perfume, hasta el libro. Ese es el imaginario. Las marcas mexicanas han podido vender ropa pero no han sabido crear imaginarios y nunca han podido preservar su propia historia. Entonces no hay fuentes, no hay documentación. Hay tres artículos de periódicos y nada más. Ningún diseñador ha documentado su trabajo por sí mismo, sólo existe un libro que hizo Carla Fernández sobre su trabajo. Nada más.
Nadie ha aprendido a vender lo que quiere el consumidor mexicano. La industria textil en México es uno de los 10 principales generadores de ingresos del país, pero la moda mexicana de autor es una cosa chiquita, focalizada en la ciudad de México; que quiebra cada 10 años. Cuando se murió Pedro Loredo con él se acabó su marca. Su taller ahora está abandonado, irónicamente, frente a uno de los principales almacenes de ropa de la ciudad, El Palacio de Hierro de Durango. No es como Balenciaga, se muere el maestro, contratas a un nuevo diseñador y ya, la marca sigue.
Habrá moda mexicana cuando las marcas sobrevivan a la muerte de sus creadores, que todavía no pasa.
Lydia Lavin, Macario Jiménez y Pineda Covalín tienen en común el diseño pro mexicano con textiles, fabricación artesanal, patrones y colores típicos de México, además de ser contemporáneos, son de las firmas más consagradas del panorama actual ¿Crees que sean la generación que logre trascender a la muerte de su diseñador?
Sin lugar a dudas Pineda Covalín puede trascender, se venden en muchos puntos distintos dentro de México y fuera, la marca está establecida más allá de sus creadores. Macario no, porque se maneja como un atelier de modista y Lydia es literal la decana de la moda en México, en muchos sentidos es una figura trascendental. Fundó la carrera en la Ibero, por ejemplo. Lo que habría que ver es qué tanto ha logrado explotar hacia afuera. Mi tía Queta conoce a Pineda Covalín, pero no a Lydia. Quiero decir que no ha alcanzado ese nivel de visibilidad. A futuro lejano yo creo que el único que va a sobrevivir es Pineda.
¿Qué otros factores influyen en el desarrollo de la industria en México?
Uno de los grandes problemas que hay es que el diseñador tendría que darse cuenta de que vive en México. Los diseñadores de Brasil o Argentina entienden muy bien su mercado local y el internacional, por eso venden en Latinoamérica. Pero el diseñador mexicano no entiende al mercado local y ni se le ocurre vender en países de habla hispana; lo que quieren es estar en Nueva York. Y que te pelen en NY está durísimo, pero que te pelen en Managua no tanto, ni en Bogotá o Caracas. En esos mercados tu ropa está en precio, el gusto es similar, hay más posibilidades.
Además, Anna Fusonni explica en Mextilo que lo que le pegó durísimo a México fue NAFTA y el TLC que cerraron un montón de compañías mexicanas. Lo que debió haber pasado entonces era que compitiéramos con creatividad, lo que no podía hacer con producción, insumos y materiales. Pero lo que suelen hacer los diseñadores aquí es replicar lo que pasa en Europa tres años después y pues eso no es creativo.
Tú eres profesor ¿qué pasa con los estudiantes?
También el problema viene de las escuelas. O te enseñan a ser costurera o te enseñan un montón de filosofía. El gran problema es que deberían enseñarte en primer semestre a vender playeras en Fusión y si lo logras ya entendiste algo. En segundo semestre a vender vestidos en una tienda en Amecameca y cuando estés en tercer semestre a vender faldas en Querétaro. Lo que no entendemos aún es que el estudio de la moda es menos arte y más marketing. Lo que te estoy diciendo es tabú, pero es real. De los cientos de alumnos que he tenido, menos de 10 se han dedicado el diseño. Todos los demás trabajan en marketing de Saks, compras de Palacio, merchandising de Sears etc. Entonces aunque en teoría les enseñaron a “encontrar el hilo negro” en realidad casi todos acabaron trabajando para la industria.
Las escuelas que enseñan diseño de modas no son tantas. Aunque ha hecho varias iniciativas de moda, yo creo que la UNAM debería empezar a pensar en que la universidad tuviera una carrera de diseño textil. Si esa industria genera tal riqueza (es la 10° en el país) el Estado debería estar obligado a dar facilidades para que la gente se capacite en una industria que produce empleo. Debería haber una oportunidad de que la moda fuera más inclusiva.
¿Mextilo es un material para ellos?
Sí, pero para los jóvenes en general también. La intelectualidad en México nunca ha tomado en cuenta a la moda como algo relevante. ¿Por qué habría de hacerlo ahora? La moda es una cosa viva que se ve en la calle y que impulsan los jóvenes. Para ellos es Mextilo.
Sinceramente creo que la moda es lo que se ponen los muchachos del tianguis del Chopo, los que se disfrazan para ir a los antros, no sólo las niñas con zapatos Tory Burch y vestidos Carolina Herrera. Todo es moda, lo que pasa en las calles. Cómo la gente crea su identidad. Tiene una función social de expresión. Nos hace falta un diseñador que venga de la calle como Vivienne Westwood. Es algo que tiene que pasar con el tiempo, ojalá no sea en 50 años.
Por eso el diseño del libro es como es. Andonella, la ilustradora, fue mi alumna. Me parece una artista extraordinaria, su estilo es precisamente para el público al que yo quiero enfocarme. Tiene que ser una onda divertida del mundo de ahora. La edición la he visto con la gente de la revista Picnic, decidimos que queríamos hacer cosas que involucraran a jóvenes, como pedirle a artistas callejeros que hagan una línea del tiempo de la moda mexicana en un muro del centro por ejemplo, porque me interesa que sea urbano, divertido jovial. No pesado, solemne y difícil.
¿Cuál fue tu criterio de selección en los diseñadores actuales que incluyes en Mextilo?
Cada generación cumple más o menos con un rol. Por ejemplo, en esta Alexia Ulibarri atiende a la clase alta que sabe de diseño. Malafacha en cambio propone desde la calle, atiende a una clientela más vanguardista. El ecosistema de la moda en México a nivel pasarela, da para que haya cada década las mismas cosas: hay alguien que hace vestidos de novia, otro que hace vestidos de noche, otro que hace moda urbana, otro que hace cosas negras. Da para que haya para todos. Busqué representar eso en mi selección.
¿Qué sigue después de Mextilo para la documentación de la industria?
Mextilo no es definitivo, es un escaloncito, pero en 10 años tiene que venir alguien más que haga otro y así nos tenemos que ir yendo.
Si quieres saber más sobre Mextilo, visita la campaña en Fondeadora. Por 1,200 pesos te llevas tu propio ejemplar y acceso al documental del mismo nombre.
Con información de: Milenio