El Radar
Por Jesús Aguilar
La economía mexicana navega en aguas de paradoja. Por un lado, presenciamos la consolidación de un gobierno que se percibe a sí mismo como monolítico, todopoderoso en su control político y legislativo.
Por otro, esa misma imagen de control férreo y centralizado ha sembrado una profunda desconfianza en los cimientos que sostienen el progreso de cualquier nación: la inversión y el crecimiento económico.
La caída en la confianza empresarial, como lo ha señalado el economista Gerardo Esquivel, no es un mero dato estadístico, sino el síntoma de una enfermedad más profunda. Los inversionistas, nacionales y extranjeros, valoran la predictibilidad y el respeto al Estado de Derecho.
Cuando las reglas del juego cambian súbitamente, cuando las instituciones reguladoras son debilitadas o los contratos son cuestionados por decretos, el capital se retrae. Se crea un entorno donde la precaución reemplaza al riesgo productivo. El resultado es el mínimo crecimiento que hoy experimentamos, insuficiente para absorber a la nueva fuerza laboral o para reducir significativamente la desigualdad.
⚠️ El Fantasma del Autoritarismo en la Inversión
La desconfianza no es solo económica; es también política. Las señales de autoritarismo que comienzan a permear en diversos niveles de gobierno son un tóxico repelente para la inversión a largo plazo.
• Centralización del Poder: La concentración de decisiones en el Ejecutivo, debilitando a contrapesos esenciales como organismos autónomos y órganos reguladores, crea una incertidumbre institucional. Una inversión que requiere una perspectiva de diez o veinte años necesita la seguridad de que las decisiones no dependen del humor o la ideología de un solo hombre o un solo grupo.
• Narrativa de Confrontación: La retórica constante de ataque contra el “neoliberalismo”, la “élite” o los empresarios genera un ambiente hostil. En lugar de ser vistos como motores de empleo y riqueza, los inversionistas son frecuentemente presentados como adversarios.
Este ambiente de polarización y control total exhibe la gran contradicción de la actual administración: su supuesta fortaleza es, en el fondo, su mayor vulnerabilidad. El gobierno parece súper poderoso en formas —por su mayoría legislativa y su popularidad—, pero es profundamente débil en la sustancia, ya que su modelo de desarrollo depende de un crecimiento que no llega y de una inversión que se esfuma ante el miedo a la arbitrariedad. Un sistema que depende solo de la voluntad presidencial es, por definición, un sistema vulnerable y frágil.
✨ Convocatoria a la Conciencia Colectiva: El Destino es Común
Estamos en un punto de inflexión. No se trata solo de cifras de inversión o tasas de crecimiento. Se trata del futuro de nuestro país y de las libertades que definen una república funcional.
La responsabilidad de revertir esta inercia no recae únicamente en el gobierno o en el sector empresarial. Es un llamado a la conciencia colectiva:
1. Demandemos Diálogo y Consenso: Presionemos para que el debate público regrese al terreno de la razón y el consenso, y se aleje de la descalificación y la polarización.
2. Defendamos la Institucionalidad: La sociedad civil debe ser la principal defensora de las instituciones y los contrapesos que impiden la deriva autoritaria. La fortaleza de un país reside en sus leyes e instituciones, no en la figura de un líder.
3. Hagamos de la Predictibilidad una Exigencia: Como ciudadanos, debemos exigir que las políticas económicas y de inversión se basen en criterios técnicos y jurídicos estables, y no en caprichos ideológicos.
El poder monolítico puede imponerse temporalmente, pero solo la confianza recíprocaentre gobierno, sector productivo y ciudadanía puede asegurar un futuro próspero y libre. El costo de la pasividad es el estancamiento y la regresión democrática. Es hora de que la sociedad civil asuma su verdadero poder como contrapeso y garante de la República.