América Latina se enfrenta a la posibilidad de una nueva oleada de migrantes venezolanos a raíz de la crisis postelectoral en Venezuela. Desde 2014, aproximadamente 7.7 millones de venezolanos han abandonado su país, y la mayoría ha encontrado refugio en países de la región como Colombia, Perú, Chile, Brasil y Ecuador.
En el bullicioso mercado de confección de Lima, Perú, donde el 20% de los 100 mil trabajadores son venezolanos, la preocupación crece entre los locales. Diana Yaranga, una costurera peruana de 38 años, expresó su temor ante la llegada de más migrantes, lo que podría intensificar la competencia por los empleos. Con su salario apenas superando los 275 dólares mensuales, Diana teme que la situación empeore si más venezolanos llegan en busca de oportunidades.
Mientras tanto, los gobiernos de la región están en alerta. La situación en Venezuela, donde tanto el presidente Nicolás Maduro como el opositor Edmundo González reclaman la victoria en las recientes elecciones, podría desencadenar un nuevo éxodo masivo. Analistas y organizaciones de migrantes advierten que la región no está preparada para enfrentar una nueva ola migratoria de esta magnitud.
Cada país ha adoptado diferentes políticas migratorias. Perú exige pasaporte y visa, mientras que Colombia ha otorgado un documento de identidad excepcional a los migrantes venezolanos que les permite trabajar y acceder a servicios básicos. Chile, por su parte, ha endurecido los requisitos de entrada, y aunque no ha cerrado sus fronteras, ha incrementado la vigilancia para evitar ingresos irregulares.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha priorizado el diálogo diplomático para abordar la crisis, mientras que la presidenta peruana, Dina Boluarte, ha reforzado las fronteras del país. En Chile, el gobierno de Gabriel Boric ha evaluado la posibilidad de implementar un sistema de cuotas para recibir refugiados, inspirado en experiencias europeas.
El futuro de la región dependerá en gran medida de cómo evolucione la situación en Venezuela y de las medidas que tomen los países latinoamericanos para gestionar el flujo migratorio. Con la posibilidad de un incremento en la migración, especialmente entre los adultos mayores que buscan reunirse con familiares en el extranjero, los gobiernos deberán equilibrar la respuesta humanitaria con las preocupaciones de sus propios ciudadanos.