(Notimex).- Venía con los cabellos perfectamente arreglados, no parecía haber vivido uno de los días más intensos de su vida y eso que desde hace seis años ha vivido la violencia digital tan de cerca que decidió darle batalla, apenas estos días, su iniciativa de Ley para tipificar como delito la difusión, reproducción y distribución de contenido íntimo sin consentimiento había llegado al Senado de la República, al parecer en el país “Pasar el pack” será un delito.
No tiene más de 30 años y los pasos de Olimpia Coral la llevaron por intrincados caminos que comenzaron con la decisión de confiar en alguien que fue su novio por muchos años, en personas que acabaron por distribuir, compartir y reproducir un video que había grabado en la intimidad, con su pareja, en lo privado que un día pasó a lo digital sin su consentimiento y no hubo manera de detener el daño.
A seis años de aquello continúa recibiendo mensajes con ofensas y referencias sobre su cuerpo en redes sociales, por mencionar lo menos, juicios que aún se centran en ella como la culpable por permitir ser grabada, prejuicios que no consideran que los culpables son en realidad quienes difunden y distribuyen estos contenidos sin importar que detrás de ellos hay personas que no aprobaron la difusión de su vida privada.
Olimpia contó a Notimex que el vídeo se grabó en un momento en el que la relación era frágil y en la que ella era susceptible de ceder a cualquier cosa con tal de recuperar la estabilidad de la pareja, aún cuando él no subió el video, tampoco hizo nada para detenerlo, en el país, “los hombres quedan como héroes y las mujeres como put..”, señaló.
Sin saberlo, con menos de 20 años de edad, ella estaba envuelta en una relación violenta disfrazada de amor romántico, en la que él la culpabilizaba y minimizaba, por esos días ella no era consciente de que vivía una relación tóxica y accedió a grabar un vídeo sexual, durante muchos meses no pasó nada hasta que la existencia de ese material se convirtió en un rumor que sólo circulaba por sistemas de mensajería como WhatsApp.
El terror comenzó una vez que el contenido se viralizó en un grupo de Facebook de su ciudad, Huauchinango, Puebla, en la parte central del país; sin poderlo creer, Olimpia vio como amigos, compañeros de trabajo y gente muy cercana a ella votaban para que en esa plataforma se subiera un vídeo que ella había realizado en la intimidad, una vez arriba ya nadie lo pudo parar y llegó a estar en plataformas de pornografía en línea a nivel global, lo que se tipifica como explotación digital.
“Es un apretón de pecho, te rehúsas a la realidad”, así pasó al menos medio año tras haber sido informada de la existencia del video que solo circulaba en sistemas de mensajería, pero que sí generaban un trato diferente de quienes estaban cerca de ella, que además era una persona muy conocida en su ciudad por su trabajo como activista por diferentes causas.
Todavía sin aceptar que ella había sido la agredida comenzó la batalla por rescatar su “moral” y establecer el vínculo sentimental formal con el otro protagonista del vídeo, quien evidentemente no sufrió las mismas afectaciones que ella y quien a la fecha vive una vida normal, una que a diferencia de ella carece de luchas por lo que es correcto, una que no llegó al Senado de la República para clamar por justicia.
“Pueblo chico, infierno grande”
Huauchinango tiene cien mil habitantes, poco habían importado las incidencias políticas que Olimpia había hecho en su ciudad por luchar por causas sociales, “siempre desde la otredad, nunca viviéndolo en carne propia (…) para la sociedad era una chiquilla tonta, era una niña bien, una niña muy visible que a los 13 años había logrado que quitaran las tarjetas del Imjuve por coptación de votos, pero eso no importaba, lo que importaba eran mis vídeos, el escándalo”.
Entre la desesperación de no saber qué hacer con un vídeo sexual que había sido viralizado sin su consentimiento, “de eso que te duermes llorando, pidiendo a Dios a los ancestros que no lo hayan subido y ante amenazas para que no lo subieran” y tampoco tener muy claro a quien acudir para pedir ayuda, se levantó un día con el celular lleno de notificaciones.
Los mensajes criticando no solo su protagonismo en un vídeo íntimo, sino todas las partes de su cuerpo y la identidad del protagonista quien negó su participación como el novio formal con el que duró seis años y con quien se iba a casar, quien solo le dijo: “es tu pedo, a mi me da un chingo de vergüenza, yo no me veo, es tu pedo, estás sola en esto”.
Un periodo oscuro
“Esa fue la primera vez que quise morirme, pensé: ya no puedo hacer nada de mi vida, mi vida se va a acabar”, todas las ideas que entonces tenía se le derrumbaron, “quien me va a amar siendo yo tan impura, nadie”, recordó con la voz llena de sarcasmo ante esas ideas ortodoxas, con la voz llena de empoderamiento femenino; luego, comenzó el temor de enfrentar a su familia quien por esos días desconocía que ella vivía en un encierro perpetuo recibiendo mensajes de acoso constantes en su celular.
De Facebook pasó al espacio digital, a al menos seis páginas pornográficas internacionales, a extorsiones pidiendo más favores sexuales a cambio de bajar el vídeo de Internet, así llegó la segunda vez que quiso no formar parte de este mundo en el que se enteró que en una cena a la que había asistido una buena parte de la comunidad de Huauchinango se había compartido su vídeo.
“Lo que más me dolió es que nadie hizo nada para dejar de compartir mi vídeo, estaba “quemadisima” en redes sociales (…) me salí a caminar, dije voy a caminar hasta que me canse y me muera, pasé por un puente, me queria aventar”, luego pasó un amigo que le ofreció su brazo y le dijo: “no tengas miedo de tu cuerpo”.
Las extorsiones y el ciberacoso seguían, lo digital había trascendido a lo personal, las personas acudían a su casa a mirar, “los odiaba a todos, me dormía llorando de cansancio”, habían pasado tres meses sin que su familia se enterara hasta que alguien se los hizo saber, su hermano era acosado en la escuela por el vídeo, sin embargo toda la familia se volcó en su apoyo porque después de todo sabían que su única culpa era la de haber confiado, “les preocupaba más mi vida que mi intimidad”.
Olimpia pasó por una depresión profunda en la que no salía de su casa ante el acoso constante, “salía como delincuente, tapada con una cobija”, en un taxi que entraba a la cochera de su casa y la dejaba en la de su abuela, pero tras un periodo de resguardo comenzó a invadirla el enojo y las ganas de hacer algo.
Así, hizo acopio de las capturas de pantalla y todo para denunciar pero al llegar con las autoridades se le mencionó que “no había delito que perseguir porque tú te dejaste grabar”, fue como comenzó a contactar a las mujeres que habían vivido lo mismo que ella a investigar incluso los términos para ponerle nombre y apellido a lo que ella había vivido, pero no las había.
Fue como comenzó a idear una reforma al artículo 255 de ultrajes a la moral, en el que se culpabilizaría no sólo a los agresores sino a quienes compartieran y difundieran contenido sexual sin consentimiento, así fue como nació el concepto de violencia sexual cibernética, por esos días ya había entendido que la culpa no había sido de ella, sino de todos los que habían compartido el vídeo.
Así fue como comenzó a caminar en el ámbito político para concientizar que las personas que viven violencia sexual digital nunca son las culpables, sino que lo son quienes comparten este tipo de materiales que pueden llegar a mercados de explotación digital “el secreto estaba en nuestra fuerza, en no tener miedo, en no sentir culpa, en no avergonzarnos del cuerpo ni la sexualidad para luchar”.
Comenzó a trabajar más fuerte y fundó Mujeres contra la Violencia Virtual para apoyar a quienes viven afectadas por estas acciones, por un tiempo luchó para que se subieran las reformas a ese artículo sin que nadie le hiciera caso y además la acusaban por el vídeo como si ella no tuviera derechos.
Ya con el Frente Nacional para la Sororidad e Incidencias para reformar la Ley en este sentido en Zacatecas, que es el único estado que cuenta con una Ley de Acceso a una vida Libre de Violencia en el País, que reconoce la violencia digital como modalidad, desarrolló también un violentómetro digital, trabajando de la mano con quienes habían vivido lo mismo que ella.
En Puebla, la diputada Nora Escamilla tomó su propuesta para votarla en el Pleno y se visibilizaron los casos de violencia digital en el Congreso de ese Estado, se votó con 37 votos a favor y ya en Puebla se reconoce que la difusión de contenido íntimo sin consentimiento es un delito.
La Ley Olimpia, explicó, es una legislación que considera tres reformas y está inspirado en el violentómetro digital, la primera por la difusión de contenido íntimo sin consentimiento, con agravantes si se hace con violencia, así como la obligación de las autoridades de bajar los contenidos y la tipificación del ciber acoso con todas las modalidades.
Lo anterior, derivará en que la policía cibernética actúe para detener estos delitos, y se busca dar a conocer más ampliamente las características de la Ley de acceso a una vida libre de violencia, las modificaciones a la legislación, apoyada por la Senadora, Alejandra León, son casi una realidad, por lo que en el futuro las mujeres dejarán de ser criminalizadas por aparecer en contenidos que ellas mismas no aprobaron y que además quienes los compartan serían penalizados.
Agencias/Plano Informativo