La barbarie. Cuando ya parece que no hay formas de imaginar algo peor para acabar con la vida de la gente, surge un nuevo capítulo en México. En esta ocasión, un video casero muestra la llegada supuestamente a un velatorio de dos furgonetas blancas este domingo en San José de Gracia, un pueblo de Michoacán. Suena música melódica de fondo, aunque no se sabe de dónde proviene exactamente. Aproximadamente una decena de personas están alineadas contra la fachada de una casa, como dispuestos, efectivamente, a enfrentarse a un pelotón de fusilamiento. Y así sucede. Un grupo de hombres armados se van apostando frente a la casita y se oyen los disparos, efectuados con armas largas. Cuando la grabación, efectuada desde una casa colindante, vuelve a la masacre se ve algunos de los últimos cuerpos caer al suelo entre una nube de humo de pólvora. Y ya no hay nadie contra la pared, todos se han desplomado.
La fiscalía de Michoacán no ha proporcionado información oficial de lo ocurrido en esta localidad del Estado cercana a Jalisco, dos de los territorios más violentos de México en estos días en que poderosos cárteles se disputan su control. Apenas se cuenta con detalles, pero el vídeo, de un horror prácticamente inédito, muestra una escena de guerra sucia que se ha convertido en viral. Algunos medios locales indican que el número de muertos puede alcanzar las 17 personas.
El escenario es un callecita de pueblo, de casas bajas y tejados rojos, arbolado, repleto de automóviles, los de enfrente de la casa con las puertas abiertas. A pleno sol.
Ni siquiera los velatorios son espacios de paz cuando se trata de ajustes de cuentas entre el crimen organizado. Las trocas (camiones de carga) aparcan en la calle, cortan el acceso y a veces se oyen tiros. La muerte le abre paso a la muerte en una espiral de sangre y balas que en México parece no tener fin. A menudo se dice que los 100 muertos que se reportan de promedio al día le confieren características de un país en guerra. Nunca como hoy esa apreciación había tenido mejor reflejo. La forma de matar semejaba más un fusilamiento de un conflicto bélico que un altercado mortal entre bandas.
Carteles Unidos, Jalisco Nueva Generación, Caballeros Templarios y muchos otras bandas criminales llevan largo tiempo sembrando el horror en el bello Estado de Michoacán. La fértil tierra del Estado proporciona fenomenales rendimientos hortofrutícolas. Famoso es el aguacate, que se exporta en exclusiva a Estados Unidos. Pero no hay negocio que no acabe en manos del crimen. Las últimas amenazas sufridas por los calificadores estadounidenses de la fruta acabó con la paciencia del vecino del norte y mantuvo paralizada la recolección y exportación recientemente, con las consiguientes pérdidas millonarias. Michoacán es también un Estado de autodefensas, civiles que se arman para sofocar en la medida de lo posible la amenaza de los narcos, pero que, a la postre, no ha hecho más que continuar las masacres. El Estado también ha tenido sus episodios de cabezas cortadas en las discotecas, de hombres acribillados colgados de los puentes, un horror que después se ha vivido en otros lugares, como Zacatecas. El episodio de este domingo es una vuelta de tuerca más en el dibujo del infierno. El Ejército mexicano no alcanza a poner fin a esta guerra. Faltan muchos detalles sobre esta matanza. Solo se puede, por ahora, seguir contando muertos.
El País