Desde el 1 de febrero de 2007 fecha en la que se publicó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia o tal vez antes un año antes con la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, México cuenta con algunos conceptos formales acerca de lo que es la perspectiva de género.
Así, en estos instrumentos legales se significa como la metodología y los mecanismos que permiten cuestionar y valorar la discriminación de las mujeres que se pretende justificar con base en las referencias biológicas, o como una visión científica, analítica y política sobre las mujeres y los hombres que se propone eliminar las causas de opresión de género como la desigualdad y la injusticia.
En cualquier caso sabemos que se trata de mirar y de analizar de una manera distinta las circunstancias de la vida social y la experiencia que tienen mujeres y hombres por su condición de género, que pone en tela de juicio todo un sistema de creencias, que busca el empoderamiento personal y colectivo de las mujeres. Porque desde luego esta perspectiva es feminista y el feminismo transforma y cuestiona constantemente.
Si la perspectiva de género se vuelve como ya es, un principio de actuación para el Estado en sus muy diversos instrumentos legales, tiene ya una utilidad dada, que sería precisamente que los y las representantes del Estado, servidores públicos y funcionarios la apliquen en su labor, por ello esta perspectiva contiene un agente transformador dependiendo siempre de la naturaleza de cada institución de gobierno y de la función concreta de quien le representa si ese trabajo consiste en otorgar un servicio o proteger o garantizar derechos. De tal modo no será igual la forma en que aplica perspectiva de género un médico a un policía, una ministerio público, o una maestra, pero para ninguna de estas personas es suficiente la lectura del concepto o de la ley.
Ahora bien, ¿convendría que todas fueran feministas? Claro que sí, aunque todavía en nuestro país haya quien estando discursiva y activamente a favor de la igualdad no le guste ser considerada feminista eso mas bien se debe a la estigmatización de la palabra. Conviene porque de ese modo las y los funcionarios que deben cumplir con el principio de perspectiva de género no tendrían una obligación más sino una convicción genuina de que las mujeres tenemos derecho a acceder a los espacios y ámbitos de la vida pública sin padecer ningún tipo de violencia ni discriminación.
Ya desde el otro lado, en las mujeres quienes sí se nombran feministas el camino es a la inversa, porque lo primero que pasa es la deconstrucción individual de estereotipos y por consiguiente la integración de la perspectiva de género en diversos aspectos de sus vidas, fundamentalmente como fuente de transformación personal y consecuentemente creando caminos y respuestas para que otras mujeres encuentren el feminismo y el empoderamiento que como bien sabemos es una senda muy particular, siempre en riesgo de acabar en intentona asistencialista.
¿Cómo han logrado ellas integrar la perspectiva de género en sus profesiones? ¿En qué les significa llamarse feministas? ¿De que modo han incidido en las mujeres de su vida para derrocar prejuicios y conseguir aliadas?
Para este año escribiremos aquí acerca de ellas, contaremos las historias cotidianas de mujeres feministas cuyo día a día es abrir caminos para sí mismas y para otras, las que han sido moldeadoras de sus propias vidas y que están creando proyectos y acciones que ya cuentan con esa perspectiva de género que tantísimo trabajo parece costar en otros escenarios. Vamos a aprender de ellas.
A más ver.