Por Mario Candia
7/05/25
HUMO BLANCO El mundo vuelve los ojos a la chimenea de la Capilla Sixtina. Hoy inicia el cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco, en un momento en que la Iglesia Católica atraviesa una de sus mayores crisis de legitimidad. 266 papas han ocupado el trono de Pedro desde el año 33 d.C., pero nunca antes este proceso de sucesión había estado tan marcado por la desafección de los fieles, el descrédito de las instituciones eclesiásticas y la presión de una modernidad que arrincona a los dogmas.
UN PROCESO ANTIGUO CON REGLAS MODERNAS El cónclave actual reúne a 129 cardenales electores, todos menores de 80 año, provenientes de más de 80 países. Es el cuerpo más diverso que haya tenido la Iglesia en toda su historia. Están encerrados, literalmente, bajo llave (cum clave), y sólo podrán salir cuando haya humo blanco. La historia recuerda cónclaves eternos como el de Viterbo en 1268, que duró 33 meses y forzó incluso a quitar el techo del edificio para presionar a los indecisos. En contraste, el más rápido del siglo XX fue el de 1939, que eligió a Pío XII en apenas unas horas. La elección de Francisco en 2013 tomó cinco votaciones en dos días.
LA IGLESIA Y SUS SOMBRAS Más allá del ritual y la pompa, el nuevo Papa recibirá una herencia complicada: una Iglesia golpeada por escándalos de pederastia, con una base de fieles en descenso, particularmente en Europa y América Latina, y con una autoridad moral cada vez más desdibujada frente a temas como el aborto, los derechos de la comunidad LGBTQ+ o la crisis climática. El catolicismo dejó de ser la voz de la conciencia global para convertirse, en muchos casos, en un eco de su pasado glorioso.
¿Y DESPUÉS DE FRANCISCO? El próximo pontífice tendrá que decidir si continúa con el impulso reformista de Francisco o si cede a las presiones de los sectores conservadores. Se mencionan nombres como el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, el húngaro PéterErdő, el italiano Matteo Zuppi o el argentino Víctor Manuel Fernández, lo que revela una pugna entre la apertura pastoral y la restauración doctrinal. Pero más allá del nombre, lo urgente es la dirección: ¿seguirá la Iglesia siendo un refugio de certezas medievales o se atreverá a dialogar con un mundo secularizado y doliente?
UN FUTURO SIN FUMATAS Mientras el mundo espera el humo blanco, muchos creyentes ya no esperan nada. El verdadero cónclave no está en Roma, sino en las calles, en las comunidades que abandonaron las iglesias y buscaron respuestas más cercanas a su realidad. Si el nuevo Papa no escucha ese grito silencioso, quizás el próximo cónclave no lo espere nadie.
Hasta mañana.