Por Mario Candia
2/05/25
ENDEUDAR A LOS MEXICANOS En México, hablar de deuda pública es como abrir un expediente médico donde todos los gobiernos presumen estar sanos mientras ocultan metástasis financieras. Desde los años noventa, cuando Ernesto Zedillo convirtió deudas privadas en deuda pública mediante el infame FOBAPROA, el país arrastra una losa que ningún sexenio ha podido ni querido levantar. Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) han continuado el mismo modelo: endeudar al país, maquillar cifras y culpar al pasado.
CUANDO NO ALCANZAN LOS INGRESOS ¿Qué es la deuda pública? Es la suma de los compromisos financieros adquiridos por el Estado para cubrir sus gastos cuando no le alcanzan los ingresos. Esta deuda puede ser interna (emitida dentro del país, en pesos, mediante instrumentos como Cetes o bonos gubernamentales) o externa (emitida en divisas, contraída con organismos como el FMI, el Banco Mundial o mediante bonos en mercados internacionales). Ambas deben ser pagadas, tarde o temprano, con los impuestos de todos los ciudadanos.
MENTIRAS PIADOSAS AMLO aseguró que en su administración no se endeudaría al país, y presumió incluso haber “mantenido estable” la deuda pública. Pero las cifras cuentan otra historia. Según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), la deuda neta del sector público pasó de 10.5 billones de pesos en 2018 a más de 16 billones de pesos en 2024, un incremento cercano al 52%. Y aunque como porcentaje del PIB se ha mantenido relativamente estable por efectos inflacionarios, en términos reales la deuda ha crecido significativamente. Es decir, AMLO mintió, o al menos omitió decir que su política de no endeudamiento descansaba en un aumento masivo del gasto financiado con deuda interna y ajustes contables.
COMPARATIVO Si comparamos sexenios, el panorama es aún más preocupante. Calderón heredó una deuda pública de 1.7 billones de pesos en 2006 y la duplicó a 5.2 billones en 2012. Peña Nieto la elevó a 10.5 billones. Con AMLO ya vamos en más de 16 billones. Cada presidente ha sumado más que su antecesor. En números absolutos, la 4T es la campeona del endeudamiento.
FOBAPROA Y OBRAS FARAÓNICAS Ahora bien, el caso del FOBAPROA, convertido después en IPAB, es el ejemplo más tóxico de cómo la deuda pública puede usarse para rescatar intereses privados. En los años 90, el gobierno de Zedillo transformó cerca de 100 mil millones de dólares en deuda pública para salvar a bancos privados colapsados por la crisis. Hasta hoy, los mexicanos seguimos pagando esa cuenta: cada año, el presupuesto asigna miles de millones solo a cubrir intereses de esa deuda. Sin embargo, ¿Cuál es la diferencia entre aquello y lo que hacen hoy los gobiernos que destinan deuda a financiar megaproyectos faraónicos, subsidios electorales o programas sociales sin base productiva?
INVERTIR O DILAPIDAR La deuda no es mala por sí misma si se invierte en infraestructura productiva, salud o educación. El problema radica en que en México la deuda se usa para tapar huecos, ganar elecciones y alimentar clientelas, mientras se condena a las futuras generaciones a pagar lo que hoy se dilapida. Que el presidente en turno lo niegue o lo disfrace no cambia el hecho: la deuda pública crece, los compromisos aumentan y la sostenibilidad de las finanzas públicas se vuelve cada vez más frágil.
LA FALSA AUSTERIDAD En suma, el “austericidio” de la 4T es una cortina de humo. La deuda ha sido su válvula de escape para sostener una administración que dice combatir el neoliberalismo con las mismas herramientas que juró enterrar. Zedillo legalizó la deuda privada, Calderón la duplicó para financiar su guerra, Peña la multiplicó para cubrir corrupción y megaproyectos, y AMLO simplemente la disfraza. El resultado es el mismo: un país cada vez más endeudado, con menos margen de maniobra, y con gobiernos que nos juran que esta vez será diferente.
Hasta el lunes.