Por Mario Candia
16/04/25
CULTURA En los últimos años, organismos internacionales como la UNESCO han insistido en colocar a la cultura en el centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), no solo como un motor económico, sino como un pilar indispensable para el bienestar social, la cohesión comunitaria y la preservación de identidades. La cultura, más allá de las bellas artes, es un derecho humano, un generador de empleos, un catalizador de inclusión y un puente entre tradición y modernidad.
POTENCIA CULTURAL Pero, ¿cómo se traduce este discurso global en la práctica de la gestión cultural en México? Tristemente, en la distancia de un abismo. México es un país que presume de ser potencia cultural. Cada discurso oficial se llena la boca hablando de su pasado prehispánico, sus lenguas originarias, sus fiestas populares, sus expresiones artísticas. Sin embargo, la política cultural de la 4T ha sido profundamente reduccionista, centralista y utilitaria.
PRODUCTOS DE EXHIBICIÓN Se ha abandonado el diseño de políticas públicas culturales de largo plazo. Se privilegia lo espectacular sobre lo estructural. Las inversiones más visibles en cultura han sido monumentales proyectos turísticos disfrazados de rescate patrimonial, como el Tren Maya o las zonas arqueológicas intervenidas para justificar megaproyectos, donde la cultura se entiende como producto de exhibición para el turismo y no como un derecho de las comunidades originarias.
SOUVENIR POLÍTICO Mientras la UNESCO señala que la cultura debe contribuir a reducir las desigualdades y a fortalecer el tejido social, en México las comunidades indígenas siguen siendo desplazadas o folklorizadas. Las expresiones culturales comunitarias se ven sometidas a una narrativa oficial que las convierte en souvenir político, pero sin atender los problemas estructurales de acceso a recursos, espacios de creación, formación artística o presupuesto digno.
PRECARIEDAD Según datos públicos, el presupuesto para la Secretaría de Cultura ha sido raquítico en comparación con las inversiones en propaganda o en obras de infraestructura. La cultura no es prioridad salvo para actos conmemorativos, festivales mediáticos o campañas políticas. Se olvida que detrás de cada muralista, músico, poeta o artesano hay precariedad, abandono institucional y una ausencia total de políticas públicas de fomento sostenido.
PENSAMIENTO CRÍTICO Lo advertía Factoría Cultural: la cultura no solo embellece la vida, sino que genera pensamiento crítico, sentido de pertenencia y cohesión social. Es un espacio de resistencia y de libertad. Por eso incomoda a los gobiernos que prefieren ciudadanos dóciles antes que críticos. El gran riesgo de la gestión cultural actual en México es convertir el patrimonio en mercancía, la identidad en espectáculo y las expresiones artísticas en propaganda. No se está construyendo una política cultural de Estado; se está administrando una vitrina decorativa que esconde la marginación de creadores y comunidades.
TURISMO EXTRACTIVO Hablar de cultura es hablar de democracia, de participación social, de memoria y de futuro. La gestión cultural no puede seguir siendo la última fila en el presupuesto ni el pretexto para el turismo extractivo. Un país que desprecia a sus creadores, abandona sus bibliotecas, cierra sus espacios comunitarios y precariza a sus artistas está condenándose a la ignorancia, al olvido y al silencio. Porque la cultura, como bien señala la UNESCO, no es un lujo. Es un derecho. Y en México, ese derecho sigue siendo sistemáticamente vulnerado.
En el Popol Vuh nos tomaremos un descanso, nos leemos la próxima semana.