Por Mario Candia
21/05/25
ME INDIGNA Hay gestos que no sólo retratan al individuo que los ejecuta, sino que revelan la entraña miserable de un régimen entero. Ayer, en el Senado de la República, fuimos testigos de uno de esos gestos: la humillación pública de un ciudadano, Carlos Velázquez de León, obligado a ofrecer disculpas en tribuna al senador Gerardo Fernández Noroña. No por un delito, no por una calumnia, no por un daño concreto, sino por el pecado de disentir, de burlarse, de ejercer su derecho expresarse libremente.
ABUSO DE PODER Lo que vimos no fue justicia ni reconciliación: fue un acto monárquico, un escarmiento teatral. Un ejercicio de poder hecho no para reparar, sino para humillar. Un linchamiento con guante blanco, institucionalizado, transmitido en vivo y aplaudido por una élite que presume de popular, pero que exige reverencias como nobleza ofendida.
GROTESCO Lo más grotesco no es la piel del senador Noroña, tan delgada que no tolera la burla, sino la estructura estatal que se pone a su servicio para lavar su ego. El Senado, ese recinto que debería ser símbolo de deliberación democrática, se convirtió por unos minutos en tribunal del honor, con toga de autoritarismo y cetro de impunidad.
¿De qué sirven las instituciones cuando se arrodillan ante los caprichos del poder? ¿De qué sirve un Estado de derecho si puede ser doblado por la soberbia de un solo hombre?
NO SON IGUALES, DECÍAN Esto no es nuevo. En México, la historia está llena de episodios donde la autoridad utiliza su investidura no para proteger, sino para castigar al ciudadano incómodo. Recordemos a Dominga González Martínez, activista náhuatl sentenciada a 50 años por defender el agua de su comunidad. Su único crimen: oponerse a los intereses del capital. O el caso de Atenco, donde la represión se disfrazó de orden. O Giovanni López, asesinado por no portar cubrebocas. Todos distintos, todos iguales en su raíz: el poder convertido en verdugo.
VANIDAD OBSENA La transformación prometida ha mutado en una parodia de sí misma. Morena exige humildad y llama a cerrar filas contra los excesos, pero su principal representante en el Senado protagoniza una escena de vanidad obscena. En lugar de encarnar el ejemplo, Fernández Noroña decide usar toda la maquinaria institucional para cobrar una afrenta menor, un exabrupto ciudadano que no pasó a mayores, un incidente diminuto, tan diminuto como el Senador. Lo que debió ser ignorado con altura, se convirtió en espectáculo de revancha, en un ajuste de cuentas hecho con la liturgia del poder y la escenografía del Senado.
¿QUE SIGUE? ¿Quién nos protege del poder cuando el poder se comporta como niño ofendido y exige pleitesía? ¿Qué sigue: disculpas públicas a quienes se atrevan a hacer memes? ¿Prohibir la burla, criminalizar la crítica, legislar la risa? La soberbia de quienes gobiernan ha rebasado los límites de la legalidad y la decencia. Ya no les basta con controlar el discurso: quieren dominar también la emoción, castigar el enojo, censurar el sarcasmo. Y todo, en nombre del pueblo, como si el pueblo fuera un espejo obediente de su vanidad. Pero no lo es. A veces, el pueblo sólo se ríe. A veces, simplemente dice lo que piensa. A veces, sólo se harta.
EXHORTOS El Congreso del Estado de San Luis Potosí aprobó este martes un exhorto dirigido al Ayuntamiento capitalino para rediseñar y reforzar su estrategia de seguridad pública, ante el aumento de hechos delictivos como robos a casa habitación, asaltos y homicidios. La propuesta, presentada por la diputada panista Aranzazú Puente, fue respaldada por el PVEM, mientras que los legisladores de Morena se abstuvieron y algunos del propio PAN votaron en contra. Sin embargo, cuando la diputada de Morena, Nancy Jeanine García, propuso un exhorto similar dirigido a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana estatal, las bancadas del PVEM y PT abandonaron el pleno, impidiendo su aprobación urgente y relegándolo a comisiones.
ABYECTOS Este episodio evidencia la profunda hipocresía y el oportunismo político que imperan en la LXIV Legislatura. Los mismos diputados que exigen al municipio mayor seguridad son los que aplauden y respaldan sin cuestionamientos a los responsables de la seguridad estatal cuando comparecen ante ellos. Su actitud demuestra que, más que velar por el bienestar de los potosinos, utilizan la inseguridad como moneda de cambio y botín político. Politizar la seguridad es un despropósito que refleja el lamentable nivel de abyección de esta legislatura.
Hasta mañana.