Nuestro pacto con el demonio

En las negociaciones con Estados Unidos, el gobierno de México aceptó movilizar a una parte significativa de la Guardia Nacional a la frontera sur para contener los flujos de migrantes. Pero también se comprometió a que “aquellos que crucen la frontera sur de Estados Unidos para solicitar asilo, serán retornados sin demora a México, donde podrían esperar la resolución de sus solicitudes de asilo. A su vez, por razones humanitarias y en cumplimiento de sus obligaciones internacionales, autorizará la entrada de dichas personas mientras esperan la resolución de sus solicitudes de asilo.”

Esa medida, conocida en inglés como Migration Protection Program (o Remain in Mexico), se ha venido instrumentando desde diciembre. Pero, a raíz del acuerdo alcanzado el pasado 7 d e junio, el número de solicitantes de asilo que serán enviados a México podría crecer rápidamente en los próximos meses. Según el titular de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, las personas enviadas a México para esperar la decisión sobre su solicitud de asilo en Estados Unidos podrían pasar de 8,000 a 60,000 para agosto de este año.

¿Qué significa eso en la práctica? Considérenlo a la luz de la siguiente historia, narrada con aterrador detalle por el Diario de Juárez (http://bit.ly/31NG6NJ).

En abril, una migrante hondureña llegó a El Paso, Texas, y solicitó asilo ante las autoridades estadounidenses. El 15 de mayo, tuvo una primera audiencia en un tribunal migratorio. Acto seguido, fue enviada a Ciudad Juárez, a esperar la resolución del trámite.

Por desesperación, la mujer se puso en contacto con un coyote que supuestamente la cruzaría ilegalmente a Estados Unidos. Esa persona la llevó el 7 de junio a una casa y, dos días después, fue trasladada a otro domicilio que los traficantes de personas llamaban “bodega”.

Al día siguiente, un grupo de hombres que portaban armas largas y uniformes de la Policía Federal irrumpió en la casa donde se encontraba la hondureña y se la llevaron a la fuerza, junto con otros migrantes que se encontraban en el lugar. Posteriormente, se la entregaron a una banda de secuestradores que le exigieron 6,000 dólares a su madre, residente en Estados Unidos, para lograr su liberación.

Durante su cautiverio, la mujer hondureña fue violada tumultuariamente y en repetidas ocasiones por sus captores. Fue obligada a practicarle sexo oral a uno de ellos, mientras le ponía una pistola en la cabeza. Otra migrante retenida por los secuestradores fue igualmente víctima de violaciones reiteradas frente a su hijo menor de edad, además de ser torturada con una varilla de acero.

Al cabo de cuatro días, las víctimas fueron liberadas por elementos de la Fiscalía estatal de Chihuahua, los cuales seguían la pista de los secuestradores por otros delitos. Tres de ellos fueron detenidos y sujetos a proceso. Hasta ahora no se ha reportado la captura de presuntos policías federales que habrían ejecutado el plagio.

Este tipo de atrocidades sucede cuando solo tenemos 8 mil solicitantes de asilo esperando en territorio mexicano la respuesta de las autoridades estadounidenses ¿Qué va a suceder cuando sean 60 mil y su presencia se vuelva mucho más visible? ¿O, peor aún, cuando los números escalen a cientos de miles si el presidente Trump se declara insatisfecho con las medidas adoptadas hasta ahora y exige un tratado de tercer país seguro?

Ese es el costo humano de lo acordado en Washington: para evitar temporalmente la imposición de aranceles, pusimos en enorme riesgo a decenas o centenas de miles de personas terriblemente vulnerables. Tal vez no había mejor alternativa, pero al menos deberíamos de tener la honestidad de aceptar que pactamos con el demonio.
 

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@ahope71

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