Por Mario Candia
9/06/25
DESAPARECIDOS En México, los desaparecidos no son daños colaterales: son la base de un sistema criminal que se alimenta de su ausencia y se sostiene con la complicidad del poder. Cada cuerpo perdido, cada nombre borrado, cada madre que cava en el monte, revela no una tragedia aislada, sino un engranaje funcional. Un modelo operativo. Una economía del horror.
EL ORDEN DE LO IMPUNE Esta noción no es retórica: el antropólogo e historiador Claudio Lomnitz ha propuesto el concepto de “economía de los desaparecidos”, para describir cómo la desaparición se ha convertido en una práctica estructural, con beneficios tangibles para actores criminales y estatales. No solo se desaparece para intimidar: se desaparece para cobrar, para ocupar territorios, para borrar archivos, para mantener el orden de lo impune. En ese sistema, la desaparición es a la vez método de control y mecanismo de acumulación.
CONTROL Se paga por no ser desaparecido. Se paga por aparecer. Se paga por saber. Se paga por callar. Hay grupos criminales que secuestran para extorsionar, pero también gobiernos que permiten desaparecer para imponer control.
LAS MADRES BUSCADORAS Miles de madres buscadoras han asumido, sin quererlo, el papel del Estado. Cavan, registran, investigan, resisten. Se han convertido en la fuerza de trabajo moral de esta maquinaria. No cobran sueldo, no tienen prestaciones, no cuentan con seguridad. Pero son ellas quienes sostienen el mínimo hilo de dignidad que aún queda. Lo que no hace la fiscalía, lo hacen con pico y pala. Y con una foto en el pecho.
EL ECOSISTEMA A su alrededor se ha montado un ecosistema: antropólogos forenses financiados por organismos internacionales, periodistas que documentan con rigor y con miedo, ONG que interceden entre la rabia y la burocracia, cineastas que retratan lo inenarrable. La desaparición ya no solo es tragedia: es también producción cultural, discurso político y hasta industria de memoria.
REALIDAD VS. FICCIÓN Y en este terreno, la realidad ya dejó en ridículo a la ficción. Películas y series que parecían exageradas hace diez años hoy parecen tímidas comparadas con lo que vivimos. ¿Qué escritor podría inventar a madres que se enfrentan al narco para rescatar a sus hijos en fosas clandestinas mientras el Estado desaparece sus expedientes? ¿Qué guionista imaginaría al Ejército involucrado en desapariciones sistemáticas con protección judicial?
DOCUMENTALES Algunas obras han intentado retratar este infierno. El documental Tempestad (2016), de Tatiana Huezo, entrelaza las historias de mujeres marcadas por la prisión injusta y la violencia institucional. Hasta los dientes (2018), dirigido por Alberto Arnaut, desmenuza la ejecución extrajudicial de dos estudiantes del Tec de Monterrey. Vivos (2020), del artista y activista chino Ai Weiwei, reconstruye el caso Ayotzinapa desde la mirada de los familiares. Te nombré en el silencio (2021), de José María Espinosa, acompaña a las Rastreadoras del Fuerte en Sinaloa en su búsqueda cotidiana de restos humanos.
LIBROS La literatura también ha dado cuenta del abismo. Los muertos indóciles (2013), de Cristina Rivera Garza, reflexiona sobre la violencia y la escritura como territorio de duelo y resistencia. Historia mínima del narcotráfico en México (2015), de Froylán Enciso, analiza cómo el narcotráfico se ha enraizado en la historia política del país. Ayotzinapa: el rostro de los desaparecidos (2015), de Ernesto Ledesma, da voz a los familiares de los 43 normalistas desaparecidos.
FICCIÓN En el cine de ficción, La Civil (2021), de Teodora Mihai, cuenta la historia de una madre que se enfrenta sola al narco para recuperar a su hija. Sin señas particulares (2020), dirigida por Fernanda Valadez, muestra el dolor y la búsqueda de una madre en los caminos del norte. Noche de fuego (2021), también de Tatiana Huezo, retrata cómo las niñas crecen ocultas en un pueblo tomado por la violencia.
HERIDAS Pero ni el mejor cine ni la prosa más afilada alcanzan a capturar lo esencial: la desaparición es un crimen sin final. No hay cierre, no hay duelo, no hay paz. El desaparecido se vuelve herida abierta, silencio vivo, y deuda permanente.
LA GENERACIÓN DE LOS DESAPARECIDOS Y lo más grave: este horror dejará marcada a una generación completa. Hijos que crecen buscando a sus padres. Madres que envejecen sin saber. Comunidades enteras que aprenden a vivir con el miedo como rutina. Un país que pierde a los suyos y a sí mismo en el proceso.
LA ECONOMÍA DEL HORROR La economía del horror se sostiene porque conviene. Porque al crimen le da poder, y al gobierno le da orden. Porque el que busca estorba, y el que encuentra incomoda. Porque mientras todos desaparecen, nadie manda cuentas.
HARTAZGO Y a reserva de que no se quiera ver así, habría que recordarlo con claridad: si al PRI lo derrocó una sociedad civil harta de la corrupción, los privilegios y las crisis económicas; a Morena bien podría derrotarla una ciudadanía que despierte y se canse de un Estado arrodillado frente al crimen organizado y cómplice de su más atroz estrategia: la desaparición.
Hasta mañana.